15.5.14

El vivo al bollo

Justo a la hora en que andaba yo escribiendo el lunes las melancolías que saldrían el martes, se produjo el crimen de León. Desde entonces la melancolía no ha hecho más que crecer, por el crimen y por lo que se ha generado en torno. El embrutecimiento no está generalizado, pero sí están generalizados los brotes de embrutecimiento. Se dan rienda suelta a cosas que antes se reprimían; quizá porque ahora hay espacios donde no reprimirlas. Estos espacios, por lo demás, son más plurales (y más variados moralmente) de lo que se proclama: junto con los impresentables, están quienes les regañan; junto con los necios, están los sensatos. Twitter es una reproducción bastante completa de la sociedad; si acaso más frenética, porque tiene menos cortapisas.

Pero ya estaba acostumbrándome a esta melancolía extra, cuando he debido regresar a la anterior. Una vez reanudada la campaña electoral tras la jornada de duelo, me ha sorprendido ver en seguida a Cañete con sus viandas y sus libaciones. Su campaña parece una versión gastronómica de Un país en la mochila, solo que la mochila aquí es el estómago del candidato popular. Quizá hubiese sido menos chocante que celebrara su debate con Valenciano el día después del crimen que exhibirse dos días después tan risueño. Los debates, al fin y al cabo, son lo más sobrio de las campañas. Y con el constreñimiento con que suelen darse aquí, casi podrían computarse como luto.

En cualquier caso, estoy convencido de que no hay un desprecio deliberado de Cañete por la compañera de partido asesinada. Creo que ha sido simplemente víctima del engranaje impersonal (y despiadado a su manera) de las campañas. Estas se conciben como un festejo hortera, triunfalista y demagógico. En ellas no hay sitio para la contención, ni para mostrarse grave ni serio. No se puede hacer campaña desde la tristeza. Por eso en realidad se hizo bien en suspenderla por un día: su único modo de ser digna era no siendo. Como ven, seguimos en el ámbito de las verdades melancólicas. Al final los candidatos no encuentran otro modo de estar a la altura de ciertas circunstancias que autoeclipsándose.

[Publicado en Zoom News]