10.1.13

La estación de Perpiñán

Entre el AVE y yo hay algo personal. Como escribí en otra ocasión, el resultado de la llegada del tren de alta velocidad a Málaga es que mis viajes a Madrid ahora tardan dos horas más, ya que he tenido que volver al autobús. El incremento de precio ha sido excesivo en relación con el ahorro de tiempo. Para mí el AVE es el símbolo del despilfarro pretencioso e ineficaz que nos ha conducido a la crisis, y no es extraño que los viajes anteriores al estallido de la burbuja inmobiliaria fueran insoportables por los gritos al teléfono de los constructores, que en él se sentían como en casa. De manera que he recibido de uñas el paseo de Mariano Rajoy, Artur Mas, el Príncipe Felipe y la ministra Pastor, con ganas de que ocurriese algo digno de Hitchcock o de Agatha Christie. Pero nuestros gobernantes son aburridos y no dan para historias de suspense, y mucho menos de crímenes. Verlos en el AVE ha sido como ver un belén: quizá el verdadero belén de estas Navidades.

Los viajeros suelen rogar que no les den asientos enfrentados, por no ir todo el trayecto con la cara de un desconocido como paisaje. Pero hay algo peor que tener enfrente la cara de un desconocido, y es tener enfrente la de un conocido con el que te llevas mal. Presumo (¡como diría Poirot!) que, a pesar de la tecnología, el viaje se les hizo larguísimo y lentísimo. Artur Mas, encima, tuvo que sufrir en silencio que la Alta Velocidad fuera Española, lo que para él debe de equivaler a unas almorranas. Aunque se le veía cómodo sentado. Algo que se explica por que en esa postura no resaltaba que, de los tres caballeros, él era el bajito. El tamaño no importa, claro está; pero debe de ser fastidioso sentirse antiespañol y parecer el español del conjunto. (Rajoy y el Príncipe, con esas barbas, parecían por su parte los herederos de Wifredo el Velloso).

Todas mis esperanzas, sin embargo, están puestas en el próximo viaje: el que llegará el año que viene a Perpiñán. Allí, según Dalí (que nació precisamente en el destino de esta vez: Figueras), se encuentra el centro del mundo. Aunque los españoles, siempre tan prosaicos, no acudían a Perpiñán por eso durante el franquismo, sino por aquella otra razón tan conocida: la de ver películas porno. Y quizá aquí podría estar el germen del entendimiento. Mas y Rajoy (¡excluso al Príncipe, y a la ministra!) podrían aprovechar el viaje a Perpiñán para relajarse, homenajeando los viejos tiempos con aquello que proponía Torrente y que en una columna seria como esta no puedo repetir.

[Publicado en Zoom News]