28.2.10

Tablón



Me envía Losada esta foto que hizo en mi apartamento de Madrid a finales de noviembre de 2004. Es el tablón de anuncios (¡el corcho!) que yo tenía en la pared. Lo mantengo aquí en Málaga, aunque muy modificado. Parafraseando a Borges: todo tablón de anuncios, con el tiempo, es una elegía.

25.2.10

Dos criminales (y algunos cómplices)



He ahí los perfiles de dos delincuentes: los criminales Castro. Por desgracia, no se hallaban solos. Ayer fue día de lamentar la muerte del preso político cubano Orlando Zapata, que estaba en huelga de hambre. Como era previsible, para una vez que puede usarse con absoluta precisión el manoseado término de preso político, desaparecen de la escena los tartufos.

Hoy recogen en El País, entre otras, estas declaraciones de mi amigo Ernesto Hernández Busto, editor de la página Penúltimos Días:
Espero que la muerte de Zapata despierte la conciencia sobre la situación de las cárceles cubanas. Podría pensarse que Orlando Zapata se ha sacrificado por un ideal. Pero hay detalles que te dan otra perspectiva, como el hecho de que este hombre sufrió torturas y malos tratos en la cárcel. En octubre pasado, sin ir más lejos, lo golpearon salvajemente. Y le aumentaron la pena de tres a 36 años por su rebeldía, porque quería ser tratado como un preso de conciencia. [Lo terrible es el contraste entre las violaciones de los derechos humanos] y la anuencia de los Gobiernos latinoamericanos y de España con un régimen que hace lo que le da la gana. No pueden entenderse esas visitas a la isla sin que medie una sola declaración expresa a favor de los presos políticos.
* * *
(26-II) Artículo en El País de Ernesto Hernández Busto: "Zapata, el irreductible". (Versión extensa y con enlaces en Penúltimos Días.) Lean también a Arcadi Espada: "El patrio trasero".

(1-III) Willy Toledo: un mierda en ejercicio.

(7-III) Higiénico artículo de Mario Vargas Llosa en El País: "Lula y los Castro".

20.2.10

Útero-hormigonera

Ha sido un proceso de fecundaciones sucesivas y sin partos, mellizos que pasaron a trillizos, luego a cuatrillizos y por fin a quintillizos (hasta ahora). Multiplicación cancerígena de proyectos. Uno solo no he tenido nunca, porque quizá me hubiera obligado a trabajar: siempre han sido al menos dos, para que hubiera una sombra inactiva, desactivando. Llevan ya tiempo en el útero, en este útero que no se está quieto: es un útero rumiante, un útero-hormigonera (¡duchampiana máquina!). Siento el peso y el aplastamiento. Siento que está en las antípodas mi ideal, que es el de la ligereza. De los cinco no sé si hay alguno muerto ya; me parece que el quinto se ha comido al cuarto: un feto caníbal, pero que se ha tragado al otro entero y sin masticarlo, como boa constrictor. "Da pataditas", dicen las embarazadas. A mí me dan patadas: patadas en los cojones. Los he puesto en fila, a ver si van saliendo. Pero han sido demasiadas vueltas: estamos todos mareados.

19.2.10

Sin elección

Escuchando a dos poetas en la Fundación Juan March. De José Carlos Llop me ha gustado la poética y la poesía; de Vicente Gallego sólo la poética. Pero justo en ella he encontrado las citas para las que he abierto esta entrada. Las dos primeras son del Maestro Eckhart, la tercera de Nietzsche:
No tengas ningún propósito ulterior en tu trabajo. Trabaja como si nadie existiese, nadie viviese, nadie hubiera venido jamás sobre la tierra.

El artista tiene cierto atisbo de la manera de obrar de Dios —voluntariamente, pero no por voluntad; naturalmente, pero no por naturaleza— cuando ha adquirido la maestría y el hábito de su trabajo y no vacila, sino que puede ir adelante sin un escrúpulo, no preguntándose ¿estoy en lo cierto o estoy obrando equivocadamente?

