15.5.24

'Zona de confort': presentación en Madrid y charla en La Brújula

Este sábado 18 de mayo presentamos Zona de confort en Madrid (librería Tipos Infames, 12:30h) con Rafa Latorre. Ayer en el programa de este, La Brújula (Onda Cero), Javier Gomá tuvo el detalle de invitarme a su sección de los martes, Filosofía mundana, para hablar del libro. Audio aquí.

5.5.24

Nuestro peronismo escindido y el final de la grandeza

[Montanoscopia]  
 
1. Recordé en La Brújula que Paul Auster y Victoria Prego se subieron juntos en la barca de Caronte. Pero olvidé otro muerto ilustre de unos días antes: Francisco Rico. Cuando Auster y Prego subieron, Rico ya estaba a bordo: dando más miedo, sin duda, que el barquero. Rafael Maldonado y yo le habíamos hecho un homenaje involuntario el sábado de su muerte. Tal vez estaba viviendo aún sus últimos minutos. Teníamos una charla sobre literatura y amistad en el festival Aqueteleo y dijimos que los dos escritores que van a quedar de su generación, Javier Marías y Andrés Trapiello, eran enemigos entre sí. Pero Rico aparecía como personaje en la obra de ambos: en las novelas de Marías y en los diarios de Trapiello. Aparte de sus libros filológicos (para mí especialmente queridos los de Petrarca; un Petrarca ha sido el último), me gustaban sus intervenciones televisivas y radiofónicas. En una de estas le dijo a Juan Benet una genialidad: "El novelista es un crítico frustrado". Veo ahora que nació un 28 de abril y murió un 27. Matemáticamente, en términos de almanaque, le cuadraron las cuentas: una vida redonda.  
 
2. La irresponsabilidad ha caracterizado la biografía política de Sánchez. Irresponsable fue su "no es no" a Rajoy, muestra de obcecación partidista frente a la institucionalidad y el pragmatismo. Irresponsable su conducta en Ferraz en octubre de 2016. Irresponsable su lucha contra el viejo PSOE. Irresponsable su moción de censura de 2018 en alianza con los populistas, los proetarras y los golpistas del independentismo catalán (con el golpe fresco). Irresponsable fue su Gobierno de coalición con Podemos: un gobierno no progresista, sino estrictamente reaccionario. Irresponsable su colonización de las instituciones, el debilitamiento del Estado de derecho, los indultos, la amnistía, la rehabilitación de Puigdemont, la polarización, la acusación a los jueces que hacen su trabajo y a los ciudadanos críticos de "fachas". Irresponsable su carta de hace dos miércoles, en que embutía el supuesto amor a su esposa en el odio de sus mandoblazos. Irresponsables sus cinco días de desaparición, mientras su partido lo identificaba a él (¡y solo a él!) con la democracia. Irresponsable su amenaza de irse e irresponsable su discurso al quedarse. ¡Irresponsable! 
 
3. Como savateriano vuestro que soy, muchos me han preguntado si votaré al PP en las elecciones europeas, ya que Savater irá, testimonialmente, el último de la lista. Lo voté cuando se presentó para el Senado por UPyD, con Trapiello. Pero esta vez no. Dudo entre votar a Ciudadanos (todavía) o a Izquierda Española. Al PP no. Algún resto de identitarismo me queda aplicado al voto y el PP, francamente, no es lo mío.  
 
4. Ayuso en el 2 de mayo: bellísima, peligrosísima. Estas performances carismáticas (y rebosantes de capital erótico) en política las carga el diablo. Es una Evita, pero sin Perón. Al revés que Sánchez (Begoña no cuenta políticamente). Del mismo modo que nos hemos salvado de Podemos y de Vox porque no existe un Podemos-Vox, del peronismo nos vamos a salvar porque Perón y Evita están escindidos en España.  
 
5. Antonio G. Maldonado, con Los sentidos del tiempo (La Caja Books), ha escrito un ensayito perfecto. Lo es aquel en que, con buena escritura, el autor logra aunar una inquietud personal y otra general. Aquí vuelve a la de su anterior libro, El final de la aventura, expresión que reformula bellísimamente como "el final de la grandeza": el cierre de horizontes debido al desencantamiento racionalista del mundo. Pero su pulsión romántica no desborda la ilustrada: es la propia ciencia la que nos devuelve el asombro. El principio de la grandeza. 
 
