30.3.10

Cuestionario Facebook

Le he tomado gusto a responder cuestionarios. Es un modo fácil (¡facilón!) de brillar. Así que ayer puse este anuncio en Facebook: "Queridos, mi egolatría necesita alimentación. Por eso he decidido someterme a una ciber-entrevista con ustedes. Vayan dejando aquí las preguntas que quieran hacerme, de lo que sea". Pretendía llegar a cien, pero al final me he plantado en un número más redondo aún: el 69. 

1. ¿Perales de Tajuña o Villarejo de Salvanes? (es para irme estas vacaciones de semana santa)
Perales de Tajuña, evidentísimamente. 

2. ¿Cargas a derecha o izquierda? ¿Cuánto? 
A izquierda. Lo normal. 

3. Pechuga o muslo? :)) 
Pechuga: me gusta la provisión. 

4. cervantes o pertierra? 
Depende del momento. (No se puede ser cervantino sin interrupción :-) 

5. sigue pidiendo la paga de los domingos a sus progenitores A y B? :-) 
No. Aunque me he quedado a medio camino en mis planes: a estas alturas debería tener ya hijos de los que vivir. 

6. Qué tipo de relación mantiene usted con Mabel Ladyblues? 
¡De admiración y deleite! 

7. Por qué Fernando Alonso no goza de la simpatía del público como Carlos Sainz? 
En realidad, a quien queríamos era al copiloto de Carlos Sainz, Luis Moya. Cuando Sainz prescindió de Moya, también dejamos de querer a Sainz. A Alonso nunca lo hemos querido porque nunca ha tenido de copiloto a Moya. Debería animarse y granjearse el favor del público metiendo en su Ferrari a Moya. 

8. ¿Samba o rumbo? 
Si es rumbo, rumbo. Si querías decir rumba, ¡samba! 

9. ¿Estoy enamorado o lo único que me pasa es que me gusta más follar que a un tonto una tiza?
Con los años uno comprende que follar es vulgar. Lo aristocrático es el amor. (Y lo decadente, porque la aristocracia es decadente.) 

10. ¿algodon o felpa? ( para los chandales) 
Para mi chándal, lo ideal sería algodón directamente extraído por los bluesmen del Mississippi. 

11. cuál es causa príncipal de que tenga usted uno de los dos biceps mucho más desarollado? 
Es con el que le aparto a usted cuando trata de acercárseme por detrás, amigo V. :-) 

12. Lejarreta, Delgado, Induráin? 
Induráin, encarnación de la nobleza. También admiré mucho a Lejarreta, mezcla de Manolete y Gary Cooper. De Delgado no fui nunca. Cuando tenía que haber sido de Delgado, escogí a Cabestany. 

13. Lavanda, vainilla o mezcla de ambos aromas? 
¡Lavanda! Sobre todo, la que precede al Mont Ventoux

14. ¿Bocadillo de chorizo o choripán? 
¡Choripán! En buena compañía, eso sí. Ahora que lo pienso: jamás me he tomado un choripán solo. (Aunque mal acompañado sí.) 

15. ¿Cuántos continentes abarca su ego? 
Sólo uno: por supuesto, el continente Antártico. (Me acabo de acordar de aquello de Marx: "las heladas aguas del cálculo egoísta".) 

16. spit or swallow? (escupir o tragar?) 
¡Escupir! Eso sí: en la dirección adecuada. 

17. ¿has realizado alguna vez un "carradine"? 
Sí, pero la que no sobrevivió fue la puerta del armario. 

18. ¿Por qué razón puede uno llegar a extremar las cosas hasta el punto de que sólo hay una opción dentro de un gran abanico??????????? 
Hay que simplificar. Soy un gran partidario de la simplificación. Ese abanico hay que convertirlo en navaja: la navaja de Ockham. 

19. Si después de una mujer lo mandara a dormir a su casita y no le ofreciera ni una mala cama supletoria, ¿cómo se sentiría? 
En realidad, detesto eso de la cama supletoria. Mi opción A es quedarme a dormir con la mujer. Y, si no puede ser, la opción B: largarme. La cama supletoria apenas sería la opción C, y muy a disgusto. 

20. ¿Si tragas es por amor? 
Ah, sí: por amor se traga mucho! 

21. ¿Hendija con o sin vedeja? 
Me gusta todo el espectro piloso que puede brindar una hendija. Me gusta también la depilación, pero no el totalitarismo de la depilación que hoy se estila. Ya no quedan oasis frondosos en las playas nudistas. 

22. Una sencillita. Desde un punto vista empírico y eminentemente práctico, ¿estás de acuerdo en que la estructura dialéctica de una simbiosis entre el relámpago de la intuición y la sombra de las certezas se asemeja de forma asombrosa a una suerte de alianza entre los caprichos del albedrío y las urgencias de la renuncia como forma de entender los alardes del hastío? 
Eso último me ha encantado: ¡los alardes del hastío! ¡Así podría titularse mi autobiografía! 

23. ¿Hilillo cayendo por una esquina de la boca o todo para dentro? 
Hilillo. 

24. ¿Badajo con o sin vedeja? 
Jajaja, eso que lo decida la usufructuaria del badajo. (Hablo en términos heterosexuales.) 

25. ¿Muerte en Poe o vida en Jabois? 
¡Ah, qué distinto destino el del pobre Poe de haber dispuesto del pelazo de Jabois! 

26. Culininguis o Sifoncito? 
¿Culi, dice? Jajaja. No, ni sifoncito ni culi: cuni. 

27. ¿Mabel o Paty? Y sin salírseme por peteneras, please. 
Aquí sí escojo la C: me salgo por peteneras. 

28. ¿Desierto o Gispert? ¡Gispert! 

29. los zapatos de rejilla con o sin calcetín de tenis? 
Sin zapatos de rejilla. 

30. era Cristo dueño de las ropas que llevaba?? 
Lo peor que le pasó a Cristo fue que su túnica le tocó a Victor Mature en el sorteo que hicieron al pie de la cruz. Y ésa sigue siendo la mayor desgracia sufrida por el cristianismo, contando los leones de Nerón.

