28.6.08

Brújulas

Dentro de unas semanas me iré a Asilah a pasar una larga temporada, escribiendo. Yo no conocía el sitio y ahora me estoy enterando de que está de moda, sobre todo entre españoles. Pero a mí lo que me interesa es el Atlántico. Y mi cuarto (la pantalla de mi portátil, mis papeles). El color local marroquí no me interesa; sí lo que de universal humano encuentre allí. Este destino se me ha presentado por casualidad, y sólo después he descubierto que Asilah fue posesión española y portuguesa, que los españoles y los portugueses la llamaron Arcila y Arzila, respectivamente, que de allí partieron el capitán Aldana y el rey don Sebastián para la batalla de Alcazarquivir, donde murieron (desaparecieron) el 4 de agosto de 1578. A Arcila habían llegado el 31 de julio. Desde que descubrí, por Cernuda, la "Epístola a Arias Montano" de Aldana, he querido ver ahí una conexión entre mi nombre y Pessoa, por su sebastianismo. (Pessoa, el poeta de los pseudónimos y los heterónimos.) En cuanto a la epístola de Aldana, dejo aquí este terceto-brújula: "Pienso torcer de la común carrera/ que sigue el vulgo y caminar derecho/ jornada de mi patria verdadera".

24.6.08

Verano y morgue

Cena chispeante el sábado en casa de Carlos Font, que nos dio el número 8 de Zut y dos de los libros de poemas que ha editado: John Marr y otros marinos de Herman Melville, y Morgue de Gottfried Benn. Hojeando la revista, me fijé en este aforismo de Chema Cobo, allí presente (¡muy bueno!): "Aspiro al anonimato a través de la leyenda". Y en un prometedor artículo de Dana Goodyear contra el Walt Disney de la mística contemporánea: Paulo Coelho (en español, Conejo). Ayer cogí Morgue después de comer y me fui a leerlo a una terraza del paseo marítimo. Hasta que no estuve sentado con mi whisky no calibré el acierto: tenía en la mesa el libro de las autopsias, y más allá, sobre la arena, los cuerpos esplendorosos. Una percepción estereofónica de la carne: aquí los graves de la podredumbre, allí los agudos de los pimpantes top-less. ¡Fue una tarde magnífica! Leía un poemita ("La boca de una chica que llevaba ya tiempo en un juncal/ parecía roída. / Cuando se le abrió el pecho, el esófago estaba agujereado"), alzaba la vista y me recreaba en el culo precioso de la del sombrero. Leía otro ("¿Es pus lo que salta?/ ¿Habrán rasguñado el intestino?") y me embelesaba con los pechos saltarines de la gordita de las raquetas. Y el humo del purito con el whisky obnubilante, y el sol. Pensé que en agosto la playa es otra morgue, como ya viera Octavio Paz: "Hay turistas también en esta playa,/ hay la muerte en bikini y alhajada,/ nalgas, vientres, cecinas, lomos, bofes,/ la cornucopia de fofos horrores". Pero ayer no. Junio conserva una calma que ya no reaparecerá hasta septiembre. La ventaja de este arranque son las pieles aún sin achicharrar, blancas en algunos casos todavía. Como la de una chica rubia que se tendió a pocos metros con los pechos desnudos y se colocó sobre la cara una toalla azul. Así permaneció: marmórea bajo el sol y con la cara tapada como una muerta. Yo leía en el libro: "Esta fila de aquí son vientres destrozados/ y esta fila son pechos destrozados./ Las camas están juntas y apestan. Las enfermeras cambian cada hora". Son poemas herederos de la carroña de Baudelaire. Y equivalen al ejercicio espiritual sobre las postrimerías, o al de la contemplación budista de la descomposición de un cadáver. Fueron escritos en 1912 y Jesús Munárriz, el traductor, señala en el prólogo:
Las dos guerras mundiales que le tocó vivir a Benn, con sus innumerables crímenes y sevicias, no le inspiraron un solo texto comparable a los de Morgue. No los necesitaba. Ya había escrito anticipadamente, en estos poemas juveniles, cuanto pensaba de la humanidad.