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3.5.24

Paul Auster y Victoria Prego en la barca de Caronte

[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 3:41:10
 
Buenas noches. Me llama la atención un fenómeno que se produce con los muertos famosos: nunca mueren solos. Cuando uno lo hace, pronto le sigue otro, a veces más. Es como si Caronte quisiera aprovechar el viaje. Tal vez, al tratarse de muertos de peso, pretenda equilibrar el cargamento de la barca. Ahora han sido Paul Auster y Victoria Prego. Pienso en de qué hablarán en su navegación por la laguna Estigia. La pareja que más me impresionó fue la de Ava Gardner y Dámaso Alonso, que murieron el mismo día de hace un montón de años. De la actriz Ava Gardner se decía (con una elocuencia vedada en estos tiempos) que era "el animal más bello del mundo". Pues bien, a Caronte no se le ocurrió otra cosa que hacerla acompañar por el animal más feo, que es lo que parecía el filólogo y poeta del 27 por comparación. De Victoria Prego no tengo ninguna opinión ultramontana que decir, porque la admiraba como periodista y como cronista de la Transición; pero sí de Paul Auster. Me parecía un novelista menor. Con encanto, que es por lo que tenía tantos lectores, pero menor. Planteaba bien sus novelas, pero luego no sabía qué hacer con el planteamiento y siempre se le venían abajo. Sus tramas, que solían ser laberínticas, a menudo se topaban con una pared infranqueable. Su éxito era, por esta razón, un equívoco. Pero este equívoco resultaba austeriano, pues lo colocaba a él como autor y también a los lectores en la situación de sus personajes: extraviados en un camino por el que ya no pueden avanzar. Tal vez de esto le esté hablando Auster a Prego en la barca de Caronte. Mientras Caronte sonríe, porque por fin van a avanzar más allá del último punto. Franquearán la pared.

2.5.24

El 'procés' español (y nuestro destino sudamericano)

"En las fiestas patrióticas también los espectadores forman parte de los comediantes", escribió Nietzsche. Lo mismo en las fiestas partidistas. Así ocurrió en el histriónico espectáculo que montó el PSOE el pasado fin de semana, en apoyo e imitación de su líder. En la calle Ferraz se vieron imágenes como las del independentismo catalán y como las del peronismo y demás populismos latinoamericanos. Fue un paréntesis europeo, y el PSOE estuvo en el interior del paréntesis. Ahí sigue.

El último error de Sánchez, para Sánchez, fue no dimitir el lunes. Para España fue bueno, dentro de lo malo: una salida irregular de Sánchez hubiese consolidado su irregularidad, tal vez para siempre. No nos íbamos a quitar nunca de encima el sanchismo simbólico. Sánchez debe salir del Gobierno por el procedimiento reglamentario. Son los españoles los que deben darle la patada: en las urnas y solo en las urnas. Ya van tarde los españoles, pero en algún momento se pondrán al día. Eso sí: pagarán, con creces, el retraso.

Está dejando un país invivible. No me refiero a la vida común: aquí siempre se vive bien (ya ocurrió en el franquismo, en cuanto se salió del hambre). Me refiero a la vida civil. Sánchez nos está metiendo en una suerte de procés español, en el que, como en el catalán, se pretende excluir de la vida civil, extranjerizar, a una parte de la población. Una parte grande: la mitad como poco. Aquí la extranjerización no es nacional, sino ideológica. Los malos han de quedar fuera. No es un presidente para todos, sino solo para los suyos: los que quedan de su lado del muro que él enarboló. Y contra los otros. El PSOE ha abandonado algo aún más grave que el constitucionalismo: ha abandonado el pluralismo.

