31.5.11

Vuelvo a la 'chaise-longue'

He terminado la biografía de Cernuda y vuelvo al sanatorio. Además me hace falta: a ver si me curo de la vida de Cernuda. Sale uno abrumado de tanta soledad, de tanta tristeza. Realmente no trae cuenta una vida así, a cambio de la escritura. Sólo que la operación se plantea en otros términos: dada una vida así, la escritura es lo que ayuda a sobrellevarla. Pero he acabado harto: harto de Cernuda y harto de los poetas. Regreso, pues, a la chaise-longue. Y aquí me quedo un tiempo.

30.5.11

Idiot Plot



De vez en cuando recibo notitas de Chema Cobo sobre la actualidad: algún comentario sobre tal o cual idiota o capitoste, con el correspondiente enlace. Internet sirve para pescar imbéciles, a mansalva. Hay horror hacia ellos, y hay fascinación. Es un espectáculo inagotable. Pese a lo que se repiten, no mengua la sorpresa. "¿Pero como será posible...?", nos decimos cada vez; y en esta pregunta está la explicación: la idiotez pone sobre el escenario posibilidades (irrisorias) de la realidad. Sin los idiotas la realidad perdería algo: el espectáculo que dan los idiotas.

He pensado en ello al ver los nuevos cuadros de Chema Cobo; mejor dicho, sus reproducciones en la web de la Galería Siboney, de Santander, donde los está exponiendo ahora. El conjunto se titula Idiot Plot, y lo que me admira es cómo toda esa pulsión por la actualidad está aquí filtrada artísticamente: se da la idea (en imagen), sin adherencias. Del incesante hormigueo, Chema Cobo ha captado el gesto, la pose, el pliegue, la careta, el disfraz.



28.5.11

La institución familiar

Hay un momento en la biografía de Luis Cernuda que sólo podemos degustarlo nosotros, desde la posteridad. Es cuando en Londres, en 1946, Leopoldo Panero le ruega durante una velada que lea en voz alta algún poema. Panero ha sido enviado por el Gobierno franquista para que se ocupe del Instituto de España y, aunque a lo largo de aquellos meses iría estrechando su amistad con Cernuda, ésta se encontraba aún en sus inicios. Cernuda se resiste. Panero, que se ha bebido él solo una botella de coñac, sigue insistiendo; hasta que Cernuda al fin cede. Le pide al anfitrión, Rafael Martínez Nadal, un poema que le ha pasado hace poco. Resulta ser "La familia", uno de los grandes poemas de Cernuda, durísimo contra la institución familiar. A mitad de lectura, Leopoldo Panero estalla. Transcribo el relato de Martínez Nadal que cita el biógrafo Taravillo:
Leopoldo dio un palmetazo en la mesa y se puso en pie con algo de enfurecido don Quijote en defensa de Melisendra:
.....—¡Basta! No lo admito. La familia es lo más sagrado y tú la denigras. Buscas la popularidad con malas mañas.
.....Y se sentó en guardia, como gallo de pelea.
.....Pandemónium de silencios, valga la contradicción. Tras larga pausa, Luis se levantó, lívido:
.....—Rafael, lo siento, pero no puedo permanecer aquí.
.....Le acompañé y retuve en el salón del piso de abajo. Temblaba de ira y de desprecio:
.....—La culpa la tengo yo por haber cedido; ésa es la España de Franco: sacristanes, hipócritas, cursis y pueblerinos.
Cuánto le hubiera regocijado en aquel momento a Cernuda conocer el destino familiar que le aguardaba al otro. Panero moriría un año antes y no sé si Cernuda llegaría a leer su autoepitafio ("Ha muerto, / acribillado por los besos de sus hijos..."); pero ambos se perdieron lo mejor, que es la película. Mi secuencia favorita de El desencanto es la conversación entre Leopoldo María, Michi y la madre, en la que los hijos llaman "el Conejito Blanco" al padre muerto. En especial el momento en que, después de que la madre haya evocado una vez más su "amor" por Cernuda (asunto que se trata en el libro), le suelta Leopoldo María: "Lo que nunca te perdonaré, mamá, es que habiendo podido ser yo hijo de Cernuda, me tuvieses con el Conejito Blanco". Me hubiera gustado poner el vídeo, pero no lo encuentro. Sí está el de mi segunda secuencia favorita, con Michi y Juan Luis:

