24.9.13

El coñazo del antinacionalismo

El sábado me puse a dar saltos con el espectacular artículo (¡maravilloso!) de Antonio Muñoz Molina en Babelia, “‘Kitsch’ nacional”, donde le da el repaso definitivo a la horterada estética de los nacionalistas. Me encontraba en pleno baile de celebración, perdiendo (¡lo reconozco!) los estribos, cuando la persona que me acompañaba me espetó: “¡Qué pesado estás con el antinacionalismo!”. Me cortó el rollo, pero me hizo pensar; que es una de las cosas que pueden hacerse cuando le cortan a uno el rollo.

Es verdad. Estoy muy pesado con el antinacionalismo. Tan pesado, que me he convertido en una especie de nacionalista del antinacionalismo. Pero reconocerlo, en vez de calmarme, me irrita más: porque el antinacionalismo es otra de las mierdas que ha ido expeliendo el nacionalismo. Este es un énfasis segregador de pringue, y es muy difícil no chapotear cuando el magma se ha adueñado de todo el espacio. Hay excepciones sabias, como la de Iñaki Uriarte, en cuyos Diarios ha logrado no ser ni nacionalista ni antinacionalista; aunque su mérito no está en la equidistancia, sino en la manera limpia, sin pelusa, en que no es nacionalista. (No ser antinacionalista sería en su caso no haberse dejado marear, ni alterar, por el discurso).

Los que sí entramos en el juego reconocemos haber perdido la batalla inicial con los nacionalistas, que es la de hacerles caso. Con los adolescentes, ahí está todo perdido. Aunque lo damos por bueno (una vez que nuestra impaciencia nos ha sacado de la sabiduría) por lo espléndidamente que nos lo pasamos pinchando a tontorrones. Y es también, qué diablos, una de las pocas luchas incuestionables que pueden ejercerse hoy en favor de la ilustración y de la libertad, y en contra del oscurantismo. El hecho de que vengamos resultando repetitivos nos molesta, claro está (¡somos coquetos!). Pero esta molestia no es nada comparada con el regocijo de matar moscas, aunque sea a coñazos.

[Publicado en Zoom News]