15.10.13

Dialéctica de las banderas

Es un latazo el empeño de los nacionalistas en llamar franquista a la bandera española y en acusar de franquistas a quienes la sacan. El diálogo es imposible con los que se enroscan en semejante ceporrismo, treinta y cinco años después de que esa bandera solo simbolice (si no lleva el aguilucho, como no suele llevarlo) a la España constitucional. Para que haya diálogo, en efecto, es necesario manejar el mismo código y discriminar entre los distintos significados. Si los nacionalistas no distinguen entre la España de Franco y la de la Constitución, ¿de qué se puede hablar con ellos? Podemos sentarnos a la misma mesa y comer butifarra (¡o jabugo!) civilizadamente, ¿pero dialogar?

Ellos puentean, sin más, a la España democrática; y pretenden vencer en ella al franquismo con el que no pudieron (y al que ni siquiera combatieron siempre). Su obcecación en identificar lo español con lo franquista refleja, sin duda, esa culpa. Pero también alberga autoconocimiento. En el fondo del fondo, los nacionalistas saben que es impresentable lo que le están montando a la España democrática. De ahí el furor con el que le niegan esta condición: para ellos es urgente, porque sería la premisa de su pataleta; la coartada que les excusaría de su impresentabilidad. El nacionalista necesita enfrente alguien de su nivel. La España democrática les queda demasiado arriba, así que buscan por abajo y se encuentran con alguien de su talla: el nacionalista español de hace cuarenta años.

La Historia tiene la fastidiosa costumbre de cambiar. Y con ella cambia el significado de sus símbolos. La bandera que durante cuarenta años fue el símbolo de una dictadura es hoy, sin aquel escudo, el símbolo de una democracia. Guste o no guste, es la que representa hoy el principio de legalidad y la salvaguarda de los derechos de todos los españoles. A los que no somos nacionalistas, nos dan un poco de pudor las banderas, incluida la nuestra. Pero ya va siendo hora de señalar, impúdicamente, ciertas superioridades. Hay una objetiva en la española: su hospitalidad. Donde hay banderas españolas, pueden ondear otras sin problema. Lo pudimos ver una vez más el 12 de octubre en Barcelona. En las fiestas patrióticas del independentismo no ocurre así. Y con esto debería bastar para detectar por dónde corre hoy el aire y dónde está la asfixia.

[Publicado en Zoom News]