31. dicen que todavía usted no le ha quitado los rodines a la bicicleta. Que hay de cierto en ello? 
Es verdad. Se los quitaré el día que suba a La Morcuera para machacarle, amigo V. 

32. ¿En qué momento empezó a pensar en si mismo en términos megalomaniacos? 
Ese momento no ha llegado aún. ¡Agárrense! 

33. ¿Es capaz de negar que en determinados momentos usted también se arranca por palmas?
¡Jamás! 

34. ¿Por qué el casticismo español no y el brasileño sí? 
Probablemente porque soy español. Me temo que, de haber nacido en Japón, sería uno de esos japoneses que estudian flamenco. 

35. ¿Cómo le sienta la comparación con Matías Colsada? 
Injusta para mis chicas: ¡ellas son más alegres que las de Colsada! 

36. ¿Qué libro desearía escribir? 
Uno que me hiciera legible. 

37. ¿Qué preferiría: emborracharse con sabina o drogarse con sánchez dragó? 
Drogarme con Dragó, y no sólo por motivos fonéticos. Sabina, pese a los pesares, me cae bien; pero no soportaría que en plena borrachera se nos pegara alguno de sus enrollados amigos. 

38. Confeccione en dos patadas un canon literario español. 
Muera la pesadez, viva la ligereza. Muera la hojarasca, viva el nervio. 

39. Imagínese que usted forma parte de un trio sexual con dos hembras y las dos comienzan a comerse la boca ajenas a usted: ¿cómo reaccionaría? 
Me lo tomaría con deportividad. (Y me quedaría a ver el partido.) 

40. Dame ejemplos de una frase infame 
Cualquiera de las que escribe o dice a diario el ensaimado capilar Anasagasti. 

41. ¿Tienen excepciones las leyes fonéticas? 
La fonética siempre me resultó retráctil, aunque en la carrera me pusieron cachondo los avatares de la yod. 

42. No es lo mismo soltar una infamia que escribirla y publicarla? 
Bueno, lo diferente es la permanencia (si no se graba). 

43. Algunos niños tienen la suerte de tener tatarabuela. Qué te parece lo de tener tatarabuela? Te hubiese gustado tener tatarabuela? 
No conocí a mi tatarabuela, pero sí a mi bisabuela. Curiosamente, su cama estaba en la habitación del pueblo en la que un verano mi hermana y yo nos enteramos de la muerte de Elvis Presley, al que hasta entonces conocíamos como "el de Hawaii". 

44. Dois é show? 
Depende de los dos, jajaja. Pero el dois de Partimpim no lo he escuchado aún. 

45. Y una en disyuntiva: Marisa Monte o Adriana Calcanhotto? O ambas o ninguna? 
Calcanhotto. Ambas, pero más Calcanhotto. 

46. Delante del espejo ¿qué perfil es usted, Don Monty? 
Delante del espejo soy el hombre que se peina, se afeita, se lava los dientes, se ajusta la camisa, mete la panza o se mira la polla. 

47. Las mujeres, maestro. Unos animalitos entrañables. En cuanto se les coge el truquillo, entretiene mucho el espectáculo. 

48. Simenon y sus diez mil mujeres y Reinaldo Arenas y sus cinco mil hombres... Esos son cuentos o esas son cuentas? 
Cuentas: son cantidades posibles. Doy fe. 

49. ¿Se llevaría "facebook" a una isla desierta? 
Con Facebook una isla desierta no sería una isla desierta. Y sin Facebook, una populosa ciudad lo sería.

50. ¿De que manera ha influido "Dinosaur Bodyweight Training" en su escritura? 
Tuvo más influencia mi aparato favorito de todos los tiempos: el abdominazer

51. ¿Considera su totémico hipopótamo un "ready-made" en toda regla? 
No lo había pensado hasta ahora, pero ¡sí! Gracias por la revelación! 

52. ¿Está cobrevalorado el Renacimiento? ¿Y el Whopper? ¿Y el Double Big Mac Bacon con queso? 
Responderé en plan borgiano: nada está sobrevalorado y todo lo está. 

53. ¿Cuántos amigos reales tiene usted? 
Cada vez menos. 
  
54. Con Mabel Ladyblues, prefiere bailar samba o "Cuenca Minera"? 
Con Mabel tengo pendiente un viaje a Blasil, donde intentaremos fusionar el acarajé con el oricio. En cuanto a nuestra sintonía: hemos llegado al acuerdo de que blue bossa

55. ¿La Moto Pollo o el Bulli? 
¡Moto Pollo, por supuesto! Aunque en Málaga hay un emporio no a domicilio pero mejor aún que el Moto Pollo (y que el Bulli): el Tano, donde uno se pega alitadas de pollo en plan vikingo. 

56. Ronald McDonals o los payasos gemelos de Micolor? 
Ronald McDonald, que una amiga mía dice que se parece a él en una foto :-) 

57. ¿Admira algún hecho militar? 
Sí, todas las movidas con paracaidistas. 

58. ¿Le gusta el squash? 
Ese vídeo ha hecho que me enamore de él. 

59. Y ahora en serio: ¿tú también, como el señor de Montaigne, eres el objeto de tus libros? 
Sí, pero con un poco de teatro. Lo del fingidor, etc. 

60. en cuestión de salva-slips, Mon; Carefree o Tena Lady? 
Tena Lady, por favor! Mis fans ya lo saben. 

61. Bosque o estepa? Bosque de Jünger, estepa de Strogoff. 

62. Cuéntenos cómo descubrió su vocación periodística. 
Nunca he tenido vocación periodística. Aunque ha cambiado mi apreciación: a diferencia de antes, ahora el periodismo me resulta simpático y admiro a los periodistas. (Los admiro, claro está, cuando son periodistas: algo que ocurre escasamente.) 

63. ¿Sigues viendo a Fernandisco a escondidas para comentar los grandes hits musicales de los 40?
A Fernandisco sólo me lo pongo cuando estoy muy amojamado y necesito un revulsivo brutal. 

64. ¿es cierto que en otra vida fue usted el confesor del marqués de Sade? 
Sade siempre me la sudó. Aunque hace unos años me enteré de algo que sí me interesa: la Laura de Petrarca era una antepasada de Sade. 