27.5.11

Integridad

Sobre lo que escribí ayer tiene que ver la cita de José Emilio Pacheco que encabeza este segundo tomo de la biografía de Luis Cernuda:
En guerra contra el mundo, sin otros poderes que los de la poesía, Cernuda demostró algo que jamás aprenderemos: una de las formas de grandeza alcanzables por el escritor es quedar mal con todos, hacer las cosas para que no le gusten a nadie. De este modo, Cernuda vivió en una arisca soledad, cercada de rencor por todas partes: legítima defensa de un ser vulnerable en extremo, de un caído en el infierno que acepta el mal y, al expresarlo, lo conjura.
Cernuda es un republicano desilusionado de los comunistas, que lee Retour de l'URSS de André Gide cuando otros aplaudían a Stalin (y lo seguirían aplaudiendo durante lustros, para luego hacerse los tontos). Cuando hoy tenemos que tragarnos tanta basura sobre la, así llamada, memoria histórica, Cernuda ya posee en el verano de 1938 la mentalidad que, cuarenta años después, propiciaría la Transición. Ese verano surge el rumor de que un pacto entre los combatientes va a terminar con la guerra civil, y Cernuda le escribe a su amigo Rafael Martínez Nadal:
Mi querido Rafael: ¿Has leído las declaraciones de Franco? No sé si los periódicos de ahí reproducirían unas declaraciones de Vayo a un periodista de L'Oeuvre. Chico, creo que el pacto está en puertas. Tengo una alegría enorme. Creo que pronto podremos volver a España. Lo horrible es pensar en los muertos, para después llegar a lo mismo aún alegrándonos de volver a lo mismo, porque ésa es la única solución posible. Y Federico... Cuando me acuerdo de esto siento remordimientos por alegrarme del fin de la guerra y de la vuelta a España. [...] Si este pacto que se vislumbra es cosa segura, yo regresaría sin perder tiempo.
Esa es la actitud limpia: vital y trágica; no las monsergas puritanas de hoy, efectuadas normalmente por los sucios. Ese anhelo de pacto no es incompatible, sino justo lo contrario, con la integridad: son dos ramas del mismo tronco. En la biografía hemos asistido a las penurias de Cernuda por Inglaterra y París, cómo busca pequeños trabajos de supervivencia. Martínez Nadal al fin le consigue algo: una colaboracion mensual en la revista Blackfriars, de los dominicos de Oxford. Pero Cernuda la rechaza:
Lo que no podría decidirme a aceptar sería la publicación en esa revista. No por ser católica, en modo alguno, sino por tener un partido en la guerra de España. ¿Comprendes lo que siento? No soy capaz de odio hacia otros españoles, pero por eso mismo quisiera mantenerme fuera de cualquier bando. Aparte de que si aceptara, muchos podrían interpretarlo como un intento mío de abandonar a los casi vencidos por los vencedores. Bastante he sufrido en España y pocos o ningunos miramientos debo allí a nadie; al contrario, injusticias es lo que les debo. Pero está demasiado cerca mi salida de España, y los republicanos en demasiada mala situación para que esa colaboración pareciera poco generosa de parte mía.
Como decía Breton: "Parece ser que hay un modo más o menos digno de conducirse, y basta".

