30.6.10

Contra la decadencia



Mi amigo Hervás ha sacado un Especial Flamenco en su revista Boronía. Yo no he escrito nada, porque el flamenco no es lo mío; pero sí he colaborado con la traducción del poema que João Cabral de Melo Neto dedicó a las hermanas Utrera:
De Bernarda a Fernanda de Utrera

Bernarda de Utrera se arranca el cante
cuando la brasa llama a sí a las llamas;
cuando aún brasa, sin embargo cuando,
llamado a sí el exceso, se desinflama.
Ella usa la brasa íntima en el cuando breve
en que, sólo brasa y en brasa viva,
arde en una dosis exacta de sí misma:
brasa estrictamente brasa, inexcesiva.

*

Fernanda de Utrera se arranca el cante
cuando la brasa agotada languidece;
cuando la brasa enfriada ya se cubre
con la manta o el plumón de la ceniza.
Ella usa la brasa íntima en el cuando largo
en que el calor se escurre hasta la piedra;
el de la brasa en piedra, el de la brasa del frío:
para de ahí reencenderla, contra la decadencia.
Hace tres años traduje otros poemas de Cabral: "Dos de las fiestas de la muerte", "En un monumento a la aspirina", "La urbanización del regazo", y el que más me gusta, que es "Tejiendo la mañana".

28.6.10

Restituyamos el escalafón

Basta ya de tonterías: el mejor escritor de Villanueva de Arosa es Valle-Inclán. Qué Camba ni Camba. Camba está muy bien, y ha sido injustamente postergado; pero no puede uno saltarse el escalafón a la torera. Por revenido que se esté, hay que guardarse un poquito de sensibilidad para lo que cae fuera del plato de comida cara. En cuanto a mí: escapé de Valle-Inclán por peligro de abrasamiento. Yo profesaba el valle-inclanismo y en la carrera hice una tesina que me salió casi como un tratado de ética (¡y estética!): "Valle-Inclán o el sacerdocio de la literatura". Tuve que alejarme de aquello porque me conducía inexorablemente a Umbral, y no quería. Pero hay que remontar el río, en busca de un Valle-Inclán desumbralizado. La diferencia es la prensa. En efecto: "La Prensa avillana el estilo y empequeñece todo ideal estético". El Umbral del artículo diario era un estilista empequeñecido. Para la prensa sí está bien el principio de racionalidad; la prosa sin poesía. No se puede envolver pescado en celofán. El roce del estilo con la actualidad produce monstruos. El columnista termina siendo un monologuista: lo suben en un taburete, como la cabra aquella, para que entretenga con los temas que le salen en el sorteo. El sorteo es el azar de lo que pasa.

En autobuses pedregosos, he vuelto a Valle-Inclán. Por la ventanilla ondulaba un mar de montes bajos y yo escuchaba las conferencias de Iglesias Feijoo, sobre Valle y entreveradas de Valle. El click se produjo en la cuarta, con los pasajes recitados de La lámpara maravillosa:
Aquel aprendizaje de las veredas, diluido por mis pasos en tantos años, se me revelaba en una cifra, consumado en el regazo de los valles, cristalino por el sol, intenso por la altura, sagrado como un número pitagórico.
Pasó el peligro y ya puedo volver a Valle. Valle que, por lo demás, no detestó a Galdós: lo de "don Benito el Garbancero" no lo dice él, sino Dorio de Gádex, caracterizado como energúmeno. Los antigaldosianos, tipo Benet, han sido eso: nuestros Dorios. La combinación es Valle-Inclán y Galdós, a quien siempre ensalzaron los de verdad buenos como Buñuel o Cernuda. Repitan conmigo: Valle y Galdós, Valle y Galdós. No sean tontos: Valle y Galdós.

* * *
PS. Y la de Ruiz Ramón: "Valle-Inclán: el retorno de Dionisos".

24.6.10

Episodios sectoriales

Hoy la prensa trae otra perlita. Almudena Grandes va a publicar unos episodios nacionales... pero sin nación. Esto dice:
Nacional es un adjetivo machacado y desvirtuado. El franquismo secuestró muchas cosas. Además, secuestró muchas palabras (España, patria...). Un título así no se entendería en un país en el que todavía mucha gente usa la palabra nacional para referirse a los franquistas.
Qué diáfano. Si se tratara realmente de combatir a Franco, de destruir su herencia, habría que liberar esas palabras, deshacer sus secuestros. Pero no. Se trata de vivir del antifranquismo; luego hay que mantener en pie sus monigotes, para que parezca que hay algo al otro lado de nuestros cachiporrazos de guiñol.

Almudena Grandes, pues, mantiene viva la herencia del franquismo: puesto que respeta la desvirtuación que el régimen hizo de determinadas palabras. Como la mantienen también los nacionalistas, así llamados, periféricos. Ellos conservan la noción franquista de España, para justificar su rechazo. Y al socaire de este rechazo, en un segundo momento de la misma operación, ejercen sus nacionalismos de un modo tan asfixiante como Franco ejerció el suyo. Es un mero cambio de bandera.

* * *
Por mi parte, no puedo evitar sentir un rechazo estomacal hacia todos ellos. Cuando leo el "Díptico español" de Cernuda, aparecen en el cuadro también:
Lo real para ti no es esa España obscena y deprimente
En la que regentea hoy la canalla,
Sino esta España viva y siempre noble
Que Galdós en sus libros ha creado.
De aquélla nos consuela y cura ésta.