El concepto de revelación, en el sentido de que, de repente, con indecible seguridad y finura, se deja ver, se deja oír algo, algo que lo conmueve y trastorna a uno en lo más hondo, describe sencillamente la realidad de los hechos. Se oye, no se busca; se toma, no se pregunta quién es el que da; como un rayo refulge un pensamiento, con necesidad, sin vacilación en la forma —yo no he tenido jamás que elegir.
El caso es que yo, aunque no tengo tiempo, me he puesto esta mañana. He colocado en fila mis cinco proyectos y he empezado por el primero. Me queda trabajo para varios años; pero es previsible que, tras tanta miseria, se produzca un efecto dominó.

18.2.10

Pérdida



Ayer le devolví a Nadales el ejemplar de La soledad domesticada que me prestó de nuevo, tras el extraño olvido que relaté aquí. Vagamente he recordado cosas, pero no se ha producido un reconocimiento como esperaba. Me ha llegado también la tarjeta de Chema Cobo de su participación en Arco y esta nueva piscina suya, de algún modo, simboliza también mi pérdida: porque es una pérdida por inmersión. La pérdida de la memoria del libro, que sin duda tendrá que ver con las pérdidas de que en el libro se habla. Tomé nota de algunos párrafos que debieron de interesarme entonces (¡pero no lo recuerdo!):

La inhibición del melancólico, que él [Freud] atribuye a una pérdida del yo determinada por la pérdida del objeto.

En la reacción melancólica, es el yo-sujeto quien odia al objeto introyectado, y no a la inversa.

Así Freud, a partir de 'Duelo y melancolía', dilucidará poco a poco la idea de que el yo se defiende de la pérdida clivándose: una parte del yo se identifica con el objeto perdido al mismo tiempo que niega la realidad de la pérdida, y otra parte del yo reconoce la realidad de ésta.

17.2.10

Mensaje



Uno de mis discos de música brasileña favoritos de todos los tiempos es el de adaptaciones de poemas de Mensagem, de Fernando Pessoa. Veo seis en YouTube; las de Caetano Veloso, Elba Ramalho, Ney Matogrosso, Zé Ramalho, Elizete Cardoso y Gal Costa:













Del mundo de Mensagem he hablado en varias entradas de este blog: "Y otra vez conquistemos la distancia", "Es la hora" o "31 de julio".

16.2.10

Diez años on-line (y 3)

He descubierto que tengo un problema con los artículos seriados. Lo he descubierto sobre la marcha, que es como se descubren estas cosas. Llegaba el domingo y, a la obligación de escribir mi artículo, se unía la de hacerlo sobre el tema anunciado. He venido patinando desde entonces en mi conciencia de lunes, y hoy la escribo otra vez a toro pasado: en pleno martes. Pero esto tiene un enganche con el asunto que despediré hoy: esta la peculiaridad de las publicaciones on-line como Frontera D, que, aunque mantienen el ideal de la puntualidad (más que nada, por cortesía con el lector), no experimentan una catástrofe si alguno de sus articulistas se retrasa. La página electrónica, a diferencia de la de papel, se queda esperando al rezagado.

Ocurre además que mi artículo lo escribieron en parte dos admirados (¡y queridos!) articulistas, Elvira Lindo y Arcadi Espada, que trataron el domingo sobre las novedades aportadas por internet a, respectivamente, las cartas y el amor. Me queda hablar, pues, de la interacción a pelo; la multitudinaria.

El Cibercafé de Pombo es hoy un lugar desvencijado, y con su puerta de acceso escondida entre matorrales. Pero, si lo hubieran visitado ustedes cualquier noche (e incluso cualquier mañana, cualquier tarde) de 2001 ó 2002, se hubieran encontrado en un jacuzzi de chisporroteos. En el Taller Literario se colgaban textos y en La Tertulia se hablaba de ellos (no siempre halagadoramente) y de todas las demás cosas. Fue mi primera experiencia intensiva de chat. Recuerdo que, cuando se cumplió un año, mi memoria estaba rebosante. Era imposible que hubieran pasado tantas cosas en tan poco tiempo. La vida reducida a palabras (a palabras virtuales) semejaba la luz concentrada de una lupa. Luego llegaría a conocer también algunos de los cuerpos que había tras las palabras: pasé a las kddas y las citas. Hoy el Taller está vacío. La Tertulia sigue abierta, pero ya es como un bar en ruinas. A veces entro, miro un segundo y salgo sin decir nada: no es por nostalgia, sino porque me asombran sus escombros.

