28.9.12

A Woody con Bernhard

De nuevo viernes y estoy sin tiempo. Sin tiempo para escribir, como el viernes pasado estuve sin tiempo para ir a la nueva película de Woody Allen. Pero fui. Y ahora voy a escribir, aunque rápido y poquito. Por mantener la costumbre.

Esta vez la fecha, aunque parecía de otoño (21 de septiembre), era en realidad de verano. Este año el otoño oficial ha empezado el 22, y el real unos días después. Ahora llueve en Málaga. Pero la Roma de Woody, la de A Roma con amor, era de verano; o mejor: una Roma primaveral. De primavera europea, que Woody Allen viene a mostrárnosla para que la veamos. Llevaba media hora de película, en plena delicia de película, cuando me pregunté: "¿es buena o mala la película?". Me había plantado en media hora sin habérmelo preguntado. Y claro, cuando me lo pregunté me dije: "es mala". Pero me dio y gual y la seguí viendo. Es una falta de educación aplicarle la lupa a un amigo. Yo voy a visitarlo por estar con él. Y salí de la visita feliz, como siempre con Woody.

Me hace gracia, por lo demás, esa sorna hacia las actuales películas de Woody. "¡Son de postal!", braman los pomposos. ¡Por supuesto! ¡De maravillosas postales! ¡Postales ligeras y atravesadas por la brisa! Es Woody el que está efectuando el verdadero rescate de Europa. Nos está mostrando esta maravilla que es, o que fue, Europa, ¡sus grandes capitales! ¿Y con qué le responden los europeos? ¡Con cinismo manhatteño!

Pero esta vez se me juntaron dos placeres en la misma semana, porque también compré y leí el último libro de Thomas Bernhard, Goethe se muere. Me lo llevé al cine, de hecho, porque aún no lo había terminado. Fui a Woody con Bernhard, pues. Y lo saqué y leí unas páginas mientras empezaba la película, por poner dos de mis devociones, simultáneamente, encima del mostrador. O por ponerme en el escaparate con ambas: maniquí cultureta.

El libro de Bernhard es una maravilla, pero la editorial nos ha faltado el respeto a los bernhardianos. El que de pronto el fenomenal "Goethe se mmmmuere" de la primera vez que se editó en España, en Acontecimientos y relatos (1997), en la misma Alianza, se haya visto podado de emes, y sin justificación, con una notita del traductor Miguel Sáenz en que nos toma por sopa (¡la gran desgracia del gran Sáenz –nuestra gran desgracia con el gran Sáenz– es que no solo es el traductor de Bernhard, sino que también es el de Grass, y eso tenía que salir por algún lado!). Pero aparte de eso el relato, primero del libro, es una genialidad. Luego hay dos, el segundo y el cuarto, "Montaigne" y "Ardían", que son menores pero que cumplen con el minimum bernhardiano ("Montaigne" tiene un aire al primer Bernhard, el de Amras; "Ardían" un aire al último, el de Extinción). Y por fin está el tercero, "Reencuentro", que es una obra maestra: uno de los mejores textos de todo Bernhard y gran compendio del autor; todito Bernhard está, probablemente, en "Reencuentro".

Bernhard y Woody, pues: ¡dos delicias! Bernhard delicia pujante, Woody delicia declinante. El uno obra maestra, el otro restos de maestría, pero ambos pura y absoluta delicia. Delicia ascendente la de Bernhard, delicia descendente la de Woody, pero ambas delicias en términos absolutos. La de Bernhard oscuridad que sube, la de Woody luminosidad que baja; oscuridad radiante la de Bernhard, luminosidad opaca la de Woody. Pero ambos, Bernhard y Woody, ¡absoluta delicia! Bernhard, el muerto que vive; Woody, el vivo que está muerto. Pero delicias absolutas ambos, el que desde la tumba baila y el que desde la sobretumba dormita. ¡Absoluta y pura delicia en ambos! ¡La absoluta y pura delicia!