16.9.10

La ansiedad por las influencias

He vuelto a escuchar dos excelentes conferencias de las que hay en web de la Fundación Juan March sobre Montaigne: la de García Gual y la de Argullol. Tuvieron lugar en días distintos, pero se da un cruce curioso entre ambas: García Gual dice que Montaigne no conocía las Confesiones de San Agustín, mientras que Argullol sostiene que sin las Confesiones de San Agustín "no se explica" Montaigne. Ahora no recuerdo si Argullol emplea exactamente la expresión "no se explica", pero lo dice en el tono en que suele emplearse esa expresión. Es un tono que define una cierta manera de entender la tradición cultural: como un encadenamiento legible. La consecuencia práctica de que unos autores "no se expliquen" sin otros es que los actuales debemos estar a la page: no vayamos a defraudar (o resultarles "inexplicables") a los eruditos del futuro... Pero en este aspecto García Gual parece estar mejor documentado.

No, la tradición cultural no es un encadenamiento legible, ni inevitable. Da saltos, se producen brotes, despistes, avances, retrocesos y deambulaciones que no son ni un avanzar ni un retroceder. No existe un modo (o al menos un modo unívoco) de "hacer bien los deberes". De nuestros nocillas hay cosas que me gustan, cosas de las que aprendo; pero también hay algo que me desagrada profundamente: esa ufanía del empollón convencido de que está llevando bien el curso. Ese convencimiento estólido de que es posible llevar bien el curso. Padecen no la ansiedad de la influencia, sino la ansiedad por las influencias: ese miedo cerval a que el profe pueda pillarles sin haber leído a Pynchon o a Foster Wallace. En los tiempos de Montaigne hubieran devorado, sin duda, las Confesiones de San Agustín: y hoy estarían olvidados.

O no. Porque Petrarca, dos siglos antes de Montaigne, sí conocía muy bien las Confesiones de San Agustín (fue el libro que abrió en el Mont Ventoux). Esa es la cuestión: que puede que sí y que puede que no. El curso sólo se aprueba por chiripa, y en el bien entendido de que los aprobados en junio serán suspendidos inmisericordemente en septiembre. No sean tan aplicados.