27.10.15

Cuestionario sobre Cataluña

Estas son mis respuestas al cuestionario que prepararon Paula F. Bobadilla y Cristian Campos para el libro Y si Cataluña rompe España, ¿qué?, editado por Toreo de Salón. El cuestionario lo respondí el 30 de agosto de este 2015.

1. ¿España roba a los catalanes más de lo que roba al resto de los españoles? ¿Debe tener límites la solidaridad de los catalanes con el resto de los españoles?
La primera pregunta es un ejemplo (un síntoma) de cómo los nacionalistas empiezan por conquistar pequeños territorios retóricos. Sueltan un mantra, como el de “Espanya ens roba”, y este se pone a circular como si fuese algo serio, como si fuese algo que hubiera que tomarse en serio. Yo lo único que voy a decir es que el verbo “robar” a quien me evoca es al inspirador de Ubú President (y a su prole), que montaba en la realidad un espectáculo mucho más salvaje que el de Boadella en el teatro. En cuanto a lo de la solidaridad: sus límites, como en todo, han de ser los de la razón. O sea, que no los pueden poner los nacionalistas.

2. ¿Es viable social, política, cultural y económicamente una Cataluña independiente?
Supongo que sí, tras el sacrificio de varias generaciones y tras un considerable trauma o desgarrón. Al término quedaría una Cataluña más pobre y pequeña en todos los sentidos, en justa correspondencia con la mentalidad pobre y pequeña de los propugnadores de la independencia.

3. ¿Es viable social, política, cultural y económicamente una España sin Cataluña?
Sí lo sería, pero con el lastre de un gran empobrecimiento. Incluido el empobrecimiento cultural. A diferencia de lo que sucedería dentro de Cataluña, sin embargo, no habría desgarro interior. Habría trastorno por la amputación, y quizá una relación conflictiva, deprimente, con el “miembro fantasma” (puede que acusáramos una ola noventayochista, y quizá el resurgimiento de un cierto nacionalismo español coñazo, no lo sé); pero el trauma en el resto de España (en lo que quedara de España) sería mucho menor que el que tendría lugar dentro de la propia Cataluña.

4. ¿A usted le importaría que el idioma catalán desapareciera? ¿Por qué?
A mí personalmente el idioma catalán me da igual. No siempre fue así. Quise aprenderlo en su día, porque me aficioné a los poetas catalanes (que leía en ediciones bilingües: de Foix, Brossa, Ferrater, Gimferrer...), y hasta me compré una gramática; pero tras el tostonazo nacionalista, ya paso. Antes he dicho que me da igual, pero voy a decir la verdad: lo he aborrecido (y me he resistido a decir esa verdad porque también es incómoda para mí). Si yo fuese legislador y tuviese responsabilidades políticas, ya me cuidaría de que en mis actuaciones no interfirieran mis problemas actuales con el catalán: me comportaría con altura de miras y los catalanohablantes no tendrían nada que temer conmigo. Pero desde un punto de vista estrictamente personal me limito a constatar mi aborrecimiento en este instante (quizá remita en el futuro: no hago de ello cuestión personal, ni mucho menos; ya digo, es un aborrecimiento que me incomoda, pero que está: me lo han fabricado los nacionalistas).

5. ¿Y si el que desapareciera fuera el idioma español?
Me produciría melancolía, porque es mi lengua. Pero es una melancolía impepinable: la lengua española desaparecerá, como todas las lenguas y como todo. También desaparecieron el imperio romano y el latín. Todas las cosas son entramados provisionales.

6. ¿Y por qué no debería permitirse que los catalanes se independizaran si así lo desean mayoritariamente?
A lo mejor precisamente porque no hay que aceptar esa primacía del “deseo” sobre la ley de un Estado democrático. Un “deseo” que, en este caso, no es espontáneo: sino estimulado, adoctrinado, fundado en delirios y tergiversaciones, en pasiones tristes y en resentimiento. De todas formas, confieso que aquí tengo un conflicto. Si esa mayoría fuese abrumadora, fuese cual fuese la causa, y por muy irracional y malintencionada que hubiese sido, no sé qué se podría hacer en contra... Habría que resignarse, supongo. (Aunque hoy por hoy no está seguro que vaya a haber una mayoría, y mucho menos “abrumadora”).

