21.1.14

La tiranía de los tristes

No es poco mérito el de Fernando Savater, al que ahora de jubilado le regañan por lo mismo por lo que le regañaban de joven: por mostrarse lúdico y frívolo. La tenaza que tenía cogida a la filosofía española (y que sigue teniendo en parte), con el tomismo en un lado y el marxismo en el otro, no permitía risas. Sobre todo, risas contra ellos.

La palabra de moda entonces era compromiso, y sus apóstoles acusaban de eludirlo a Savater y a los demás nietzscheanos que habían entrado soltando carcajadas. Pero ha pasado el tiempo y una verdad regocijante asoma: aquellos predicadores del compromiso han llevado una vida política sin problemas, mientras que Savater ha tenido que estar muchos años con escolta. El frívolo ha resultado el más efectivamente comprometido de todos. Y además, para fastidiarles, sin renunciar a la diversión.

El sábado volvieron a afearle la conducta en La Sexta (¡en La Sexta!), donde lo sometieron a una especie de tercer grado a propósito de lo que declaró hace unos años de que se había divertido gracias al terrorismo (aquí, a partir del minuto 7:40). Se refería, obviamente, al estímulo de la lucha contra los terroristas y sus secuaces; pero las monjitas y los monaguillos se llevaron las manos a la cabeza. Y no me extrañaría que algún cura con txapela lo hubiera hecho también. De hecho, uno de los impresentables que se manifestaron en Bilbao en favor de los presos etarras ya había tachado a Savater de “bromista” el día antes en el Deia...

Al final, la derrota de ETA, a la que Savater ha contribuido notablemente (aunque conviene no abusar del pretérito, por si las moscas), tiene una dimensión particularizada en el propio Savater: ETA no ha podido derrotarle el ánimo. Como tampoco podrán los tristes que tratan de imponer su tiranía. Esos tristes que no solo no actúan y luego se quejan. Sino que encima también se quejan del que ha actuado, si se lo ha pasado bien.

[Publicado en Zoom News]