Un presidente narciso como Sánchez no podía sino terminar desembocando en el peronismo, en el culto a su personalidad y su careto. Con el jaleamiento de los populistas que él introdujo en el Gobierno y de los nacionalistas y proetarras que ha legitimado, quiere ahora meterles mano a los jueces y a la prensa. Cada vez está más claro que Europa no nos va a salvar. Volveremos a ser una reserva bandolera y torera para el turismo típico de antes. Y nos vamos a encontrar, como en el poema conjetural de Borges, con nuestro "destino sudamericano". Nos las van a devolver todas los anticolonialistas. Los espadones del XIX, que imitaron y conservaron allí, los tendremos de vuelta. "Sigue el futuro", tuiteó Juan Cruz tras la decisión de Sánchez de no irse. Sí: el futuro de la España de siempre, de la que un día soñamos librarnos.

El sanchismo ha tenido ya algunas consecuencias en mí: me he polarizado, y todo por haber llevado una estricta vida política constitucionalista en este país de todos los demonios. También he pasado a despreciar a un número inasumible de compatriotas, por su fijación, sus tragaderas y su pancismo. En el, así llamado, mundo de la cultura mi desprecio se centuplica. Solo les faltaba tener un Franco propio para que su franquismo (no solo sociológico) se regodeara hasta las heces.

Sánchez nos ha envenenado con su discurso invariablemente falaz, en el que ataca con saña aquello mismo que él encarna como nadie. Predica la regeneración el primer degenerado. Llama a limpiar la vida pública el que más la ensucia. Aunque esta vez no va a haber una guerra civil en España, nos ha enseñado (inició esta tarea pedagógica Zapatero) cómo empiezan las guerras civiles. Es una porquería esto de estar tocando con la mano la piel de las guerras civiles.

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28.4.24

La carta de Sánchez y la música para aeropuertos

[Montanoscopia]  

 

1. Tal vez porque me he hecho un cierto propósito de imperturbabilidad a lo Epicteto, o porque llevo toda la semana sumergido en la música para aeropuertos de Brian Eno, que me mantiene sedadísimo, la carta de Sánchez no me ha sacado de mis casillas. No sé cuánto me durará la imperturbabilidad, porque mi carácter es caliente. No descarto fracasar antes de que se termine esta Montanoscopia. Por el momento, me domina el estupor, que es paralizante. No doy crédito al espectáculo que se ha montado. Entre el delirio y la estupidez. Una sobreactuación perturbada.  
 
2. Con su desaparición de cinco días, Sánchez ha activado un mesianismo acotado en el tiempo. Un sebastianismo sanchista (¡un sanchismo!) que se resolverá el lunes. Al menos el Mesías volverá para decir si se queda o no. Entre tanto, los devotos de su fe graban vídeos, hacen proclamas, convocan manifestaciones, firman manifiestos... El mesianismo de siglos de los portugueses fue lánguido, melancólico: nunca tuvo esta agitación.  
 
3. La pregunta de Sánchez sobre si merece la pena es respondida por sus acólitos, que le dicen que claro que sí (por ellos). Precisamente en el poema "Mar português" del libro sebastianista de Pessoa, Mensagem, se formula esa pregunta: "Valeu a pena?". Se refiere a los sacrificios de las expediciones marítimas: "Oh, mar salado, ¿cuánta de tu sal / son lágrimas de Portugal?". La respuesta de Pessoa es también que sí, aunque con una connotación moral: "Tudo vale a pena / se a alma não é pequena". Como aún me duran los efectos de Epicteto y Brian Eno, no me pronunciaré sobre el tamaño del alma de Sánchez.  
 
4. Después de habérmelo pasado francamente bien con el desmenuzamiento de la carta que hace Arcadi Espada en su podcast, conocí la reacción de Almodóvar cuando la leyó: "Me puse a llorar como un niño". Solté otra risotada, claro. Pero luego pensé que media España está riendo y media España está llorando. Esta segunda nos pone en una situación embarazosísima. 
 
5. Como soy almodovariano, no me cuesta trabajo jugar a que me lo tomo en serio: sé cómo hacerlo. Almodóvar no es un personaje neutro: lleva consigo, proyecta, el mundo de sus películas. Me figuro cómo es leer la carta del presidente desde ahí, desde el almodovarismo. Entonces Sánchez es Marisa Paredes en La flor de mi secreto. La pregunta "¿Merece la pena todo esto?" equivale a aquella otra: "¿Existe alguna posibilidad, por pequeña que sea, de salvar lo nuestro?". Ese hombre profundamente enamorado que es Sánchez, según Sánchez, emite su pregunta desgarrada. Almodóvar, entonces, se echa a llorar. Y Almodóvar lo cuenta. Es esa emoción autorreferencial del kitsch: la emoción por la propia emoción.  
 