Al final de la playa empezaron las pruebas de sonido en el escenario preparado para la noche de San Juan. Enfrente, por detrás de los cuerpos semidesnudos, el mar. Me acordé del poema de Cernuda: "El mar, y nada más./ Insaciable, insaciable" (que reformulé así: "La muerte, y nada más. Insaciable, insaciable"). Y también de los versos que más me gustan de Gimferrer: "Yo, que fundé todos mis deseos/ bajo especies de eternidad,/ veo alargarse al sol mi sombra en julio/ sobre el paseo de cristal y plata/ mientras en una bocanada ardiente/ la muerte ocupa un puesto bajo los parasoles". Me acordé del comienzo de Helada. Y de que Billy Wilder tuvo que quitar una secuencia inicial de Sunset Boulevard en que los muertos se contaban sus historias en la morgue, porque en los pases previos el público se reía. Pero en el libro de Benn el poema más crudo no sucede en la morgue, sino en un lugar peor aún para el que considera que "el delito mayor del hombre es haber nacido". En efecto, la "Sala de parturientas":

Las mujeres más pobres de Berlín
—trece niñas en habitación y media,
putas, presas, parias—
aquí retuercen sus cuerpos y gimen.
En ningún sitio se grita tanto.
En ningún sitio dolores y pesares
se ignoran tan completamente como aquí,
porque aquí justamente siempre se está gritando.

"¡Empuje usted, mujer! ¿Entiende, sí?
No ha venido aquí a divertirse.
No alargue usted el asunto.
¡Al apretar también salen excrementos!
No está usted aquí para descansar.
No viene solo. ¡También usted tiene que hacer algo!"
Al fin llega: azulado y pequeño.
Orina y heces lo ungen.

Desde once camas con lágrimas y sangre
un único gemido lo saluda.
Sólo de un par de ojos brota un coro
de gritos de júbilo hacia el cielo.

Por este pequeño trozo de carne
pasará todo: desgracias y felicidad.
Y el día en que muera entre estertores y congojas
seguirá habiendo otros doce en esta sala.

Estos días, por cierto, se me olvidó citar la otra frase más conocida de Spinoza: "El hombre libre en nada piensa menos que en la muerte". Yo no estoy de acuerdo. Hay que pensar en la muerte. Pero sin hundirse. Y deleitándose en los top-less...

20.6.08

Bossa nova en la madriguera

El gran Diego Manrique habló de Bossa Nova en su programa La Madriguera, de Radio 1, la noche del lunes. Puso tres canciones y se refirió a varios aspectos del libro. Puede escucharse aquí (del minuto 36 al 47). Aprovecho para mencionar el especial bossa nova que apareció el sábado en el suplemento cultural de El País: referido más al cincuenta aniversario del movimiento que al libro, pero también al libro. Carlos Galilea se ocupó del extenso reportaje en dos partes: una sobre la bossa nova en general y otra sobre la "santísima trinidad" de Antonio Carlos Jobim, Vinicius de Moraes y João Gilberto. En El Mundo apareció hace dos semanas otro artículo, específicamente sobre el libro.

* * *
(23-VI) Además, columna de Manrique en El País.

19.6.08

Alusiones spinozianas

En primero de Filosofía un profesor neotomista nos confesó que su filósofo más odiado había sido Spinoza. Eso se me quedó grabado y la otra tarde Curro me dijo que a él también. Al tal profesor lo detestábamos, aunque con el tiempo fuimos admirando su inteligencia y reconociendo que, en la Facultad, era el único que merecía la pena: el único brillante. Ahora veo cómo hilaba fino el cabrón. No Montaigne, ni Hume, ni Voltaire, ni Schopenhauer, ni Nietzsche: Spinoza. Sí, siempre ha estado ahí. Tan refinado, que hemos tenido que pasar las tormentas adolescentes para mirarlo de verdad... Pero la simpatía, como dije, es antigua. Desde la primera clase de bachillerato, cuando apareció con su inquietante Deus sive Natura de infinitos atributos (de los cuales sólo conocemos dos: nos falta por conocer el infinito menos dos). Por aquellos tiempos de la Movida, Lou Reed nos dejó pasmados en su entrevista para La Edad de Oro: Paloma Chamorro le preguntaba de música y él hablaba de Spinoza. Después, las menciones frecuentes de Savater y Trías: en Invitación a la ética, sobre todo, y en Meditación sobre el poder. La pujante frase: "Nadie sabe lo que puede un cuerpo". O los versos finales de uno de los dos poemas que Borges le dedicó al filósofo: "El más pródigo amor le fue otorgado, / el amor que no espera ser amado". Y las adhesiones de Goethe y Nietzsche, por supuesto. Y su método geométrico, que nos evoca ahora (juguetonamente) a Duchamp... Volviendo a Savater: la historia de que leyó la Ética en sus días de cárcel, durante el franquismo. O el título del ensayito que le dedicó en Apóstatas razonables, como me recuerda Luna: "Spinoza o la alegría de lo necesario". Gamper me recomienda el Spinoza de Alain, que era el preferido de Borges. Estos días me han hablado además de la biografía de Steven Nadler, los estudios de Deleuze, La sinagoga vacía de Albiac... En principio estoy abierto a toda la bibliografía sobre Spinoza: ¡menos a los libros de Toni Negri! Admito incluso el estudio, indicado por Gengis, de Jonathan Bennett, en que refuta los errores lógicos de la Ética: ¡pero a mí a Negri no me lo cuelan ni loco! Me he acordado también de Antonio Damasio y su En busca de Spinoza. Y Nadales me dice que, en una visita en Amsterdam a la sinagoga de la que expulsaron a Spinoza, le ocurrió algo ciertamente spinoziano: pisó una lentilla de cristal.