26.5.11

El exilio interior

Va bien mi lectura de La montaña mágica, ya estoy entregado a la épica horizontal de la chaise-longue; pero ha salido la segunda parte de la biografía de Luis Cernuda y no he podido esperar: he abandonado temporalmente el sanatorio para marcharme con él al destierro. Anda todavía por Londres, tras pasar por París, Glasgow (el hosco Glasgow) y Cambridge, y ya puede apreciarse que su exilio es ante todo interior. No me había dado cuenta hasta ahora de que esa expresión, que suele usarse para los republicanos que permanecieron en la España de Franco (es el título, por ejemplo, de la reciente biografía de la gran María Moliner), le cuadra más que a nadie a Luis Cernuda. No tanto por las circunstancias históricas como por su carácter. Él hizo suyo el emblema de Goethe "carácter es destino", y su destino difícil se debió a su carácter difícil. El atildamiento del dandy es un método de separación. En Cernuda se da el atildamiento del vestir y el atildamiento de las maneras. Era puntilloso, maniático, retraído, y eso lo aisló. Pero la energía no se destruye: el cerco que asfixió su vida intensificó y purificó su arte, que perdura.

* * *
PS. Me sonaba haber escrito algo parecido hace tiempo, y sí.

25.5.11

Rendido

Se cumplían cinco años de blog y lo sentí como una carga: como un plan quinquenal de Stalin hacia el pasado. Me abrumaba el parloteo; como llevar una joroba de palabras. Para mí lo ideal sería emitir la opinión y luego liberarme de la opinión. No encuentro correspondencia entre la alegría de soltar la gansada y el verla luego embalsamada ahí, reclamando además que la siga defendiendo, peleándome por ella. Lo mío sería un futurismo de la opinión: ser un surtidor de opiniones en libertad. Un surtidor de strong opinions que no se llegaran a convertir en rocas... Todo esto me asaltó en una noche de insomnio (junto con el cansancio de mí mismo) y decidí desaparecer.

Pero ocurre que la desaparición me sienta bien. Allí respiro el oxígeno necesario para afrontar otra temporada en el escaparate. Lástima que no se pudiera practicar también el suicidio intermitente. Aunque sí que se practica: es el sueño. Uno se va llenando de vigilia, y cuando se llega al tope, cae rendido.

15.5.11

La montaña ética

Leí "Amras" al día siguiente de la muerte de Weylandt. Este año no estoy siguiendo el Giro, así que (por fortuna) no la vi en directo; pero de las crónicas me afectó esta frase: "pérdida de masa encefálica". El Passo del Bocco no tiene dignidad de montaña, aunque la muerte de Weylandt se la otorgó. Encontré en "Amras":
La montaña es contraria a los hombres; la crueldad con que las altas montañas aplastan a los hombres... los métodos del horror de la roca empujada hacia el cerebro del hombre.
He admirado Helada y "Amras", pero me he dejado para más adelante lo que me quedaba de Bernhard y me he ido a Mann, a La montaña mágica. La poderosa idea que aparece al principio: el espacio como transformador más veloz (literalmente más veloz) que el tiempo. Y la descripción del último tramo de subida:
Surgían grandes perspectivas del universo de picos y cordilleras de la alta montaña que allí se alzaba y se desplegaba, sagrado y fantasmagórico; y, ante la mirada de veneración del viajero que se acercaba y se adentraba en él, se abrían y volvían a perderse tras un recodo del camino. Hans Castorp se dijo que, si no se equivocaba, debía de haber dejado atrás la zona de los árboles frondosos, y también la de los pájaros cantores; y esta idea de final, de empobrecimiento, hizo que, presa de un ligero vértigo y mareo, se cubriese la cara con las manos durante dos segundos. Enseguida se le pasó. Comprendió que la subida había terminado, y que habían superado el desfiladero. En medio de un valle, el tren rodaba ahora más fácilmente.
La historia va de maravilla. Yo, que suelo ser un penoso lector de novelas, estoy tan interesado como con Moby Dick. Y ahora empieza lo mejor: acaba de aparecer Settembrini.