6. El kitsch adquiere pestilencia (y destructividad) cuando la emoción es política. Lo cursi y ridículo se torna amenazante. La emoción es agresiva: pasivo-agresiva. Es una trinchera para acusar.  
 
7. La crítica al líder, dicen, es antidemocrática. No están defendiendo al líder, sino a la democracia, identificada con el líder. Es un trazado burdo, pero al parecer funciona.  
 
8. El mecanismo es puramente compensatorio: se acusa de hacer cosas graves quizá para hacer cosas graves. Hay una obscenidad, por lo gratuito, de circuito cerrado.  
 
9. Lo escalofriante es que se trate del mismo procedimiento de los nacionalistas: la extranjerización de parte de la población (la mitad como mínimo). En este caso, una extranjerización ideológica. Una “espiral del odio” promulgada por quienes proyectan en los otros el fomento de la misma. Nos empujan al exabrupto, pero aún me queda un hilillo de imperturbabilidad a lo Epicteto. Vuelvo a sumergirme en la música para aeropuertos de Brian Eno. 
 
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25.4.24

No he leído ni leeré a Luis Mateo Díez

En su discurso de recepción del premio Cervantes ha dicho Luis Mateo Díez: “Nada me interesa menos que yo mismo”. A mí me pasa igual: nada me interesa menos que Luis Mateo Díez. Toda la vida oyendo hablar de "los leoneses" (¡hubo un boom de novelistas de allí!) y no haber leído ni una línea de ellos; y menos que de ninguno, de Luis Mateo Díez. Supongo que no lo haré ya. Del nuevo Cervantes me ha echado para atrás quizá su pinta anodina, funcionaril (puede que haya ayudado saber que es funcionario), y sin duda lo del reino de Celama: en cuanto le oigo a un escritor hablar de su "territorio mítico" desenfundo el revólver. Pero tranquilos: no es para dispararle a él, sino para dispararme a mí. No soporto esos infames duplicados del mundo que son los "territorios míticos", como si no tuviéramos bastante con el habitual. En cuanto sé de uno, me quiero quitar de en medio. ¡Todos ellos no son más que Macondos sin gallinazos; salvo el propio Macondo, que es un Macondo con gallinazos y por eso el peor!
 
Un problema (¡o una ventaja!) de los que estamos sepultados en libros es que hacemos todo lo posible por despejarnos de libros, a manotazos si hace falta: a la mínima (y por capricho frecuentemente) hacemos un escrutinio nada donoso. Tarea inútil porque, como escribió Gabriel Zaid en un libro, siempre hay demasiados libros. Cualquier despeje, cualquier canon negativo, es un mero arañazo en la totalidad. Pero alivia. Entre todo lo que no he leído y quiero leer (¡Dickens, Eça de Queiroz, Musil, Naipaul, Benet, Bellow, Roth –cualquier Roth–, Brontë –todas las Brontë–, Austen, Woolf!), al menos sé que no voy a leer a Luis Mateo Díez. Puedo asistir al espectáculo o espectaculito de Luis Mateo Díez sin culpa, sin la comezón de no haberlo leído ni saber ni papa del reino de Celama (en el que me gustaría entrar un ratito, lo confieso, para colar una pareja de gallinazos en un trasportín, en plan Arca de Gabo, y soltarlos para macondizarlo un poco).
 
Los aficionados a la literatura (¡odio también la palabra letraherido!) somos aficionados a más cosas que a leer: a entrevistas con autores, presentaciones, suplementos culturales, reportajes, reseñas, cotilleos, conferencias, diálogos, mesas redondas, ¡discursos! Somos aficionados a un universo muy vasto fundado en los libros, de los cuales siempre hemos leído poquísimos por comparación. Sé mucho de autores de los que no he leído ni leeré nada, cuáles son sus libros buenos y malos, si son admirables o despreciables, qué podría gustarme de ellos y qué no, de qué van, qué venden... Son como colegas virtuales, unos me caen simpáticos, otros antipáticos y otros (la mayoría) me dan igual, pero sus libros no los he leído. Son la espuma de algo que ignoro.
 
