9.4.13

La menopáusica de la Historia

Siempre me fijo en los que mueren juntos. Se producen asociaciones inesperadas. Es como dejar en manos de la muerte un último destello de significación sobre sus vidas. Significación azarosa, claro está: para entretenimiento de los vivos. Hace años, por ejemplo, murieron el mismo día Ava Gardner y Dámaso Alonso. Como a la primera la llamaban “el animal más bello del mundo”, el segundo quedó como el más feo. Ahora se han muerto Sara Montiel y Margaret Thatcher. El juego de pensar cruzadamente en ambas puede favorecerse intercambiando los nombres en los titulares. Así, le correspondería a Montiel: “La mujer que revolucionó la derecha en Europa”. Y a Thatcher esta frase recuperada de Camilo José Cela: “Una de las mujeres más cachondas del Occidente europeo”.

De las dos, era de Thatcher de la que más me acordaba. No por gusto físico ni por afinidad ideológica, sino porque formaba parte del elenco de mis primeros periódicos. La detestaba, naturalmente, pero su cara pertenecía al paisaje de una época de felicidad. En ese paisaje Tejero fracasa en su golpe de Estado, Felipe González gana las elecciones y Margaret Thatcher manda barcos a la guerra de las Malvinas. Se me quedó grabado cómo la llamó Umbral entonces: “la menopáusica de la Historia”. Una gran frase, y muchas risas. Pero con el tiempo ha sido también motivo de reflexión. Por la alegría expresiva que se ha perdido. Y por la brutalidad implícita en aquella alegría (machista, por supuesto).

También, con el tiempo, he aprendido a valorar a los pocos que defendían a Thatcher. Sobre todo a Vargas Llosa. La extrañeza que nos producía aquella defensa es el índice de su soledad intelectual de entonces: un rasgo valioso en sí mismo. Thatcher sigue sin gustarme, aunque se ha colado algún aprecio contradictorio. Aprecio que tiene que ver con sus enemigos, que quizá hoy me gusten aún menos que ella; y con la frase citada por Arcadi Espada: “Estoy asqueada de los sentimientos en la política”. Pero siguen asqueándome los políticos exclusivamente duros. A este respecto, comparto la afirmación sobre ella del exlíder laborista Michael Foot: “No tiene imaginación, y eso significa que no tiene compasión”. No terminan de convencerme los “campeones de la libertad” que apoyan a dictadores como Pinochet y llevan una vida pacata, como si no fueran libres. Sara Montiel lo fue más.

[Publicado en Zoom News]