El Pombo fue, en escala pequeña, lo que luego sería el Nickjournal de Arcadi Espada; con su prolongación alejandrina en el actual Nickjournal. Mi experiencia me ha hecho ver que las webs cumplen el ciclo de las civilizaciones: periodo arcaico, periodo clásico y periodo alejandrino (de decadencia larga, cansada, hastiada, ociosa y dulce). Siempre aprecié aquel dictamen precisamente de Espada sobre Houellebecq: “confunde sus crepúsculos personales con crepúsculos colectivos”. Quizá el mencionado ciclo se corresponda más bien con la curva personal de la atención, el interés, la sorpresa. Pero también con su traducción colectiva: el periodo clásico sería la fase en la que hay una porción significativa de participantes subiendo.

Eso sucedió con el blog de Arcadi Espada en el milagroso año de 2005. El 2004 fue un prólogo, y el 2006 una continuación. ¡Pero ah, aquel 2005 en que el esplendor cuajó! Qué sensación de estar en el centro, donde se cocían los asuntos (retóricamente al menos). Si ha existido alguna vez un intelectual colectivo ha sido aquel. Lo era todo: el ágora, el patio de vecinas, el altar de los homenajes, el desolladero, la universidad, la tribuna poética, el más sofisticado y completo de los quioscos. Recuerdo las jornadas epilépticas metido en aquel berenjenal. Creo que mi cerebro nunca ha estado más desatado.

Pero todo se agota, y aquello también. No se puede ser eléctrico sin interrupción. Después ha venido el Facebook, que también ha sido divertido, pero en un plan más familiar: sólo con cómplices. No ha estado mal; pero anoche precisamente desactivé mi cuenta. Quizá lo hice para terminar con algo sólido este artículo retrasado. Tras diez años, necesito iniciar una etapa (no sé de cuánto tiempo) sin interacción: volver a la áspera soledad de la pantalla muda; restringir el burbujeo, tapar las goteras.

[Publicado en Frontera D]

15.2.10

Lunes maximalista

Es una lástima no poderme ver a mí mismo con la nitidez con la que veo ya a los demás. Me vendría de perlas poder calarme a mí mismo así.

*
Sobre todo, es gracioso detectar el tic de otra persona; cómo reacciona siempre igual ante determinado estímulo. A partir de entonces, la vemos como un triste autómata, al menos en esos gestos. Ya disponemos de sus hilos de marioneta y, siempre que lo deseamos, levanta el brazo o lo que corresponda. Para nada: sólo para divertirnos. (Diversión que flota, naturalmente, sobre la melancolía de fondo.)

*
Sí, hay gente a la que se la cala en lo esencial. Sobre todo, cuando lo esencial en ella es una gran mentira. La gente que vive en una gran mentira resulta supercalable. La que no, no tanto: porque suele ser más compleja e imprevisible.

