10.4.14

Una situación embarazosa

Lo preocupante es el socavón: el desplome del nivel. Hasta hace no tantos años, Cataluña era la vanguardia intelectual de España, lo más parecido que teníamos a Europa; una especie de antesala. El nacionalismo la ha convertido en lo más alejado. Por obra de su amor enfermo, Cataluña es hoy la different. El catalanismo nos roba: nos roba la Cataluña que admirábamos. En su lugar está este bochorno de mermelada que no sabemos dónde meternos.

¿Qué hacer cuando la élite de un territorio, con creciente efecto hacia abajo, se pasa al delirio? Yo ya solo discuto para pasármelo bien, para soltar mis carcajadas sarcásticas, para reírme (bajunamente) con el tonto del pueblo (arrepintiéndome a continuación). ¿Pero dialogar? El diálogo exige una condición previa: el respeto a las palabras, a lo que significan. No se puede dialogar con quienes se dedican a malversar palabras nobles, como “democracia”, a su conveniencia; o no entienden qué es “Estado de Derecho”.

Pero esto es un papelón. Hay situaciones tensas en que se puede llegar a un acuerdo, porque las dos partes están en un estadio mental equivalente y las razones respectivas, aunque no se compartan, resultan comprensibles. No es el caso con los que mandan ahora en Cataluña ni con su inteligentzia (oxímoron de vértigo). Se han convertido en adolescentes con los que es imposible mantener una relación madura. Y ellos solos se han metido ahí, pasmosamente, creando una situación embarazosa para todos.

Es embarazosa para nosotros, los demócratas no nacionalistas, porque de pronto nos vemos por encima de un modo abrumador. Y da un poco de vergüenza verse tan alto sin haber hecho mérito. Porque no hemos hecho nada: es solo que ellos se han despeñado. Y es embarazosa para ellos, porque la única opción que les queda, si no quieren continuar en la locura, es reconocer que se han equivocado; que están en el sótano y que deben subir un montón de escalones para llegar siquiera al suelo. Algo humillante, en verdad: lo que, unido a la indigencia en que se han instalado, lo hace prácticamente imposible

Del debate del martes lo que más me gustó fue que, tras la votación final, los vencedores aplaudieron poco, solo una ráfaga por compromiso. No se quería ofender. Es una encrucijada triste. Los enviados catalanistas daban mucha pena y nuestros constitucionalistas no quisieron escarnecerlos. Se hacen perfectamente cargo de la situación embarazosa. Y me emocioné un poquito, con seca melancolía. Me enorgullece que mis representantes tengan más clase que yo.

[Publicado en Zoom News]