10.5.11

Retiros espirituales

Una de las líneas musicales de Gilberto Gil es la místico-intimista. Se conoce más la rítmica, que está muy bien; pero recuerdo mi asombro cuando supe que varias baladas que me gustaban mucho, y que teníamos en las cintas de los programas de Carlos Galilea interpretadas por diferentes cantantes, eran suyas. Me las regrabé seguidas y daban para media hora de –por seguir el título de una de ellas– retiro espiritual. Pertenecían al Songbook de Gilberto Gil, que encontré años después en Río de Janeiro. De las treinta y ocho canciones que hay en los tres compactos, las místico-intimistas son diez. Las enlazo aquí, en el orden en que las escuchaba, que es en el que van apareciendo:
1. Drão (Djavan).
2. A linha e o linho (Gal Costa).
3. Deixar você (Ângela Ro Ro).
4. Pai e mãe (Ney Matogrosso).
5. Retiros espirituais (Flávio Venturini).
6. Preciso aprender a só ser (Fafá de Belém).
7. Se eu quiser falar com Deus (Gal Costa).
8. Super-homem, a canção (Caetano Veloso).
9. Copo vazio (Zizi Possi).
10. Minha senhora (Francis Hime).
Mis favoritas son "Drão", "Retiros espirituais" y "Minha senhora". Esta última quizá sea la más hermosa, con un anhelo pessoano por algo por lo que Pessoa nunca sintió anhelo: una mujer. Señalo otras dos muy curiosas: "Super-homem, a canção", que viene a decir lo contrario que Bernhard en su parrafada del otro día; y "Pai e mãe", un inaudito canto explícitamente edípico-bisexual, que en la voz de Ney Matogrosso queda redondo...

9.5.11

8.5.11

El dominio de sí

El abandono es en realidad un rasgo de disgregación decadente; lo aristocrático es el dominio de sí. Esto lo sabía Nietzsche y lo sabía Bernhard. Una cosa es rendirle tributo al río de Heráclito y otra dispersar el río; lo que sería, en fin de cuentas, detenerlo. Hay que mantener reunido el rebaño de uno mismo. La voluntad es el verdadero guardador de rebaños, el rebaño de los yoes, las pulsiones, las incitaciones, los tics, las deserciones. Hacerlo sin rigidez; pero hacerlo. (Mi dominio es justo aquello que mi fuerza alcanza: mi fuerza de voluntad.) Después de repasar anoche las parrafadas de Bernhard contra las mujeres en sus conversaciones con Krista Fleischmann (Thomas Bernhard. Un encuentro, Tusquets, 1998, pp. 64-74), caí en lo del dominio de sí, que copio en plan homilía dominical (pp. 42-43):
Si supiera que sólo dispone de muy poco tiempo, ¿qué haría?
No hay una sola gran novela de Tolstói o de Dostoievsky donde, al final de la novela, que coincide la mayoría de las veces con el final de la vida de los personajes, no se hable de la falta de tiempo. Pero los hombres son tan mentirosos que los sexagenarios siguen diciendo que tienen una vida por delante. Por eso la gente malgasta su tiempo. Sólo cuando uno está totalmente blanco, echado en su lecho de muerte, no se puede decir ya que tiene la vida por delante, ¿no?... Cuanto menos tiempo se tiene, tanto más se vive.

¿Y si sólo le quedara un día por vivir?
Un día no se puede medir. Si uno mismo se siente como si sólo le quedara un día por vivir, le da completamente igual que alguien se lo diga, y entonces estará contento cuando el día haya terminado. Puede ser. Cuando duermo bien y me siento bien en la cama, no me irrito. Pero estar echado no es agradable ni sano, hay que levantarse enseguida porque si no, se tienen pensamientos estúpidos..., de carácter físico o espiritual, ¿no? Hay que saltar inmediatamente de la cama.

¿Por qué?
Psicológicamente es muy malo quedarse echado. Se empieza a cavilar o a disfrutar, y en realidad es muy perjudicial ese disfrute que se practica, quizá, después de despertarse.

Si a uno le divierte, ¿por qué no?
Eso es justo lo perjudicial, creo, porque surge de algún modo de cierto aburrimiento. Es más inteligente saltar de la cama y cepillarse enseguida los dientes, naturalmente si todavía se tienen.

