6.7.10

Pensamientos estrangulados

Me pide una amiga la referencia de un aforismo de Cioran (¡sí, con algunas amigas mantengo este tipo de comercios!) y, buscándolo por donde yo sabía que estaba, en la sección "Pensamientos estrangulados" de El aciago demiurgo, me quedo engolosinado con muchos otros. ¡Oh Cioran: es enormísimo! El aciago demiurgo fue el primer libro suyo que me compré; aunque antes había tenido otro, sacado de la biblioteca: Adiós a la filosofía. Fue el libro con el que aparecí el primer día de clase de Filosofía. Así funciono. Adiós a la filosofía era, en realidad, una antología preparada por Savater de sus traducciones de Cioran, entre las que se encontraba El aciago demiurgo. Éste me lo compré ya en Madrid, precisamente después de haber dejado la Filosofía. Lo leí muchísimo por entonces, sobre todo los aforismos de "Pensamientos estrangulados". Ahora distraigo este atardecer copiando una miniantología, al pasar de las páginas:
¿En qué autor antiguo he leído que la tristeza era debida a la "disminución de la velocidad" de la sangre? Sin duda se trata de eso: sangre estancada.

Formar más proyectos de los que concibe un explorador o un estafador y estar, sin embargo, tocado en la raíz misma de la voluntad.

Tira y afloja de cada instante entre la nostalgia del diluvio y la embriaguez de la rutina.

Primer deber al levantarse: avergonzarse de uno mismo.

En todo profeta coexisten el gusto por el futuro y la aversión por la dicha.

Te piden actos, pruebas, obras y todo lo que puedes producir son llantos transformados.

El espíritu desfondado por la lucidez.

Toda forma de impotencia y de fracasos comporta un carácter positivo en el orden metafísico.

Lo que se llama "fuerza de alma" es el coraje de no figurarnos de otro modo nuestro destino.

El deber primordial del moralista es despoetizar su prosa; y, solo después, observar a los hombres.

La irresolución alcanzaba en él rango de misión. Cualquier cosa le hacía perder todos sus recursos. Era incapaz de tomar una decisión ante un rostro.

Durante días enteros, deseos de perpetrar un atentado contra los cinco continentes, sin reflexionar ni un solo momento en los medios.

¡Qué cantidad de fatiga reposa en mi cerebro!

Cada ser es un himno destruido.

Nuestras oraciones reprimidas estallan en sarcasmos.

La sabiduría disimula nuestras heridas: nos enseña a sangrar a escondidas.

El escepticismo es la fe de los espíritus ondulantes.

¡Tener juntamente el gusto de la provocación y el del ocultamiento, ser por instinto un aguafiestas y por convicción un cadáver!

Por naturaleza soy tan refractario a la menor empresa, que para resolverme a ejecutar una me es necesario recorrer antes alguna biografía de Alejandro o de Gengis-Khan.

¡Si pudiera uno hacerse inhumillable!