13.2.10

El efecto Coolidge

Un momento inolvidable de La evolución del deseo, de David M. Buss, del que ya traje aquí su igualmente inolvidable mosca escorpión, es la descripción del efecto Coolidge, que tiene el trazo preciso de una escena de Billy Wilder (duchampiana también, por esa vitriólica mecánica de la sexualidad):
Otra solución psicológica al problema de lograr acceso sexual a diversas mujeres se relaciona con la excitación masculina ante la mujer: es el denominado efecto Coolidge. Se dice que el presidente Calvin Coolidge y la primera dama estaban visitando por separado granjas gubernamentales recientemente creadas. Al pasar por el gallinero y ver un gallo copulando intensamente con una gallina, la señora Coolidge se interesó por la frecuencia con la que el gallo llevaba a cabo la tarea. "Docenas de veces al día", replicó el guía. Al oírlo, la señora Coolidge le pidió: "Por favor, comuníqueselo al presidente". Cuando el presidente pasó por el gallinero y fue informado del vigor sexual del gallo, preguntó: "¿Siempre con la misma gallina?" "¡Oh! No", respondió el guía: "Cada vez con una distinta". "Por favor, comuníqueselo a la señora Coolidge", dijo el presidente. Y de este modo se acuñó el término efecto Coolidge, que se refiere a la tendencia del macho a volverse a excitar sexualmente ante la aparición de una nueva hembra, lo cual aumenta su impulso a lograr el acceso sexual a un número elevado de hembras.

12.2.10

Visiones de un nuevo mundo



Inauguración hoy 12 de febrero, en la galería Aba Art de Palma de Mallorca, de la nueva exposición de mi amigo Losada: Visiones de un nuevo mundo / primeras flores y otras hierbas / el frío, las estrellas. Al pensar qué escribir sobre ella, se me ha ocurrido esta expresión: consolidación del paraíso. Porque hace diez años hizo una exposición con ese título, Paraíso, y desde entonces ha ido profundizando en tal territorio. Una profundización paradójica, puesto que ha consistido en sacarlo fuera; en irlo sacando fuera: desde él (como artista) y desde el mundo.







11.2.10

Comprender

He vuelto a ponerme la conferencia de Fina Birulés sobre Hannah Arendt: "El totalitarismo, una realidad que desafía la comprensión". Es una pieza notable, porque sin trucos retóricos, sin halagos de conferenciante (tan gratos, por lo demás, cuando se dan bien), logra mantener una tensión intelectual que se corresponde, ceñidamente, con el asunto. He ahí una sintaxis precisa, que brilla por su transparencia. La conferencia está leída, pero correctamente; y lo cierto es que no necesita más. La recomiendo entera, aunque aquí lo que quiero resaltar es la reflexión misma sobre el comprender, que está en la primera parte. El subrayado de los audios es la transcripción:
Arendt no se cansará de repetir que hemos perdido los instrumentos que hacían posible la comprensión. Y, en la medida en que comprender significa acoger el propio tiempo en el que vivimos, sus trabajos teóricos girarán apasionadamente en torno a la necesidad de comprender lo ocurrido, a la necesidad de buscar nuevas vías para que el mundo no se nos torne ajeno, para evitar la alienación del mundo. Nada tienen de sorprendentes unas palabras que han sido siempre muy citadas de la entrevista que le hiciera Gaus en los años sesenta: "Yo sólo quiero comprender". En 1953, en un conocido artículo titulado "Comprensión y política" caracterizaba nuestra autora la comprensión como "un complicado proceso que, a diferencia de la correcta información y del conocimiento científico, jamás produce resultados inequívocos". Ella afirma, y la cito: "Es una actividad sin fin, por la que aceptamos la realidad, nos reconciliamos con ella; de modo que, si tomamos el surgimiento de los gobiernos totalitarios como el acontecimiento central de nuestro mundo, entonces comprender el totalitarismo no es perdonar, en el sentido de que comprenderlo todo es perdonarlo todo, ni luchar contra algo, sino reconciliarnos con un mundo donde cosas como éstas son posibles: nos reconciliamos con lo que hacemos y padecemos, nos reconciliamos con nuestras perplejidades. Comprender sería pues, en este punto, la forma específicamente humana que tenemos de vivir, y su único resultado sería el sentido". (...) La cristalización [de un acontecimiento] es imprevisible, puesto que, como señala Arendt, hay que contar con los factores pertenecientes al ámbito de la libertad humana. Este acento puesto en la contingencia en la obra de Arendt hace que la comprensión adquiera un carácter dóxico y fragmentario, que sólo se puede entender como un proceso interminable, como una aproximación al acontecimiento que jamás se puede dominar del todo. Por eso Arendt afirma que el verdadero significado de todo acontecimiento siempre trasciende cualquier número de causas pasadas que podamos asignarle. Y, en este contexto, comprender el totalitarismo no es negar la atrocidad, deducir de precedentes lo que no los tiene o explicar los fenómenos por analogías y generalidades tales que ya no se sienta ni el impacto de la realidad ni el shock de la experiencia. Significa más bien, dice Arendt, "examinar y soportar conscientemente la carga que nuestro tiempo, que nuestro siglo, ha colocado sobre nosotros, y no negar su existencia ni someterse mansamente a su peso. La comprensión es un enfrentamiento atento y resistente con la realidad, cualquiera que sea o pudiera haber sido ésta".
En YouTube resulta que está, subtitulada en español, la mencionada entrevista con Gaus (de 1964).