65. Don Ego, ¿para cuando la открытие en su blog? 
He tenido que ir al traductor de ruso de Google: mi blog ya está lo suficientemente abierto sin necesidad de comentarios :-) Y mi Nomenklatura unipersonal va a mantenerlo así.

66. ¿Por qué no te has entregado en cuerpo y alma a la perpetuación de la especie? 
Porque he tomado las medidas adecuadas. 

67. ¿tenedor o cuchara? 
¡Tenedor! Ahora recuerdo que de niño me gustaba agarrarlo y decir: "Soy el demonio pinchapapas". 

68. "Qué sentido tiene todo esto?" 
El sentido de que es irreversible. Esa sola característica da algunas respuestas. 

69. ¿Roncas? 
Unas veces sí y otras no. Pero lo que no sé es si estarán ya roncando ustedes.

28.3.10

El Cristo del Samba

Desde que dejé de ser creyente, algo que en mí se produjo sin trauma (la religión se me desprendió con naturalidad, con los años infantiles), me he emocionado cuatro veces con Cristo. La primera con un cuadro que solía ir a visitar al Museo del Prado durante mi época de estudiante: El descendimiento de la cruz, de Roger Van der Weyden. La segunda con el limpio poema que le dedicó Borges en Los conjurados: “Cristo en la cruz”. La tercera con el final de Ordet (La palabra), de Dreyer. Y la cuarta una tarde de Semana Santa en que tenía una cita que me obligaba a atravesar el centro, zona que procuro eludir en estas fechas desde hace mucho. Para protegerme acústicamente del estruendo de las procesiones, me puse los auriculares con música brasileña, sambas de Noel Rosa. Recuerdo la alegría primaveral y la levedad de aquellos años ligeros; años que no eran aún petrolíferos. Cuando entré en el fragor, los tambores y las cornetas, atenuados, se metieron por debajo de mi música. El efecto era agradable: se incorporaban a la batucada, apenas con un leve desajuste. Y más allá asomaba la imagen de un Cristo atado y de rojo, con esa oscilación que a mí siempre me ha recordado a la de los ciclistas cuando escalan un gran puerto, y que también es la de un baile, un baile agónico. La mezcla era feliz; y se me ocurrió bautizar al Cristo de aquel momento, sólo al de aquel momento, como "el Cristo del Samba".

[Publicado en Frontera D]

27.3.10

Zut 11

Ayer tuve al fin el número 11 de la revista Zut, donde se publica mi "Autobiografía brasileñista". Ocupa doce páginas, no está mal. La revista no tiene edición on-line (se vende en librerías), pero aquí puede leerse el índice del número. Entre otros, colaboran José Luis Pardo, Luis Antonio de Villena, Rodrigo Fresán, Juan Bonilla (coordinador de Zut) y mi amigo Hervás.

24.3.10

Odisea rutinaria

Se han juntado tres cosas: que me he puesto a leer la Odisea; que Losada me mandó unas fotos de mi portal de Madrid; y que buscando sobre Juan García Hortelano, del que vi su A fondo, me enteré de que la calle Serrano Jover se llamaba antes Ronda del Conde Duque... Por ella bajaba yo casi todas las tardes en mis paseos. Siempre he paseado mucho por Madrid, por todas partes; pero en 2003 tenía un circuito decantado, destilado, y ya no lo abandoné hasta que regresé a Málaga en 2005. Salía de mi Ítaca, Santa Cruz de Marcenado 33, y emprendía una odisea sin sorpresas, reconfortante; la rutina como sedación. Bajaba por Serrano Jover y Quintana hasta Rosales. Subía al templo de Debod. Merodeaba entre los árboles, hasta el estanque, observaba el surtidor, me asomaba a la barandilla que da a la Casa de Campo, donde uno siempre espera encontrarse el mar. Seguía hacia los Jardines de Sabatini, entraba en ellos por la puerta que hay frente al Senado, miraba las fuentes, subía al Palacio Real, andaba por Bailén hasta Vistillas, me metía por las callejas del Seminario y salía al parque desangelado que queda detrás de la basílica de San Francisco el Grande. Un día supe su nombre y me gustó: Parque de la Cornisa. Contemplaba desde el borde la ciudad, en hondonada; a lo lejos, hacia el oeste, los puntitos del teleférico en su hilo de luz. Salía después a Latina, iba a la plaza de la Paja y entraba en el Jardín del Príncipe de Anglona, donde descansaba fumándome un purito. (Allí, en noviembre de 2004, encontré mi totémico hipopótamo. Alguien había colocado animales de goma, de pie, encima de los pretiles con los nombres de las plantas, un elefante, una cebra, un dinosaurio, un león, un cocodrilo, un hipopótamo... Entendí que sólo podía llevarme uno y elegí el dinosaurio; pero me arrepentí, lo devolví a su lugar y cogí el hipopótamo, que tengo en mi escritorio desde entonces.) Salía a la calle del Nuncio, o bien tomaba Segovia; llegaba a la plaza Mayor, por Toledo, bajaba a Sol, subía Preciados y entraba un rato en la Fnac a mirar libros. Después bajaba por Gran Vía hasta la Plaza de España, y subía Princesa y Serrano Jover, hasta mi calle, a la derecha. Mi edificio era el primero. Desaparecía en mi portal.

22.3.10

El hombre más odiado de Valladolid

“Por fin estoy en Facebook”, me escribió hace unos días, resignado, Eduardo Jordá. Sus amigos facebookeros llevábamos tiempo intentando convencerle de que se registrara, pero no había manera. Y aún seguía resistiéndose a la succión de este nuevo Maelstrom, cuando Facebook le ha caído encima. A una tal Pilar Bedate le molestó el artículo que Jordá publicó en el Diario de Mallorca a la muerte de Delibes, “Un mundo en extinción”, y creó un grupo de Facebook llamado “Todos contra el artículo de Eduardo Jordá sobre Miguel Delibes y Valladolid”. En el momento en que escribo estas líneas, el grupo cuenta con 4.759 miembros. Mi amigo Jordá, el bondadoso Jordá (¡el delibescamente compasivo Jordá!), es hoy el hombre más odiado de Valladolid.