7. ¿A usted le gusta España? Suponiendo que se le permitiera vivir con su mismo nivel de vida actual en cualquier país del mundo, ¿escogería España?
España no me gusta: me resigno a ella, porque es lo que hay. Este es el momento de decir que a mí el principio fundamental de los independentistas me parece acertado: “la solución estaría en salirse de España”. El problema es que no se puede: es un simple problema de realidad. Curiosamente, es España la que se ha salido un poco de España (de su tradición nefasta) a partir de la Transición, en que ha vivido democráticamente y, dicho sea de paso, con una gran relajación patriótica; la excepción a esto último han sido los territorios dominados por los nacionalistas, en que la monserga patriótica se mantuvo, solo que cambiando de adscripción. Y son los nacionalistas justamente los que representan hoy el detestable ceporrismo histórico español. Yo detesto a los nacionalistas en tanto que encarnan, hoy, ese ceporrismo que durante el franquismo representaban los franquistas. Ese, exactamente ese, es su lugar. (En cuanto a mí, todo lo que no sea vivir en Brasil, en Río de Janeiro, es un error. En España vivo, pues, en el error).

8. ¿Por qué debería creerme que en una Cataluña independiente se respetarían los derechos de los españoles si en la Cataluña dependiente se ha multado a comerciantes por rotular su negocio en español?
No sé qué pasaría. En principio, dudo que en la Europa actual puedan conculcarse derechos gravemente (la historia no invita al optimismo, pero en fin, hoy por hoy no lo veo). Lo que sí sé es el material deleznable del que está hecha la mentalidad nacionalista: odio, oscurantismo, cortedad de miras, miseria espiritual, miedo. El historiador John Lukacs escribió a propósito del ascenso de Hitler en Alemania (lo siento, pero cuando se habla de nacionalismo hay que hablar de Hitler, aunque pasemos por marionetas de Godwin): “Cuando el nacionalismo sustituyó a las versiones antiguas del patriotismo (todo patriota tiene algo de nacionalista, pero pocos nacionalistas son verdaderos patriotas), se buscó enemigos entre los conciudadanos”. El nacionalismo no es tanto una máquina de fastidiar al extranjero como de fastidiar al vecino no nacionalista (extranjerizándolo).

9. ¿Es España algo más que un ente administrativo puramente instrumental? ¿Qué, en concreto? ¿Lo es Cataluña?
España es un resultado histórico. No sé qué más decir. Me superan las “metafísicas” sobre las naciones. (Y Cataluña es otro resultado histórico dentro del anterior resultado histórico).

10. Los catalanes quieren emigrar de España pero sin moverse del sitio y sin soportar ninguna de las incomodidades asociadas a una ruptura traumática con su país actual. Rebátalo.
Rebato ese empleo abusivo de “los catalanes”. Yo restrinjo la afirmación a los “nacionalistas (independentistas) catalanes”. Aplicado a ellos, lo que dice la pregunta es justo la prueba de que el nacionalismo es un delirio de huida de la realidad. “España” es para ellos solo una excusa (la que tienen a mano) para huir de la realidad. Algo muy español por otra parte. Los nacionalistas –como vengo sosteniendo– tienen un plus de españolidad (¡y aquí sí incurro en metafísicas, pero es por joder!). Si los españoles, digamos, están alejados un paso de la realidad, entonces los españoles que además son nacionalistas están alejados dos pasos: el propio de los españoles y el suyo añadido de nacionalistas. Recuerdo, por ejemplo, una manifestación en Cataluña contra los precios en una autopista de peaje en la que los manifestantes llevaban la estelada: como si en la Cataluña independiente las cosas no se tuvieran que pagar. Ese y no otro es el sueño: Jauja.

11. ¿En qué cambiaría su vida si Cataluña se independizara? ¿Adoptaría algún tipo de decisión personal (por ejemplo mudarse o boicotear los productos catalanes o españoles)?
Bueno, sobre lo de los boicots yo propuse en Twitter uno a la japonesa: inflarnos a consumir productos catalanes para multiplicar los “lazos económicos”, o sea, para que se hiciera patente el dinero que iban a perder con la independencia... Bromas aparte, mi vida cambiaría supongo que en el empobrecimiento general que nos afectaría a todos. Supongo también que me llevaría algún berrinche por el modo tan estúpido por el que se habría llegado a eso. Pero nada más. Mis sentimentalidades van por otro camino. (Sí se me ocurre, por cierto, un posible efecto positivo: el advenimiento de una melancolía austrohúngara, de más empaque que la noventayochista, que a lo mejor nos hacía más desconfiados de la historia, más espabilados, más prácticos y más recios).