Al final, entre tanto atiborramiento, es el autor, con su persona y su discurso, el que sostiene su obra. Lo que él dice de él es lo que se piensa más o menos de él, con la ligera corrección de lectores y críticos. Hay prestigios y famas que dependen exclusivamente de la presencia del autor; y en igual o mayor medida depende de que no se contraste con la lectura de sus libros: a veces me ha ocurrido que por fin he ido a leer a un autor prestigioso o famoso y no daba crédito a su prestigio o su fama con una obra tan mediocre. Por eso ya casi no queda nada cuando un autor muere. Solo quedan sus libros, que ni antes ni después ha leído demasiada gente. 
 
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21.4.24

Test moral, guerra mundial, los dos besos y un libro con su prólogo

[Montanoscopia] 

1. No son lo mismo la política y la moral. Aunque en ocasiones, como hoy en el País Vasco, unas elecciones políticas son ante todo un test moral. 

2. Iba a empezar la Tercera Guerra Mundial y me quedé despierto hasta la una o las dos. Luego me dormí. Por la mañana me asomé al iphone y todavía no había empezado la Tercera Guerra Mundial. Pero empezará cualquier día. Si a menos de un siglo de la Segunda estamos así, es que no tenemos remedio. La humanidad va cada vez mejor, dicen los optimistas. Es verdad. Y seguirá yendo cada vez mejor hasta que de pronto vaya definitivamente peor; o sea, que deje de ir. 

3. Nuestro Ignacio Vidal-Folch, es decir, el Vidal-Folch bueno, ha escrito un necesario artículo "para acabar de una vez con los dos besos" que los hombres les venimos encasquetando a las mujeres en las presentaciones, viéndonos obligados a veces para tal cometido a "bailar la yenka". Dice que él ya, por principio, solo da la mano, lo que desconcierta a algunas. Aquí hay una clave. Pese a que la supresión de los dos besos es una nueva reivindicación feminista, la verdad es que son ellas las que han mantenido la costumbre, un poco al modo en que se dice que son las madres las que les dan de mamar a sus hijos el patriarcado. Lo que se presenta como servidumbre femenina los hombres llevamos toda la vida sufriéndolo como engorro masculino. ¿Qué es eso de tenerles que plantar dos besos a todas cuando solo nos apetecería hacerlo con una de cada cien o doscientas? Pero ahí han estado siempre ellas, enroscándose en nosotros, agarrándonos del cogote para que no nos escapáramos y violentándonos con esos besos con frecuencia nada apetecibles. Ha sido la de ellas una política de hechos consumados y tierra quemada. Para hacer lo de Vidal-Folch, extenderles preventivamente la mano, hay que tener mucha personalidad y la voluntad de aguantar el chaparrón. Por otro lado, si es cierto que históricamente les han desagradado nuestros dos besos, entonces se trataría de una doble salida del armario, porque a nosotros (¡históricamente!) nos han desagradado, ya lo he dicho, también. Así que yo, que por falta de personalidad he mantenido la inercia de seguir dándolos, haré como Vidal-Folch a partir de ahora y extenderé la mano. (La yenka que la bailen sus madres, esas mismas que daban de mamar patriarcado.) 

4. El problema para los entusiastas de Lloro porque no tengo sentimientos, de Bárbara Mingo (La Navaja Suiza), es que lo mejor que se puede escribir sobre el libro va en el libro: es el prólogo de Daniel Gascón. Desde fuera lo único que nos queda es incitar a que nuevos lectores accedan al libro con su prólogo, y entonces se maravillen. Lloro porque no tengo sentimientos reúne artículos que son a la vez "cuentecillos" (como dice la autora), o poemas en prosa (del modo vigoroso en que los planteó Baudelaire), o parábolas de sabiduría vital (y disparate), o iluminaciones de flâneuse (por la ciudad, su casa o el campo; sola, con amigos o animales). La escritura es ligera y libre, precisa, cantarina, saltarina, ¡con humor! Transcurre con un talento despreocupado que suscita complicidad. La alegría tan delicada que produce su lectura (una alegría que se roza con la melancolía) tiene un efecto celebratorio de este "mundo raro". Uno de los textos termina así, y creo que así se resume: "y me deprime un poco pero también me río y me digo no entiendo nada, estoy estupefacta, estoy viva". (¡Pero esto se cita en el prólogo!) 