El espectáculo es deprimente y regocijante al mismo tiempo. Deprimente, porque siempre lo es la exhibición de la chusma, el corro de rebuznos autoconvencidos y desatados. Regocijante, porque le da plenamente la razón a Jordá. Lo que se está diciendo en ese grupo convierte casi en elogio la leve desgana que manifestaba hacia Valladolid en su artículo. A juzgar por esos 4.759 vallisoletanos, Valladolid es peor: mucho peor. Una ciudad con 4.759 habitantes como esos no puede ser sino opresiva y sórdida. (Lo cual, dicho sea de paso, centuplica el mérito de Delibes: por haber logrado crear una obra grande y filantrópica enmedio de un material humano tan deleznable.)

¡Ah, Castilla! En este país de bobos en que se va convirtiendo España (todavía está fresca la que se montó con “los gallegos”), los castellanos parecían mantenerse limpios, aparte. Me ha gustado Castilla cuando la he visitado. Me he encontrado cómodo en sus ciudades, en sus pueblos; he apreciado sus campos. De los poemas de Antonio Machado, seguía recreándome en los paisajísticos y elogiosos. Los que criticaban Castilla, en cambio, no los entendía muy bien. Ese “desprecia cuanto ignora” parecía haber perdido su sentido. Pero de pronto rebrota el corazón cazurro y polvoriento de la Península, para que el mapa de nuestra estolidez quede también rellenado por el centro.

Antes he dicho chusma, pero no soy elitista. Hablo de chusma no porque considere que haya (ni deba haber) una minoría por encima, sino porque la masa se ha desplomado estrepitosamente. No puede decirse que exista demasiado nivel entre los, así llamados, profesionales de los medios; pero basta con que se abran los canales al público para que afluya algo peor aún: algo peor dicho, más soez, más sectario, peor hilado, más estomacal. Supongo que con ello tendrá que ver el desmantelamiento del bachillerato, que es lo que define el tono cultural medio. Y también, por supuesto, el asfixiante localismo que se va adueñando cada vez más de este país de todos los demonios.

* * *
PS. Un amigo de Valladolid escribe en su blog "De la vida provinciana".

[Publicado en Frontera D]

20.3.10

La resurrección de Espriu

Salvador Espriu está olvidado, como recordó ayer Arcadi Espada. Veinticinco años después de la muerte del poeta, su obra no le sobrevive. Sostengo que la apuntilló el aporreador de guitarras Raimon, con sus versiones. Así que Espriu no murió: fue asesinado. Por ello es casi casi el Lorca catalán...

Pero se le podría resucitar inesperadamente, por algo que no tiene nada que ver con la poesía. Yo la leí y no se me quedó; pero se me quedó una cosa que vino al día siguiente en el periódico. Antes de morir, Espriu pidió que le grabasen el último capítulo de una serie que emitían entonces: La vida de Verdi. Estaba enganchado a ella y no se la quería perder; pero se la perdió. Desde entonces siempre pienso en Espriu cuando me engancho a una serie (y últimamente me engancho a muchas; Dexter es la de ahora): ¿correré su suerte y no la terminaré? Me parece un destino tétrico; muchísimo más tétrico que el de ser "el poeta nacional de Catalunya". Resucitemos a Espriu, pues: sea el santo patrono de los enganchados a las teleseries —nuestro mártir, semejante y hermano.

19.3.10

El número de oro

Voy al kiosco a por smints (¡los caramelitos de mi musa!) y me fijo en un libro: La proporción áurea. El lenguaje matemático de la belleza. Lo compro. Regreso a casa con pensamientos melancólicos sobre mi amor perdido por las matemáticas. Se me daban muy bien, pero en tercero de Bup opté por letras y no las volví a estudiar. En realidad, lo intenté: pedí aquello que se llamaba "letras mixtas", en que había matemáticas en vez de griego; pero no hubo alumnos suficientes para formar un grupo. Mis matemáticas ya están muertas. Mi mente se volvió antimatemática. Me convertí en un imbécil matemático. (No podría entrar en la Academia de Platón; aunque sí en el Infierno de Dante.) El libro pertenece a una colección titulada El mundo es matemático. Como perdí las matemáticas, perdí también el mundo. Picoteo en el índice: el secreto de las rosas, el triángulo de Pascal y la sucesión de Fibonacci, división de un segmento en media y extrema razón, las espirales y el número de oro, el simbolismo de la estrella pentagonal, embaldosados periódicos y no periódicos, los mosaicos de Penrose, la divina proporción de Luca Paciolli, las medidas ideales, crecer conservando la forma... Leo las primeras líneas del prefacio:
Ahora más que nunca el mundo en el que vivimos se levanta sobre los números, algunos de los cuales tienen incluso nombre propio: el número pi (π), el número e... De todo el conjunto de números notables hay uno especialmente interesante: 1,6180339887... Resulta curioso saber que esta modesta cifra ha fascinado a lo largo de la historia a muchas más mentes brillantes que pi y e. Durante siglos ha recibido denominaciones de lo más llamativas: número de oro, porporción trascendental, número divino, divina proporción, etc. El número de oro, que se representa con la letra griega Φ (phi), habita un territorio de relaciones y propiedades numéricas increíbles, pero también de conexiones insospechadas entre la naturaleza y las creaciones humanas. Este libro pretende ser una guía de viaje al país del número divino, donde descubrir sus bellezas y saber cómo apreciarlas.
No lo leeré. Ya no lo puedo leer. Sólo lo hojeo: su hermosura hermética. Mi vida en este mundo matemático, paralela a las matemáticas: sin rozar las matemáticas. Pero me asomé un día. Y, después de todo, se me dará un número más puro aún: el cero.

16.3.10

La farmacia del olvido

Ha pasado algo extraño: la farmacéutica de la que hablé en uno de los tweets de La vida de Montano ha desaparecido. No la he vuelto a ver, exactamente, desde que se publicó aquello, hace dos meses. Al principio pensé que estaría de vacaciones, pero no ha vuelto. Ahora no sé decirlo con precisión, pero yo creo que llevaba observándola tres años. Hay una explicación poética: que se haya ido a vivir a mi tuit.

* * *
Pharmacie

Hay una farmacéutica que me gusta y ahora voy a comprarle medicinas. Aunque mi medicina sería ella.