10.2.10

Los muertos

La mejor traducción que conozco de Los muertos (hablo de la mejor que suena en español) es la de Alianza Cien, que no sé quién la hizo. No es la de Cabrera Infante, que no me gusta, pese a que es suya la edición de Dublineses en Alianza Editorial. La de Alianza Cien la perdí hace unos años en un escarceo en Benalmádena. Tenía una cita y me eché el libro en el bolsillo del pantalón, para entretenerme en el autobús. Cuando regresaba a Málaga por la mañana me di cuenta de que no lo tenía. Debió de habérseme caído en la arena de la playa, cuando nos tendimos allí por la noche (la arena negra). Aquella noche se me ha olvidado. Hace sólo cinco años, pero en mi memoria se encuentra desvaída; más desvaída que otras ocasiones de muchos años antes. En cambio, sí tienen presencia la playa nocturna, el oleaje oscuro de la última noche de agosto, y el ejemplar que perdí de Los muertos.

* * *
PS. Se me ha ocurrido mirar luego en el ISBN. La traductora de esa edición es Isabel Butler.

8.2.10

Diez años on-line (2)

Como decíamos, no ayer, sino anteayer, tras los merodeos referidos metí internet en casa: me convertí en internauta en toda su desatada intensidad. Han pasado diez años y, como escribió Baudelaire, “albergo más recuerdos que si tuviera siglos”.

Hay una masa de voces en mi cabeza; un abigarrado hormiguero de frases, chispazos y también deambulaciones tediosas a golpe de clic. Han pasado muchísimas cosas, y casi todas virtuales. Las que han pasado fuera han tenido bastante que ver con las que pasaban dentro. Y además: después de pasar fuera, tenían su comentario dentro. La vida se ha desdoblado y da la impresión de que su espejo, como la sustancia de Spinoza, tiene infinitos atributos.

En las facilidades prácticas que internet ha aportado apenas voy a pararme, porque sería como hablar de la atmósfera que respiramos todos. La ayuda ingente de la información. Necesitar saber algo y tener la respuesta en seguida. Por ejemplo, cuando me encontraba traduciendo el libro Bossa Nova y apareció la palabra “Philco”. Muchos sabrán lo que es, pero yo no la había visto nunca. Gracias a Google lo supe, y así con todo. A nuestra generación de tránsito, o pionera, se nos ha puesto en el brete de tener que emitir frases de admiración como aquellas de las que se reía Flaubert en su Diccionario de tópicos, sobre la velocidad de los trenes y demás avances del progreso de hace dos siglos...

La chicha está en los chats, en los blogs, en los foros: en la interacción. También en los mails, que han supuesto una aténtica recuperación de la misiva, y de la notita. Hoy son más contemporáneos los billetitos que se mandan los personajes de Proust de lo que lo eran hace veinte años. El centro de gravedad de internet está en las relaciones humanas: en el aluvión de relaciones humanas. No es un medio frío, sino caliente. Quemante a veces. Si va camino de derrotar a la televisión (ya la tiene grogui, como mínimo) es, entre otras razones, por la temperatura.

