3.7.15

Savater en Epsom

He esperado este año, como ningún otro, el artículo de Fernando Savater sobre el Derby de Epsom, la carrera de caballos a la que ha estado asistiendo, y sobre la que ha venido escribiendo, desde 1975. El Derby tiene lugar a principios de junio y el artículo de Savater suele salir a mediados. Yo lo espero como la película anual de Woody Allen, o como el Tour, que empieza mañana y es mi Epsom particular. Pero este 2015 está siendo duro para Savater: su mujer, Sara Torres, murió en marzo. No ha querido esconder su pena y yo sé por qué: para tenerla a ella presente, aunque sea en la melancolía. Escribió la columna "Formas de duelo", y en la entrevista que le hizo El País dijo: "Nosotros teníamos una relación basada en compartir los libros, las películas... Ahora todo me parece plano, sin eco". Cuando pasó la tercera semana de junio sin que el artículo de Epsom apareciera, pensé que este año no había ido, finalmente. Pero sí. A cuatro días de que acabase el mes se publicó "El Derby del vacío".

En el artículo, Savater ofrece una formulación exacta, que mi amigo Manuel Arias y yo estuvimos ponderando: "Es el designio del amor que una presencia radiante lo llene todo y la ausencia de esa presencia todo lo vacíe. Solo una cosa falta y ya todo sobra". Y después de la carrera: "¡La alegría, qué envidia! Aún me acuerdo un poco de cómo era".

Que Savater esté también triste era lo que nos faltaba. Le debo tan buenos momentos, como lector de todo lo que ha escrito, y lo he admirado tanto, que una vez hice una adaptación personal del "Otro poema de los dones" de Borges y uno de mis versos era "por el valor y la felicidad de Fernando Savater". Borges da las gracias en su original "por el valor y la felicidad de los otros", en una de sus hermosas muestras de generosidad antirresentida. Pero el mejor agradecimiento de su poema es "por el amor, que nos deja ver a los otros / como los ve la divinidad". Lo malo es cuando esa otra persona está ausente: entonces la mirada hacia ella (hacia su hueco) sigue siendo amorosa, pero hacia todo lo demás se vuelca la mirada de Saturno. Me recuerda al "Outra vez", de Vinicius y Jobim, que cantaba João Gilberto: "Voy a hablar mal del mundo / hasta que regreses".

Los últimos artículos de Savater son particularmente ásperos, e incluso rudos. Es cierto que el mundo acompaña: se ha hundido su UPyD, ascienden los populismos y los oscurantismos que él se ha pasado la vida combatiendo, el embrutecimiento se generaliza... Pero sabemos por el propio Savater que no hay que acompañar al mundo en sus despropósitos. En mitad de la desolación, me ha emocionado que acudiese a Epsom, como buscando la salida, o entrar de nuevo. Ojalá el eco de la galopada le dé ánimo y lo restituya. Un Savater oscuro como Cioran al fin (el filósofo rumano le agradeció socarronamente en una dedicatoria "sus esfuerzos por ser pesimista") lo acogeríamos también sus lectores, pues somos degustadores, como él, de ese otro tono. Pero preferiríamos que recuperara la alegría que nos enseñó, y que nos dio.

[Publicado en Zoom News (Montanoscopia)]