Otras veces la miro, alejado, por el escaparate. Su bata blanca, sus gafitas. Tiene algo también de panadera. La Virgen de la Curación.

Se parece muchísimo a otra mujer. Aquella que arruinó mi salud.

15.3.10

Los dueños de la expresión

La obscenidad de quienes hablan de libertad de expresión a la vez que defienden la dictadura cubana nunca se ha mostrado de un modo tan transparente como en el breve audio de Belén Gopegui que hay en YouTube. Me permito transcribir sus palabras:
Quienes defendemos a Cuba contra la agresión tenemos en nuestros países que atender a otra clase de agresión: el uso de la mentira de los grandes medios de comunicación. Cuando tanto se habla de libertad de expresión, algún día debiera empezar a decirse que la libertad real de expresión consiste como mínimo en poder replicar en el mismo medio y con el mismo espacio a cada mentira que haya sido publicada. Porque defendiendo a Cuba nos defendemos. Porque si abandonáramos la revolución cubana nos abandonaríamos a nosotros mismos.
¿Qué se puede decir ante eso? Es pura basura verbal. Puro excremento religioso. Es un párrafo tan pétreamente falso, que resulta inatacable. Esa defensa de la “libertad de expresión” (desde un país en que se encuentra conculcada) es una vía muerta, ante la cual no puede haber diálogo posible. Es un extravío de la razón y de la realidad: un lenguaje de locos ante el que no se puede hacer nada, salvo denunciarlo. O soltar una carcajada.

Con lo de Willy Toledo ha pasado estos días lo mismo. El individuo, desde su doble condición privilegiada de hijo de la alta burguesía madrileña y de actor de éxito, se permite llamar delincuente a la víctima de una dictadura, que además era albañil. Dan hasta ganas de rescatar al viejo Marx para determinar cuáles son las emanaciones ideológicas de las respectivas clases sociales: alta burguesía madrileña, castrismo; proletariado cubano, anticastrismo.

Contra la bellaquería de Willy Toledo se han escrito, por fortuna, bastantes artículos, el último de los cuales ha sido el de anteayer de Antonio Muñoz Molina: “La costumbre de la infamia”. Ahí está dicho todo, de un modo que suscribo plenamente. Queda mencionar el asunto colateral de la “libertad de expresión”: mejor dicho, de la parodia del término en boca de Willy Toledo y el grupo de actores que firmó un manifiesto en su defensa.

Sintomática la maniobra: quejarse de falta de libertad de expresión... justo después de haberla ejercido. Más allá de la conocida estrategia de intentar ocupar la posición de la víctima, ¿qué se trasluce de ello? ¿De qué se quejaba Willy Toledo realmente? De haber sido criticado: es decir, de que otros hayan ejercido su libertad de expresión contra él. Para Willy Toledo y sus cómplices, la libertad de expresión es poder decir lo que quieran (cualquier burrada), pero sin que nadie les replique. Quieren tener la última palabra. Quieren ser los dueños de la expresión. Exactamente como los tiranos con los que simpatizan.

[Publicado en Frontera D]

14.3.10

El muro surrealista (2)



Hace unos meses hablé aquí del muro surrealista. Ahora pongo las dos fotos que hizo Losada en el verano de 2004, a petición mía, durante un paseo nocturno. Yo las había perdido, pero ha vuelto a mandármelas. También, arriba, una copia mayor de la que apareció en 1925 en La Révolution Surréaliste.


12.3.10

Ciclista a la petrarquesca maniera

A veces resulta imposible resistirse a la costumbre luso-lanzaroteña de consignar en el diario los elogios que se reciben. Pero es que es tan bonito y tan crujiente lo me ha mandado mi queridísima amiga Angélica... Se trata del párrafo que ella le ha escrito a un amigo suyo hablándole de mí, y que yo copio henchido, faltándome el pudor:
Este terco Montano está empeñado en que me guste la música brasileña. Nada aborrezco más que el carnaval (Ramón de España dice que los españoles deberíamos estar eternamente agradecidos a Franco porque nos librara del carnaval durante tantos años). No me gusta Brasil, ni las tribus amazónicas, ni las favelas, ni los futbolistas brasileños, ni Clarice Lispector, ni las chanclas de las modelos brasileñas, ni los mojitos (bueno, los mojitos sí me gustarían un poco para perder la cabeza en Cuenca o en Londres), ni que Zweig se quitara de enmedio en Petrópolis. Si me dieran un pasaje gratis a Río lo dejaría olvidado en el armario de las escobas. Y eso que una vez tuve un pretendiente brasileño que era un encanto, con el que me dí unas vueltas en moto por Florencia divinas y otras vueltas por la habitación muy divertidas. Montano es traductor de portugués, brasileño de coraçao y malagueño detestador de malagueñas. Tiene una faceta bruta de sátiro cínico cuando firma —o firmaba— como Atleta Sexual. Tiene otra faceta nocturna y esplendente con la que asombra y enternece a su harén de hieródulas ciclogenadas del facebook. Y es bernhardiano, inseguro, novelista en potencia, articulista certero, lúcido, sensible, duchampiano, despiadado, digno, divertido, caballero enamorado, ciclista a la petrarquesca maniera, diarista, amigo de los monos y de las nenas rohmerianas, aprendiz al sol, nostálgico de muchas cosas. Quien lo probó lo sabe. Y mira qué enlazó anoche el maldito puñetero para que yo me quedara sin voz y sin sangre y apenas pudiera llegar a la cama:

11.3.10

Otro 11-M

Sexto aniversario del 11-M. No tenía pensado escribir más sobre el asunto, pero es que la otra tarde se me ocurrió una nueva idea interpretativa: la de que el 11-M fue, en realidad, el último episodio de nuestra Guerra Civil. Lo fue no porque lo fuera realmente, sino porque se vivió como tal. Los hechos son que, sobre una masa de cadáveres descuartizados y sanguinolentos, los españoles se dedicaron a llamarse asesinos los unos a los otros (según las dos fases que conjeturé en "Asimetrías y simetrías del 11-M"). Un paisaje estrictamente guerracivilista: como si la sangre hubiese desatado la furia de embestir.