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18.4.24

Aldonza Lorenzo pactará con Bildu

No me he aprendido el nombre del candidato socialista a las elecciones vascas. La primera vez que lo oí (lo miro: es Eneko Andueza) me sonó a Aldonza Lorenzo y como Aldonza Lorenzo se ha quedado. Es poco serio, pero con la política española actúo ya en legítima defensa: me la tomo a pitorreo. Y con el PSOE no digamos. Si este partido quiere respeto, que se lo empiece a construir: desde muy muy muy muy abajo. El lugar exacto en que se encuentra.
 
Aldonza Lorenzo, con su cara de mazapán, asegura que no pactará con Bildu en ningún caso. Mi natural bonhomía me inclina a creerle. Pero es una bonhomía ya muy maltratada (¡muy maleada!) por estos cuatreros. Así que, a poco que lo necesite o se lo mande Sánchez, Aldonza Lorenzo pactará con Bildu que te cagas (disculpen la escatología: forma parte también de mi arsenal de legítima defensa contra la política española, que es hoy una política de mierda).
 
Naturalmente, reconoceré que Aldonza Lorenzo ha estado diciendo la verdad si, llegado el caso, no pacta con Bildu o desobedece a Sánchez si este se lo manda, o dimite para no obedecerle. Entonces le diré: "Bien, Aldonza Lorenzo, me equivoqué contigo: decías la verdad. Lo siento". Pero será entonces, no antes. La palabra de un socialista no vale nada: su crédito es cero. Cada socialista, individualmente, si lo desea y se esfuerza, se la tendrá que ir ganando a posteriori. A priori es un mentiroso, en emulación de su jefe, al que respaldan o no cuestionan.
 
El espectáculo viene siendo patético. Ahora es Bildu. Después de estos últimos años con el propagandismo del PSOE y sus sincronizados en favor de Bildu, de su espíritu democrático (¡nada que ver con el PP!), de su inserción en la causa progresista (¡justo al revés que el PP!), de su pasar página con ETA (¡no como el PP!), ahora vienen unos días (¡y solo unos días, hasta que acabe la campaña electoral vasca!) en que Bildu vuelve a ser antidemocrático, reaccionario y heredero de ETA. Y a todo esto se supone que tenemos que asistir los ciudadanos con interés y gravedad, sin partirnos el culo.
 
Aparte del espectaculito del PSOE (incluido el PSE, que ha tragado con todo lo que ha venido haciendo el PSOE en favor de Bildu, incluido Patxi Puente, que es medio del PSE; ni una palabra se le ha oído a Aldonza Lorenzo contra Patxi Puente cuando Patxi Puente casi proponía a Bildu para el premio Nobel de la Paz y el Princesa de Asturias de la Concordia), está lo de Bildu en sí: esa caca.
 
La caca de la sociedad vasca, mayormente. Cómplice de los crímenes y cómplice de los post-crímenes. O cobarde cuando no cómplice: héroes cívicos hubo muy pocos (Aldonza Lorenzo estuvo entre ellos, por cierto: se afilió con diecisiete años, en el oscuro 1996, a aquel PSE; tal vez debería hacer más por creerle). El problema de Bildu es lo que sigue predicando Bildu aunque su ETA ya no mate: la monserga revolucionario-nacionalista de que no vivimos en una democracia sino en una prolongación del franquismo. Lo mismo que piensan también los independentistas catalanes y Sumar y Podemos. Toda esa sopa boba que encandila a los jóvenes porque se sienten guapísimos por ser antifascistas: no contra una dictadura, ¡sino contra una democracia!
 
Lo único que queda es una tautología a lo navaja de Ockham (¡simplicidad lógica al menos!): ETA golpeó el árbol y ETA (Bildu) recoge las nueces. Y el PNV fuera. El papelón del PNV no está pagado. Por ahí sí: carcajadas sanas.
 
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