23.6.10

Vivo y coleando

Qué tristes son, en el fondo, los entierros oficiales. Vienen a ser la muestra de que el escritor llevaba un tiempo enterrándose a sí mismo. La vacuidad del político (¡o la política!) en su discurso fúnebre es un eco de la vacuidad que ya habitaba al autor. Pero hay excepciones: Borges, Jünger, Cioran, Bernhard, Salinger. Se fueron limpios, sin su Nobel. Lo cual, en el caso de Bernhard, nos privó del relato que hubiera hecho en Mis premios. A la lista hay que añadir Nicanor Parra, que a los noventa y cinco sigue vivo y coleando. Estos días, cuando los titulares cursis y pomposos, mi amigo Josepepe me mandó este artículo de Ignacio Echevarría en El Mercurio de Chile. Ah, qué refrescante en el contexto:
¿No es Parra ese que, con ocasión de recibir honores, pronuncia unos resbaladizos discursos en los que no queda muy claro si se está burlando de los patrocinadores del evento, de la situación misma o de qué, además de hacerlo de sí mismo?
De Parra me gustó mucho lo poco que leí, dos libros editados en España: Poemas y antipoemas (Cátedra) y Chistes para desorientar a la poesía (Visor). Pero ya va siendo hora de leer más, de leerlo todo.



22.6.10

Cuando conviene



El pasado 14 de junio reparé en uno de esos detalles que nos enseñó a mirar Arcadi Espada (una enseñanza peligrosa, por cierto, porque también hemos aprendido a mirarlo a él): el contraste entre un titular del diario Público, "La Cultura, contra la impunidad del franquismo", y el epígrafe de la sección cultural del periódico, que viene coquetamente en plural, Culturas. La primera vez que vimos este uso en España fue en el otoño de 1984, cuando apareció el efímero diario Liberación –émulo del Libération francés–, que recibimos con tanta alegría los que entonces empezábamos en la universidad (alegría que no tardó en convertirse en tedio). Recuerdo una entrevista en que su director, Andrés Sorel, explicaba aquel plural: una visión no monolítica ni opresiva de la Cultura, etc. A los responsables de Público no les he oído ninguna explicación, y probablemente no la hayan dado, puesto que el término ya se ha hecho más o menos habitual y se entiende de manera tácita su sentido. Lo llamativo es eso: que de pronto, cuando conviene, aparece el término en singular... y justamente con una pretensión monolítica y opresiva.

Pero, por más cemento que le echen, el plural se abre. Hoy mismo Savater escribe un comentario higiénico en El País (¡en Cultura!) sobre esta monserga de la, así llamada, memoria histórica: "Recuerdos envenenados". Y por ahí anda la intempestiva de Nietzsche que un día de estos quiero repasar, a ver si tengo un hueco: Sobre la utilidad y el perjuicio de la historia para la vida.

19.6.10

El hispanista español

Los buenos filólogos lo conocen, pero yo, que soy un mal filólogo, lo he descubierto ahora: el profesor de Harvard, sevillano de 1931, Francisco Márquez Villanueva. Llevo varias semanas escuchando las conferencias filológicas de la Fundación Juan March y estoy aprendiendo como no aprendí en la menesterosa universidad de la que fui alumno (también menesteroso). Entre ellas, me han deslumbrado las de los dos ciclos de este hispanista español: el de La Celestina y el de Cervantes. Luego me he informado y he sabido que sigue la senda de Américo Castro y que fue discípulo del profesor Francisco López Estrada, quien tiene otro ciclo estupendo sobre literatura pastoril. Ahora, por cierto, al buscar sobre este último, he visto que murió hace tres semanas. A Márquez Villanueva le dedicó Juan Goytisolo este artículo que me gustó mucho en su día, aunque no retuve el nombre del profesor. Tampoco lo retuve en la Historia y crítica de la literatura española, donde resulta que es suyo el texto que más recuerdo siempre: "Misticismo y sociedad moderna (Sobre los inventos de San Juan de Ávila)". Aquí manifestaba hermosamente cómo la mística y la modernidad vinieron juntas a España, y juntas se fueron: formaban parte del mismo espíritu. Los contemplativos eran prácticos, quizá porque no tenían enturbiado su tránsito a la acción. Copio de Márquez Villanueva:
El punto a que así venimos a desembocar es que misticismo, tecnología, capitalismo, tendían a darse en España como fenómenos concurrentes y solidarios, como facetas de un continuum arraigado en el mismo terreno vital. La actitud mística representa en España una radical novedad en ruptura con el pasado [...]. Misticismo, tecnología, capitalismo, coincidían en ser formas de modernidad todas ellas, pero por lo mismo carecían de futuro en una España que enconadamente repudiaba toda suerte de novedades y no permitía las mínimas estructuras sociológicas a través de las cuales las minorías y élites intelectuales (aplicadas a economía, ciencia, tecnología, pensamiento) iban a influir en la vida de las naciones modernas. España elige en cambio el inmovilismo intelectual garantizado por una alianza indestructible de plebe y aristocracia: una sociedad que se deja jerarquizar en grado sumo porque previamente esas jerarquías y sus órganos de poder han renunciado a fomentar otros valores que los de la elemental plebeyez cristiano-vieja. [...] Una España que hubiese de veras aceptado una religiosidad de inclinaciones místicas hubiera podido ser también una nación moderna en todos los demás sentidos. [...] En una España de místicos habría habido también, por paradoja, riqueza, ciencia e inventos. Hemos carecido de todo eso porque en un determinado momento histórico la mayoría de los españoles prefirieron ser un pueblo de inquisidores, arbitristas y matamoros.