* * *
PS. Me escribe un amigo: "según mi recuerdo de esos días, unos españoles llamaban asesinos a otros". Le he dicho que lea bien mi nota: en ella pongo que la reciprocidad se completó en dos fases, según la hipótesis de mi artículo enlazado. Fase 1, durante aquellos días: la Izquierda llama asesina a la Derecha. Fase 2, durante el proceso conspiranoico de los años siguientes: la Derecha llama asesina a la Izquierda. Fue una especie de escenificación en dos tiempos. Como una danza macabra.

9.3.10

Un paso ineludible

El nihilismo hay que comérselo, digerirlo y superarlo. Es un paso ineludible, porque no se puede partir de ningún otro sitio si queremos que nuestro camino, hoy, sea verdadero. Cualquier otro camino es falso de raíz, porque comienza desde la mentira (es decir, no comienza propiamente). El que chapotea en el nihilismo tampoco camina, porque se queda atrapado en esa charca, en su exceso de verdad. El nihilismo, sí, es una verdad, y una verdad excesiva: pero incompleta. Hay que conocerla y escapar: para completarla. No hay otro camino verdadero: no hay hoy otro que sea, a la vez, camino y verdadero.

8.3.10

El bigote de un hombre sin bigote

Durante un mes he llevado bigote y ha sido una experiencia interesante. He aprendido que el bigote de un hombre sin bigote se convierte en el elemento principal de ese hombre. Y cuando se lo afeita (es mi sospecha de ahora) puede que ese hombre se haya quedado en nada. El bigote era de pronto un instrumento de afirmación ontológica. Hay bigotes de hombres que se desvanecen, como los de Pessoa y Walter Benjamin; pero ahora que conozco la diferencia entre llevar y no llevar bigote, advierto lo que tenían de ancla esos bigotes. Sin ellos, Pessoa y Walter Benjamin estarían más borrados.

El bigote es un instrumento de identidad. Recuerdo lo que decía Francisco Umbral en Las ninfas: “Yo era la ausencia de mi bigote”. Había también una película de Manuel Summers, sobre la adolescencia impaciente, titulada Me hace falta un bigote. Contaba la historia de un chico enamorado de una chica que a su vez estaba enamorada del bigotudo Jorge Negrete; la brecha amorosa era fisiológica: a él aún no le había nacido el bigote. Un amor imposible, pues (¡también en lo fálico!). El bigote ofrece ejemplos de desesperada búsqueda de la identidad. Desesperada porque no repara en la paradoja de esa identidad por imitación. Se parece un poco al anuncio aquel de whisky J. B. que me tanta gracia me hacía: “J. B., el típico ser único”. Uno de ellos era justamente un J. B., Juan Benet, que se dejó un bigote que le puso cara de Faulkner. Otro caso pasmoso es el de Tabucchi y su bigote de Pessoa. Y un bigote con más adeptos todavía: el de Nietzsche. Hay toda una generación de filósofos nacidos en la década de 1940 que han cultivado el bigote nietzscheano: Eugenio Trías, Miguel Morey, Julio Quesada y hasta Sloterdijk. Lo curioso es que funciona: el lector es receptivo a esos bigotes que ya se admiraron en un ídolo. De los citados, el caso más llamativo es el de Tabucchi, que no pareciéndose en nada a Pessoa y siendo infinitamente inferior a Pessoa, se ha hecho con el público de Pessoa...

El bigote del hombre sin bigote tiene algo de mascota que se saca a pasear. Los amigos, los familiares, le hablan de su bigote; los sobrinos piden acariciar el bigote. Las novias (¡las amantes!) quieren probarlo. Algunas se ponen tiquismiquis con que si roza o araña; pero he observado que les gusta tener a alguien nuevo haciéndoles cositas. Nuevo sin coste, por decirlo así: como un amante que ya se tiene y que se ha multiplicado. Mi bigote ha coincidido con el carnaval, de modo que se ha sumado jocosamente al baile de máscaras. En lo que a mí mismo respecta, he redescubierto el cunnilingus como a mí me gusta: es decir, con pelo. La moda de la depilación me lo había hecho olvidar. Aunque hay algo triste en el sustitutivo. Ahora el romanticismo del pelo que sale de la garganta al día siguiente tiene, inevitablemente, algo de onanista.

Me dejé el bigote por pereza. Estaba afeitándome una barba de dos semanas cuando, de repente, me dio por plantarme en el bigote. Su existencia no ha sido fácil ni ha estado asegurada en ningún momento. En su mes de vida he estado a punto de asesinarlo dos veces, y las dos lo he salvado en el último instante, cuando ya lo tenía amortajado con la espuma y con la cuchilla encima. El problema es que ha crecido y ya no he sabido cómo apañármelas con él. Definitivamente, no sé cuidar un bigote. La biografía de estos bigotes ocasionales acaba siempre igual: con una furtiva simulación de Hitler. El hombre sin bigote que se afeita su bigote, no puede evitar la tentación de asomarse un poquito al Hitler que lleva dentro; es decir, fuera: como posibilidad (flotante) de su cara. Se recorta los extremos, como se mordisquea un donut en dirección al vacío (su agujero como abismo y Maelstrom; hacia el núcleo inhumano del hombre) y ahí aparece, familiar, Adolf. Somos nosotros, con un mínimo aditamento. Luego uno ataca también ese reducto y aquí no ha pasado nada.

[Publicado en Frontera D]

7.3.10

El odio

Me ha salido en el Facebook (¡sí, sigo en el Facebook!) una tirada sobre el odio. La traslado aquí poniendo sólo lo mío y omitiendo lo de mis interlocutoras, por no enfangarlas en este tema tan feo. (Empiezo hablando en plural, pero me refiero a una única persona, como después se ve: el cagarruta es sólo uno.)

* * *
Hoy es uno de esos días en que deseo que se mueran mi enemigos.

Otros días, en cambio, estoy menos compasivo y les deseo que sigan viviendo: arrojados al lodazal de su miserable existencia.

No necesariamente. Hay rivales que dan vidilla y que sirven como estímulo polémico. Otros, en cambio, son pura miseria, pura caca.

Yo no me hago enemigos, de hecho mi carácter es afable (por más que mi tono a veces sí sea afilado y bronco). Son ellos los que me salen! Aunque, por fortuna, no son muchos: sólo algún mierda aislado.

