27.1.12

La indignación obediente

El fenómeno moral de nuestro tiempo no es la indignación, sino la indignación obediente. Es una indignación adiestrada como un dóberman, que solo le ladra a quien le tiene que ladrar. El adiestramiento, naturalmente, es ideológico. O cromático. Es una indignación que no atiende tanto a los hechos como a los colores; aunque, como esto queda feo, finge que atiende a los hechos. Un azul nunca dirá: “Me indigno porque eres rojo”, sino “Me indigno porque has hecho tal cosa”. Pero, si repasamos el catálogo de las indignaciones de ese azul, comprobaremos cómo todas son hacia algún rojo. Y viceversa. El mismo hecho indignará o no indignará a unos u otros (¡hunos u hotros!) en función de su color: como niños que han aprendido muy bien a colorear y no se salen nunca de la raya.

Pero a mí me fascina el énfasis. Ese prodigioso espectáculo humano. Que el que entonces calló, ahora salte de pronto. Con una furibundez que no se explica cómo la pudo contener entonces. La visceralidad con que la ejerce parece incompatible con su rigurosa obediencia del semáforo. Que ese movimiento en el que parece estar implicado el cuerpo entero, esté regulado de un modo tan preciso por un frío dispositivo cerebral.

Hoy, sin embargo, me siento generoso y quiero ver un indicio de orientación moral en ello. El sujeto obedientemente indignado sabe que entonces hizo mal en callarse: y esa carencia trata ahora de suplirla indignándose el doble. Las ovejas que entonces dejó dispersas por la montaña, las mete hoy también en el corral. Se suele hacer una lectura frívola de la famosa máxima de La Rochefoucauld: “La hipocresía es el homenaje que el vicio le rinde a la virtud”. Pero, como buena máxima, tiene mucha miga. El hipócrita, para serlo, debe conocer la virtud; ha de tener abierto un conducto, siquiera de conocimiento, a la fuente moral.

Su sobreactuación debemos considerarla, pues, una autocrítica. En el berrinche del rojo hacia el azul, leemos también el berrinche del rojo hacia sí mismo: hacia su cobardía, su docilidad y su consentimiento ante los mismos hechos que ahora le indignan, cuando eran de su color. Y viceversa.

[Publicado en Jot Down]