8.11.12

Divorcio popular

Según lo previsto, el Tribunal Constitucional se acopló sin contratiempos a los titulares que anunciaban su sí al matrimonio gay. Siguieron unas cuantas celebraciones arcoíris, unas cuantas protestas monocromáticas... y se acabó. Pocas horas después ya nadie se acordaba del tema, ni se va a acordar más. Era un problema falso. Pero es desde aquí, desde esta sensación anodina que queda ahora, desde donde quiero hacer una reflexión, antes de que se termine de olvidar del todo. Porque es un buen ejemplo del tipo de cosas que nos han conducido a la situación actual.

Produce melancolía recordar la cantidad de tiempo y de esfuerzo que se derrochó con este asunto. En un principio, se le pudo achacar a Zapatero su imposición del término “matrimonio”, cuando el PP de Rajoy estaba dispuesto a aceptar casi todo de la ley salvo el uso de esa palabra. Yo entonces pensaba que no merecía la pena la confrontación por ella, y que lo que estaba haciendo Zapatero era tenderle una trampa al PP para que sacara a relucir sus elementos más reaccionarios. Lo que pasó fue que el PP picó y, en efecto, sacó a relucir sus elementos más reaccionarios. Fue una irresponsabilidad. Para entonces ya se sabía que Zapatero era un presidente sin luces. El PP debió haber puesto entre paréntesis sus atavismos ultracatólicos en aras de una mayoría electoral que incluyese a progresistas conscientes de la situación. Hizo todo lo contrario: echar a patadas a quienes hubieran estado dispuestos a prestarles el voto.

La nefasta segunda legislatura de Zapatero, cuyas consecuencias seguimos pagando, fue debida en buena parte a la patética ineficacia del PP. No ha habido elecciones en España más fáciles de ganar que las generales de marzo de 2008; pero los populares se empeñaron en perderlas y las perdieron. (Las de 2011 las ganaron porque no eran ni siquiera fáciles: venían regaladas.) Como he dicho alguna vez, el zapaterismo consistió no solo en el peor gobierno de nuestra historia reciente: sino también en la peor oposición. Fue una danza (macabra) a dos. Y que ahora sigue con uno solo.

La única apreciación nueva es que, visto lo visto, no es seguro que el PP hubiese arreglado algo de haber ganado las elecciones de 2008. Quizá su empecinamiento en cuestiones menores como la del matrimonio gay (que condujo a su divorcio del electorado) fue una estratagema inconsciente para no verse en el brete de ganar y no saber qué hacer. Como le está pasando ahora.

[Publicado en Zoom News]