Así pues, ¿cree que en la vida hay que dominarse a menudo?
El dominio de sí mismo es algo muy hermoso, creo, algo muy importante. Porque si uno no se domina en absoluto, está perdido en cualquier caso, y eso viene a añadirse además. Si uno se deja llevar, está listo, como suele decirse, es lo mismo que un carro que va hacia el abismo sin conductor: es de prever que terminará destrozado. Y con una persona ocurre algo parecido si se deja llevar...
Siempre he recomendado este libro como la mejor introducción a Bernhard (ahora, junto a Mis premios). El día de Reyes de 2009 puse una retahíla jocosa de frases de ese libro a modo de carbón.

7.5.11

Bernhard y las mujeres

En Helada hay un pasaje estupendo (estupendo al menos para animar el cotarro) de Thomas Bernhard contra las mujeres. No lo dice propiamente Bernhard, sino el pintor Strauch, el personaje loco que con estas palabras demuestra ser ducho en ctonicidades:
También está uno expuesto continuamente a individuos que odian todo lo espiritual. Durante toda mi vida he tenido que defenderme. Sobre todo de las mujeres. Al fin y al cabo es sólo el toque final a un poderoso escenario de pensamientos lo que doy ahora: guárdese de las mujeres, pero todavía más de la parte femenina que hay en usted, que se propone convertirlo en nada. Ya sólo el camino de la comodidad que toman los hombres, la necesidad de calor que tienen, la búsqueda del adorno, todas las cualidades fundamentales femeninas –y lo femenino en general– rebaja al hombre a sus sentimientos antiviriles. Podría citarle toda una serie de hombres extraordinarios que fueron destruidos por sus mujeres. Personalidades de las más altas dotes, de la más alta categoría. Lo femenino es por naturaleza traicionero. Socava y excava. Es veneno para el espíritu viril, para el espíritu en general, para lo viril. Cuando se trata de descomponer a un hombre en sus partes componentes y de no recomponerlo nunca más... Desde el punto de vista científico, la mujer representa el escarnio del hombre... El enemigo hereditario del pensamiento... Hasta prohíben a sus maridos que lean periódicos... Sí, el que las mantiene sólo tiene que no pensar... Producen la descomposición y no son capaces de amistad... Fabricantes de matrimonios y de niños, sólo el instante de dar a luz no son mentirosas... Las mujeres son sólo para la cama. La hembra no entiende de juegos. Es un instrumento del diablo y culpable de la tragedia del género humano.
Bernhard soltaba más andanadas contra las mujeres en sus conversaciones con Krista Fleischmann, mujer, que le replicaba con ironía. El traductor Miguel Sáenz escribe en su biografía de Bernhard: "La realidad es que Bernhard prefería la compañía de mujeres". Sáenz termina su libro con una visita a la tumba de Bernhard en el cementerio vienés de Grinzing. Cuenta que hay siempre "flores, velas, mensajes, poemas, piedras de colores...". Y después: "Un sepulturero dice que la visitan 'sobre todo mujeres, ¿sabe?, mujeres de toda clase, jóvenes, viejas, guapas, feas...'". (Recuerda el cortejo de El hombre que amaba a las mujeres.)

2.5.11

Maquiavelo en San Casciano

José Ángel Valente recrea en un poema la famosa carta de Maquiavelo a Francesco Vettori que mencioné. Debí de leerlo en su día, porque leí mucho a Valente, pero no lo recordaba. Ahora me lo envía un lector. Pertenece a La memoria y los signos (1966). Al buscar la ilustración he visto que cualquiera puede hoy alojarse en aquella casa.

* * *
Maquiavelo en San Casciano
...non temo la povertà, non mi sbigottiscie la morte
(Carta a Francesco Vettori, diciembre 1513)


Al tordo que madruga en los olivos
tiendo tempranas redes,
mientras dura setiembre
y un cielo gris apaga
el eco doble de esta pena
en pobreza y destierro.

..................................Tengo un bosque
cuya madera hago talar, pues de tan poca
riqueza me sustento.

Los negocios de la República y los reyes
de España y Francia
o el Gran Duque lejos están;
mas bueno fuera que alguien
pagase en este tiempo aquel saber de entonces.

