6.8.13

El poli bueno

El artículo que habla de otro artículo no elude necesariamente la actualidad, puesto que la actualidad se manifiesta también en forma de artículos. Uno de los empeños más brillantes de Arcadi Espada (mi maestro en algunas cosas y mi antimaestro en otras) es el del análisis de la actualidad por medio de sus manifestaciones periodísticas: la consideración de la prensa como síntoma del mundo, y por lo tanto como uno de los sitios por el que mirarlo. Hoy voy a ocuparme, como buen y mal discípulo simultáneamente, de un artículo del propio Arcadi Espada.

El sábado, dos días después de la comparecencia de Rajoy en el Senadocongreso, a propósito del caso Bárcenas, Espada publicó en El MundoUn compromiso de Estado”. Fue saludado por todos (por ejemplo por Hermann Tertsch, por mi amiga Berta González de Vega, o por el mismísimo Pedro J. Ramírez) como un artículo discrepante con la línea editorial del periódico. Y en efecto lo parecía. Yo mismo estuve opinando que Espada se había marhuendizado, que su elogio de Rajoy venía a ser una portada de La Razón sofisticada y con ideas; lo cual, ciertamente, marca una distancia sideral con las portadas de La Razón. Pero el efecto es el mismo, y resulta pernicioso: simplemente, no se puede saludar la excelencia parlamentaria de un presidente que elude todo lo que puede el Parlamento. En cuanto a los discursos en sí: tienen ya poco valor. Espada elogiaba el que pronunció Rajoy en el debate sobre el plan Ibarretxe. Yo también lo elogié; dije, de hecho, que era uno de los discursos más saludablemente democráticos desde la Transición. Pero aquel día hubo otro a su altura: el de Rubalcaba. La melancolía no puede ser más acuciante: nuestros políticos son las sombras de sus discursos; son esa cosa oscura que maniobra por debajo de la luz de sus palabras.

En esto andaban mis consideraciones sobre el artículo, cuando Alfredo Rodríguez me señaló el último párrafo. No le había prestado la suficiente atención: lo cual es grave, teniendo en cuenta que es justo la que explicita lo anunciado en el título. Este se había quedado ahí arriba, invisible como la carta de Poe, entre los más atractivos trastos de la cómoda. Tan atractivos, que también atenuaban la visión del final. Pero este contenía, en cierto modo, una refutación. Y una posibilidad de cortesanía. Y a la vez una trampa (osada, puede que suicida).

En efecto, esas últimas líneas cargan de pólvora los elogios precedentes. Resaltan su peso y enuncian, de algún modo, su contraprestación. Rajoy ha adquirido un “compromiso”, y sería muy grave que un “hecho probado” lo desmintiera. Desde esta óptica, Espada no estaría siendo discrepante en absoluto con su periódico. El artículo no haría más que reforzar su trabajo contra el presidente: habría habilitado una espléndida bandeja sobre la que su cabeza rodara. Se habría comportado, pues, como el policía bueno de las películas, que se opone solo en apariencia al malo, que en este caso sería su director.

Pero con Espada siempre hay un plus, que hace que el placer intelectual se estire. El artículo es también una trampa: una trampa para Pedro J. Ramírez. Si no aparece ese “hecho probado”, será contra él contra el que se vuelva el “compromiso”. Este afecta, de hecho, tanto al presidente como al director del periódico: el caso puede ser un Watergate reversible. Cabe preguntarse si Espada sabe lo que hay y juega sobre seguro. O si simplemente confía, saboreando el riesgo (sería un poli bueno y atrevido), en que no nos fijemos en todo lo que nos pone delante.

[Publicado en Zoom News]