No: hay enemigos objetivos. Es decir: hay tipejos que, objetivamente, son unos mierdas. Lo que sí depende de uno mismo (¡eso sí!) es enfangarse o no en esa mierda. Yo, por desgracia, me he enfangado. Y es otra cosa que reprocharle más a ese hijo puta: porque esa mierda *antes* no estaba en mí. Él la provocó.

Mi carácter sí es afable! Por mis escritos quizá no lo parezca, pero sí que lo soy. Yo, por ejemplo, detesto a Manolito Rivas y puedo escribir un artículo contra él (de hecho, ya lo he ecrito). Pero si lo veo en el portal, le doy los buenos días y le abro la puerta. Y con Milikito lo mismo. Si Milikito me pide un euro para comprarse un paquete de kikos, le doy el euro. Así soy yo: un ser eminentemente magnánimo y afable.

Incluso sería amable con Fernandisco y con Luis Cobos. ¡Fíjense lo que les digo! A Fernandisco le prestaría un euro para que se comprase un paquete de pistachos, y a Luis Cobos otro para que se comprase un paquete de pipas de calabaza. ¡Soy extremadamente magnánimo con mis detestados! ¡A todos les facilito su felicidad de kiosko!

Yo, aunque les deteste, no quiero interponerme entre ellos y su felicidad kioskera; sino más bien facilitársela. Si por mi euro van a ser más kioskeramente felices, les presto un euro.

Me ha gustado eso de "mala bestia": ¡intentaré parecerme a mi retrato! :-)

Sé que el domingo es un día santo. Por eso estoy compasivo y les deseo la muerte a mis enemigos. Quiero liberarlos del sufrimiento, la agonía y la tortura de sus miserables existencias.

Sí, es un acto de piedad cristiano-schopenhaueriana.

En ese sentido, mi nivel es muy bajo: porque el enemiguito que me ha tocado es, literalmente, un mierdecilla, una cagarruta.

No, mi enemigo es un ser pasivo: no tiene adrenalina ni me molesta *activamente*. El problema ya es sólo mío, porque no se me quita. Es un fango que no se me va del alma. Y me revuelvo aún más y me cabreo porque es una mierda que antes no estaba y que ese hijoputa provocó. Ese hijo de la gran puta es el que provocó este fango de mierda que no se me va, y por eso es por lo que, a estas alturas, lo odio.

Ya no lo odio por nada que haya hecho o haga: sino estrictamente lo odio por haberme metido esta puta mierda del odio en el alma. Por eso odio a ese hijo de la gran puta.

Lo odio porque antes era un buen amigo, ¿si no de qué lo iba a odiar? Era un buen amigo y se cagó en nuestra amistad, literalmente. Y me metió esta puta mierda del odio en el alma, que yo antes no conocía. Y ya lo odio sólo por eso: por haberme metido el odio. Menudo fango impresentable es esta mierda del odio. Y lo odio por eso: porque esta puta mierda antes no estaba en mí y ese hijo de la gran puta la provocó.

No, yo no quiero perdonar ni voy a perdonar. El desprecio ya lo tengo: mi desprecio hacia ese individuo es irreversible; para mí está muerto. Lo que quiero, obviamente, es se me quite esta mierda de encima. Lo voy consiguiendo, pero algunos días amanezco con las arcadas.

Evidentemente: no era un buen amigo y ni siquiera era un amigo. Por eso, además, se te queda cara de gilipollas por haberte pasado años pensando que ahí había un amigo cuando lo único que había era una cagarruta.

Y eso incrementa el malestar: ¡todo el tiempo pasado y gastado con esa cagarruta! ¡todas las conversaciones mantenidas con esa cagarruta! De pronto, recuerdas y todo un periodo de tu vida está asociado a una cagarruta. De pronto, en tu memoria aparece una cagarruta, y muchos recuerdos que tenías más o menos agradables aparecen embadurnados de cagarruta. ¡Por eso lo odio también!

¡Desde luego! Completamente de acuerdo. Por eso la cosa ya sólo es una cuestión de extirpación: hay que extirparse esta mierda. Punto.