12. ¿Qué diferencia hay entre un nacionalista y un patriota?
En la cita de John Lukacs que puse en la pregunta 8 se ve que este distingue entre ambos; otra de sus ideas es que el nacionalismo es agresivo mientras que el patriotismo es defensivo. Yo propondría esta definición: el nacionalismo es una ideología que pretende reducir la realidad de un país a una idea abstracta, esforzándose por que la realidad de ese país encaje en esa idea abstracta (y entrando en conflicto con todo lo que se interpone en el camino de esa abstracción); el patriotismo, en cambio, sería la lealtad al país real, tal y como es (si acaso, con el propósito de mejorarlo, pero por los cauces de la realidad). La Cataluña de los nacionalistas, pues, no es la Cataluña real, sino el aberrante parque temático de la “catalanidad” que ellos tienen en la cabeza.

13. Los que por inmovilismo se opusieron en su momento a la Constitución se han convertido ahora en sus principales defensores, también por inmovilismo. Rebátalo.
Bueno, para ser tan “inmovilistas” parece que se mueven demasiado... No entro en esa retórica: a mí las evoluciones me parecen bien si son en la buena dirección. Y también me parece bien quedarse en un sitio si se trata de un buen sitio. La Constitución de 1978 me sigue pareciendo un buen sitio: no tanto en sí mismo, sino por comparación con el sitio al que quieren llevarnos los que se oponen a ella. Digámoslo claramente: ni uno solo de nuestros problemas en estos treinta y siete años se deben a artículos de la Constitución que se hayan respetado.

14. ¿Qué argumento contrario a su punto de vista sobre la independencia se ve incapaz de refutar racionalmente?
El que manifesté en la pregunta 6. La soberanía es “de todos los españoles”... pero si una mayoría abrumadora de catalanes quiere independizarse, no sé qué se podría hacer en contra. A efectos prácticos y a estas alturas. (Antes se podría haber sido más astuto, más listo, menos entreguista; aunque esto ha sido también hermoso a su manera: simplemente se confió en unos tipos –los nacionalistas– que resultaron patanes y traicioneros).

15. ¿Por qué provoca más rechazo la renuncia de una persona a una convención administrativa (la nacionalidad) que la renuncia de esa misma persona a su realidad biológica (su sexo)?
Es una pregunta torticera. No sé qué tiene que ver una cosa con la otra, ni siquiera en términos de “rechazo”. Yo, de hecho, con mi detestación del independentismo no estoy rechazando que se renuncie a una convención administrativa, sino justo lo contrario: rechazo todo el adoctrinamiento, toda la tergiversación de la historia, toda la soflama patriótica (no de carácter administrativo, sino metafísico: estrictamente falangista) que hay detrás de esa actitud. El independentismo en sí me parece algo neutro: puede ser racional o irracional, según. Pero hoy en día el independentismo solo se da con el nacionalismo, que es irracional. De ahí mi rechazo.

16. En el hipotético caso de que el gobierno de la Generalitat declarara la independencia, ¿cómo cree que debería responder el Gobierno Central? Sea concreto.
No lo sé. Solo se me ocurre: aplicar la ley... si se puede.

17. ¿En qué se diferencia un español de un catalán?
¡Otra vez el juego de las nacionalidades y las denominaciones genéricas! Pero venga, entraré en el juego: hoy por hoy “un español” es alguien que, a diferencia de lo que ocurría en el franquismo, tiene menos probabilidades de padecer la tara nacionalista que “un catalán”.

18. ¿Pueden los catalanes tomar de forma autónoma una decisión que afecte de forma sensible al resto de los españoles? ¿Por qué?
Pues mire, esa sería una buena razón para desatascarme a mí mismo con respecto a lo planteado en las preguntas 6 y 14: ellos estarían decidiendo sobre algo que me afecta a mí también, y de manera considerable.

19. ¿La de 1714 fue una guerra de sucesión o de secesión? ¿Y por qué debería importarnos en 2015?
Me he asomado solo un poco al asunto, y siempre que lo he hecho lo que se ve es: a) la complejidad de la historia; y b) la simplificación que se hace de ella. Si en 2015 importa 1714 es por esa simplificación que se hace en 2015. Pasa lo mismo que con la Guerra Civil, que los nacionalistas (tan franquistas ellos, y muchos lo fueron literalmente) presentan como una guerra de “los catalanes” contra “los españoles”. Un coñazo.

20. ¿Son los problemas de los catalanes diferentes a los del resto de los españoles? ¿Solucionaría la independencia alguno de esos problemas?
No, los catalanes tienen un problema mucho más grave que el del resto de los españoles: el del nacionalismo. Con la independencia no sé qué pasaría. En principio, a los nacionalistas (insisto: hablo siempre de los nacionalistas, no de “los catalanes”) se les cerraría la gran fuente de su victimismo... pero ya se inventarían algo. Plastas sin fin.