Los leñadores del bosque
disputan entre sí o ponen pleito
a más rudos vecinos,
mientras cierto Frosino da Panzano
arrebata mi leña por diez liras
que tiempo ha le debo, según dice,
de una partida en casa de Antonio Guicciardini.
Al carretero he acusado
como ladrón. Mas fue vano negocio.

Aquel saber de entonces, digo, a él he vuelto
por holgura de tiempo y de tristeza,
y he compuesto un opúsculo
cuyo destino ignoro, aunque tal vez me valga
ganancia, más favor o mudada fortuna.

Caído luego el día,
después de la comida familiar
apenas hecha de frutos de esta tierra,
en la taberna el juego
me aleja de lo mío
entre el sudor vulgar de las cartas usadas,
el agrio olor del huésped,
los gritos iracundos de mis nuevos amigos,
el carnicero del lugar,
un molinero a veces, menestrales
de craso vino y pan y harapientos bolsillos.
No hay en mí orgullo
ni vanidad sujeto a tal miseria,
y acaso la fortuna se avergüence
de haberme reducido a tan ruin destino.

Llega al cabo la noche.
Regreso al fin al término seguro
de mi casa y memoria.
..................................Umbral de otras palabras,
mi habitación, mi mesa.
..................................Allí depongo
el traje cotidiano polvoriento y ajeno.
Solemnemente me revisto
de mis ropas mejores
como el que a corte o curia acude.
Vengo a la compañía de los hombres antiguos
que en amistad me acogen
y de ellos recibo el único alimento
sólo mío, para el que yo he nacido.
Con ellos hablo, de ellos tengo respuesta
acerca de la ardua o luminosa
razón de sus acciones.

Se apaciguan las horas, el afán o la pena.
Habito con pasión el pensamiento.
Tal es mi vida en ellos
que en mi oscura morada
ni la pobreza temo ni padezco la muerte.

1.5.11

¿Por qué nadie me lo dijo?

Nunca me gustó Ernesto Sabato, pero a él se debe el 50% de uno de los libros que más he disfrutado en la vida: el de sus diálogos con Borges. Mi favorito era Borges, con su ironía lúdica; pero la desesperación de Sabato quedaba bien expuesta. Eran dos visiones poderosas e irreconciliables. Decía Borges, por ejemplo: "Este mundo es un juego de ajedrez". Y Sabato: "Este mundo es el infierno". Borges: "Dios es uno de los grandes personajes de la literatura fantástica". Sabato: "Dios existe y es Satán". Borges era el sabio. Sabato el crispado. A veces Sabato se iba dando un portazo. Borges no abandonaba su sonrisa. Ahora entiendo mejor a Sabato, pero sigo prefiriendo (y concediéndole la sabiduría) a Borges.

Yo he celebrado siempre a los grandes pesimistas, de Teognis a Cioran, pero el pesimismo de Sabato lo encontré melodramático, empalagoso. Era quejica y carecía de humor. En Sobre héroes y tumbas o en Abaddón el exterminador (no las he leído, pero me consta la escena), un personaje se encierra en un cuarto de hotel y promete suicidarse a tal hora si Dios no comparece. En semejante truculencia teológica se cifra lo que me hacía rechazar a Sabato. Su pesimismo me parecía muy triste, pero, en fin de cuentas, pequeño: una nostalgia demasiado adolescente por el sentido.

De Sabato leí El túnel y El escritor y sus fantasmas, que son buenos libros. Y le vi en Málaga una vez, hará veinte años. De aquella comparecencia sí me sobrecogió una cosa: "Cuando yo llegaba a una reunión se enturbiaba el ambiente, cesaban las risas. Introducía una tensión que a los demás les desagradaba. Era como si hubiera caído una nube negra. Pero yo no lo sabía, claro. Solo un amigo me lo confesó recién. He pasado toda la vida sin saberlo. ¿Por qué nadie me lo dijo?". Estaba consternado y nos dejó consternados. Si este mundo es el infierno, ya lo abandonó.

* * *
PS. Lowon sí le era devoto. Compenso con su homenaje.