6.3.10

La mala suerte de Johnny Alf

Ha muerto Johnny Alf, nombre artístico de Alfredo José da Silva. Había nacido en 1929 y fue, quizás, el gran precursor de la bossa nova: de su piano salieron primero las innovaciones que desembocarían en el movimiento. Pero tuvo mala suerte: cuando ya lo había dejado todo listo para que la bossa nova explotase en Río, se mudó a São Paulo. Su nombre, por eso, permaneció en la sombra durante los años dorados. Aunque luego se le fue recuperando y reconociendo como se merecía. Para los aficionados sin demasiada erudición, Johnny Alf era apenas el nombre que firmaba una de las canciones más bellas de la música brasileña: "Eu e a brisa" (cuyas interpretaciones de João Gilberto —aquí—, Tim Maia y Caetano Veloso —abajo— acompañan este post, a modo de homenaje). Pero en el libro que traduje, Bossa Nova. La historia y las historias, Ruy Castro contaba, entre las otras, la historia de Johnny Alf. Copio algunos pasajes:
En cuanto a Johnny Alf, con veinte años entonces [1949], era él quien necesitaba un piano. En comparación con otros socios [del Sinatra-Farney Fan Club], al joven Alf —en realidad, Alfredo José da Silva— se le podía considerar pobre. Su padre era un cabo del Ejército al que movilizaron para luchar en la Revolución de 1932 y murió en combate en el valle del Paraíba, cuando él tenía tres años. Su madre, empleada doméstica, fue atrabajar a Tijuca en una casa de buena familia, y se llevó a Alfredo con ella. La señora de la casa, a la que le gustaba la música, se encariñó con el chico y lo matriculó en el IBEU, que fue donde le pusieron el mote, y le hizo estudiar piano clásico con la profesora Geni Bálsamo. Pero Alf, como tenía que compartir el instrumento con los demás miembros de la familia, se pasaba más horas escuchando los discos del King Cole Trio o del pianista inglés George Shearing que practicando. Cuando supo que en el Sinatra-Farney había un piano libre la mayor parte del tiempo, venció su impresionante timidez y se apuntó. Fue fácil aceptarlo: bastó con que Alf abriese el piano y recorriese el teclado con sus dedos durante quince segundos.
[...]
Alf era [en 1954] el pianista de la boîte del hotel Plaza, en la avenida Princesa Isabel de Copacabana. Tocaba sus propias composiciones, como "Rapaz de bem", "Céu e mar", "Estamos sós" y "É só olhar", que tenía de tiempo atrás y que iban a ser las hermanas mayores de la futura bossa nova. Alf tocaba también todo tipo de temas de jazz que hubieran llegado a Río con el sello de George Shearing o Lennie Tristano; y algunas cosas de los cantantes y músicos que peregrinaban para escucharlo: Tom Jobim, João Donato, João Gilberto, Lúcio Alves, Dick Farney, Dolores Duran, Ed Lincoln, Paulo Moura, Baden Powell y una bandada de chiquillos que apenas tenían edad para frecuentar boîtes, como Luizinho Eça, Carlinhos Lyra, Sylvinha Telles, Candinho, Durval Ferreira y Maurício Einhorn. Los más jóvenes lo admiraban porque tocaba "por cifra", cosa infrecuente en la época. / ¿Quiere esto decir que Johnny Alf había alcanzado el éxito? No. El Plaza tenía mala fama y no lo frecuentaba casi nadie, pero para los músicos modernos de 1954 era el lugar, porque a falta de clientes podían tocar lo que quisieran.
[...]
lo que explica que aquellos muchachos lo siguieran como los ratones al flautista de Hamelín. / En los dos años siguientes intentaron acompañar a Johnny Alf por las sucesivas boîtes en las que trabajaba, pero a veces lo contrataban en sitios un poco caros para el bolsillo del grupo, como el Monte Carlo, en Gávea, o el propio Clube da Chave. Hasta que Alf regresó a Leme, comenzando por el Mandarim, en la calle Gustavo Sampaio; más tarde el Drink, en la misma Princesa Isabel; para terminar cruzando la calle y estableciéndose en el Plaza, en 1954. Con tantos talentos jóvenes reunidos, casi todas las osadías rítmicas y armónicas que desembocarían en la bossa nova se incubaban ya en aquellas madrugadas perdidas en la boîte. Milton Banana, que tocaba música para bailar en el Drink de Djalma Ferreira, al otro extremo de la calle, aprovechaba sus descansos para ir a tocar con ellos.
[...]
durante más de un año, hasta mediados de 1955, se cocinaron allí los experimentos que en breve darían resultado. Pero justo cuando el plato estaba ya casi listo para servir, Johnny Alf aceptó la oferta del empresario de la noche de São Paulo, Heraldo Funaro, y se mudó a esa ciudad para inaugurar un local llamado Baiúca. / Sus jóvenes discípulos cariocas se sintieron súbitamente huérfanos, porque São Paulo, en aquel tiempo, parecía más remoto que el Congo Belga. Pero en São Paulo pagaban mejor que en Río. Convencidos de que Alf no volvería jamás, los chicos tuvieron que empezar a apañárselas por su cuenta.

Puede verse también un documental sobre Johnny Alf: Um rapaz de bem (en dos partes: una y dos).

1.3.10

Tabarra andaluza

Supongo que es mi carácter y que si fuese brasileño detestaría Brasil. Pero el caso es que soy andaluz y detesto Andalucía (y amo Brasil, por cierto). Ahora está de moda que los nacionalistas acusen a los antinacionalistas de no amar su tierra, y de incluso odiarla (¡el famoso auto-odio!). Es mentira cochina, claro; como el 99% de lo que emiten los nacionalistas. Pero si a mí me lo dijeran, acertarían. Se me ha atravesado mi tierra: ¡qué le vamos a hacer!

No detesto ninguna idea etérea de Andalucía, ni ningún ser andaluz idealizado (esas monsergas me pueden caer hasta simpáticas, y además siempre salen patios, fuentecitas y tal): la Andalucía que detesto es la que hay. Esta Andalucía no abstracta sino concreta: la que es ya un resultado. El resultado –más allá (¡o más acá!) de su larga historia– de una política, una educación y una Radio Televisión Andaluza. Un resultado, principalmente, del PSOE andaluz; pero también el PP andaluz, y la Izquierda Unida andaluza, y el Partido Andalucista, y los gilismos varios: todos moviéndose de un modo muy profundo –para qué nos vamos a engañar– con las inercias mentales del franquismo. Repasar las jetas de los políticos andaluces puede ser lo más parecido a un paseo entre la estolidez y la muerte.

Dicho lo cual, añado que el pueblo está encantado: la comunión con sus políticos es absoluta. Cuando llega la Navidad y los parlamentarios andaluces se ponen a cantar villancicos, a mí se me revuelve el estómago. Pero a la gente le gusta. Lo mismo pasa con Canal Sur: es una cadena que se amolda sin roce al andaluz realmente existente. Yo manifiesto mi repulsión, pero tampoco quiero darme aires. Sé que soy yo el que sobra. Mi malestar es aislado y cenizo: no prolifera. La única esperanza (para que Andalucía empezara a dejar de desagradarme, en una o dos generaciones, a ) sería una buena enseñanza pública; pero la que existe es justo lo contrario: funciona, casi sin exageración, como una fábrica de espectadores de Canal Sur. El sistema se autoabastece.

El remate, como siempre, es la retórica. No basta con sufrir la tabarra andaluza de los hechos: también hay que tragarse los discursos. Este domingo, Día de Andalucía, ha caído un chaparrón extra. Aunque al final ha resultado instructivo. Estaba yo observando que todos nuestros políticos, sean del partido que sean, adoptan la manera de hablar de Antonio Burgos, prototipo del archicursi andaluz, cuando de pronto me he dado cuenta del sustrato antropológico. La devoción que hay por la Autonomía es igual que la que se tiene por las Vírgenes. Y entonces ha encajado todo. Nuestros políticos, que son unos capillitas y no hay nada que les guste más que salir en una procesión, han encontrado en Santa Autonomía a la Virgen que les faltaba. Lo demás: beatería e incienso (y algún eructo).

[Publicado en Frontera D]