Mi historia interactiva tiene estos hitos: Starmedia (2000), el Cibercafé de Pombo (2000-2004), el blog de Arcadi Espada (2004-2006), el Nickjournal (desde 2007) y ahora Facebook. Enmedio hubo además mucho Messenger, largas sesiones de Messenger: pero el Facebook acabó con el último rescoldo del Messenger (que fue muy grato, por lo demás; con mi amiga Francis). Sobre Starmedia escribí un texto en mi blog, “Caliche 17”, que cuenta mi primer acercamiento a un chat, así como el personaje que empecé a forjar a partir de entonces, impremeditadamente. Este personaje, que en Starmedia oscilaba entre los nicks Maestro Zen, Micropene y Superpollón, pasó a consolidarse en el Cibercafé de Pombo como Sr. Lobo (y más tarde Sheriff Lobo), que era ya casi el mismo que el Atleta Sexual que transitó por el blog de Arcadi Espada. Este ha sido, definitivamente, mi último nick: aparte de lo que se haya podido contagiar el Montano que me queda; de lo anickado que me haya vuelto yo también...

Pero me he plantado en el final de la página con casi todo aún por contar. El próximo lunes, pues, seguiré: espero que ya sin eclipse y con puntualidad. (¡No quiero convertirme en el Curro Romero del articulismo español!)

[Publicado en Frontera D]

[Sigue: Diez años on-line (y 3)]

7.2.10

Arte contemporáneo

Este año me han seleccionado para Arco, con una obra yo creo que notablemente duchampiana. No la puedo mostrar aún, pero sí describir. Consiste en una reproducción del famoso cuadro del Greco, El caballero de la mano en el pecho; aunque alterada: en mi obra, la mano del caballero no se posa en el pecho, sino que lo hace en la entrepierna. Como el cuadro sólo muestra hasta la cintura, el espectador debe imaginar el resto. Pero la obra adquiere su plena significación con el título, que es de lo que estoy más satisfecho (y feliz como unas castañuelas, para qué negarlo): El caballero de la mano en el chocho.

* * *
PS. Lowon me envía su versión.

6.2.10

Inedit

Misterio —reconfortante— de los días: son largos, lo suficientemente largos. Repaso mi jornada de ayer, que no quiero contar. Una épica entera en veinticuatro horas, y sin apenas movimiento. (Épica y tragedia; y comedia; y melodrama.) Esta es una entrada vacía, porque lo contiene todo.

5.2.10

Cargar el muerto

Se me ha ocurrido una explicación (aparatosa, truculenta) para mi pesadez, para esta sensación de estar pesado, y probablemente ser un pesado, que me atosiga desde hace ya más de un lustro: dejé de ser el que era, soy uno nuevo, creo que mejor, pero no me he deshecho del cadáver. De modo que voy cargando el cuerpo inerte del que fui, llevo el muerto encima, lo que me hace pesar el doble o el triple y, sobre todo, entorpece los movimientos del que soy ahora: sin dejarle, en la práctica, casi ninguna posibilidad.

4.2.10

En compañía de Jordá

Hoy les dejo en compañía de Eduardo Jordá, que es una inmejorable compañía. Miguel Ángel Muñoz le ha hecho una extensa entrevista en su blog. Les recomiendo además (junto con su propia sección Terra Incognita), las traducciones que ha publicado Jordá en Frontera D de dos poemas: uno del narrador James Salter, "Todavía así"; y otro de Dylan Thomas, "Y no impondrá la muerte su dominio".

3.2.10

Literatura

A veces pienso si me interesa realmente la literatura. Yo quiero escribir mis libros, por supuesto, y tengo una idea aproximada de lo que debieran ser; pero leo cosas por ahí (teorías) que no es ya que las entienda más o menos, o que esté "a favor" o "en contra": es que (incluso cuando las entiendo y estoy "a favor") me dan absolutamente igual.

* * *
Desde el punto de vista de la lectura, por ejemplo, si a mí me interesase realmente la literatura, debería leer determinados libros imprescincibles. Como no los leo, ni me interesa leerlos, deduzco que en realidad no debe de interesarme la literatura. Me interesa X, que no sé muy bien lo que es y que, desde luego, está en los libros; pero no sé si es exactamente la literatura.