16.5.13

Las autononuestras

Hacía tiempo que tenía ganas de revisitar Las autonosuyas, no por motivos cinéfilos (pese al verbo “revisitar”), sino por motivos políticos. He aprovechado ahora para hacerle de paso mi homenaje a Alfredo Landa, antes de que se termine de extinguir la estela fúnebre. Mato así dos pájaros de un tiro, como si fuese el cazador de Los santos inocentes. Aunque Las autonosuyas también tiene algo de doble en sí misma, porque en ella Landa luce el bigote de El crack 2. Ambas se estrenaron en 1983. Por su parte, El crack inicial y el libro de Vizcaíno Casas son de 1981. Periodo caliente de la Transición, con el intento de golpe de estado de Tejero y la victoria electoral de Felipe González.

La película es a medias profética y a medias repugnante. Nos cuenta lo que ha pasado con el estado de las autonomías, pero de un modo más certero de lo que puede apreciarse en un primer vistazo: es decir, nos lo cuenta en parte contra sí misma. Dicho de otro modo: nos cuenta lo que ha pasado, pero por la retaguardia se le escapa una razón importante de que pasara así. Ahora, con perspectiva, lo vemos bien: nos faltó un antiautonomismo antifranquista; nos faltaron antiautonomistas que fuesen aseadamente demócratas, y por lo tanto creíbles. El que el único modelo de antiautonomista fuese el franquista, y el que solo se riesen de las autonomías los Vizcaíno Casas, lo que hizo fue impulsar el autonomismo, porque este acabó yendo en el lote de la democracia, con una inevitabilidad que solo era aparente.

La visión asfixiante de España de los franquistas, visible también en Las autonosuyas, otorgó de facto a las autonomías el marchamo de antifranquistas por definición. Esto les permitió exhibirse como antifranquistas hicieran lo que hicieran: por más franquista que fuera lo que hicieran. Así, por haber estado poco fiscalizadas, las autonomías, que en principio podían parecer lo más alejado del franquismo, son hoy, en la práctica, lo más cercano al franquismo que tenemos. Una prueba es el carácter que han alcanzado de indiscutibles. Si se las critica, parece que se incurre en profanación: como si saliéramos del terreno de la historia y entrásemos en el religioso.

El caso es que, eliminando de Las autonosuyas la caspa franquista que desprende, eliminando todo lo positivo en que se asienta, resulta profética en su parodia. Como tantas obras de autores equívocos, falla en lo que defiende pero acierta en lo que critica. Y el hecho de que Vizcaíno Casas haya acertado solo indica una cosa: que las autonomías se han desarrollado según una implacable lógica franquista.

[Publicado en Zoom News]