17.6.08

Poder filosófico

Ya tengo un filósofo para mi madurez (¡mi demorada madurez!): Spinoza. Hoy, día de San Ismael, llamadme spinozista... Es un autor que siempre ha estado ahí, y al que siempre he mirado con simpatía, pero es ahora cuando le ha llegado el momento. En realidad, pareció haberle llegado hace cuatro años, cuando metí la cabeza en un par de libros; pero al final la saqué, hasta la semana pasada. Esta vez he empezado con el repaso de varios manuales de bachillerato, diccionarios e historias de la filosofía. Y después me he leído tres obritas introductorias y el prólogo de Vidal Peña a su traducción de la Ética: la combinación ha sido buena, porque cada texto pone el acento en algo diferente. Carl Gebhardt resalta en su Spinoza (Losada) el afán religioso del filósofo, y habla de su filosofía en tanto religión filosófica. Felip Lorda, en Conocer Spinoza y su obra (Dopesa), sigue la moda de considerarlo el precursor del materialismo dialéctico. Una moda, por cierto, ya pasada: el libro de Gebhardt (de 1934) me ha parecido más vivo que el de Lorda (de 1980); aunque los dos están bien. En el tercero, La felicidad según Spinoza (Tándem), Maite Larrauri hace una presentación de su filosofía que funciona como un inesperado manual de autoayuda, bastante digno. Por su parte, el prólogo de Vidal Peña a la Ética (Alianza) es un impecable ensayito de treinta y dos páginas, con pasajes profundos (¡y cosquilleantes!) como estos que quiero darme el gusto de copiar:
La más alta realidad, la realidad por antonomasia (la substancia, que no depende de nada) es, en el fondo, absoluta pluralidad e indeterminación: ninguna realidad determinada constituye su esencia, ya que los atributos —infinitos— no admiten jerarquía de importancia; nosotros conocemos dos (Pensamiento y Extensión) pero el concepto de Dios no se agota en ellos: nunca se insistirá bastante en que, para Spinoza, lo infinito desconocido es tan relevante para el concepto de Dios como lo conocido: privilegiar el Pensamiento, o la Extensión, o los dos, es falsear la noción que Spinoza ofrece de la substancia.
[...]
Como la virtud es potencia, se sigue también que el mundo "ético" de Spinoza permanezca muy alejado del cristiano: así, ni la humildad ni el arrepentimiento —por ejemplo— son considerados virtudes, pues son sólo conocimientos de la impotencia, esto es, conocimiento inadecuado. El consuelo que la lectura de la Ética pueda deparar va unido, en todo caso, a la idea de que también la moral es un hecho, y que ninguna conducta moral (incluida la racional, es decir, aquella que evalúa correctamente las utilidades y el juego de causas y efectos) puede prosperar si ella misma no se desarrolla como una fuerza con independencia de los "buenos sentimientos".
[...]
Spinoza remata su Ética poniendo en lo más alto el amor intelectual hacia Dios; alguien ha dicho, elocuentemente, que esa ascensión en el camino de perfección no tiene nada de subida al monte Carmelo. Ese Dios al que se ama —intelectualmente— no puede amarnos; el amor a la Naturaleza será siempre, para quien sabe que ella nos ignora, un amor no correspondido, y Spinoza habría entendido difícilmente el sentimentalismo ecologista, nutrido de esperanzas en la benevolencia de esa infinita potencia inconsciente. Conocer a Dios, entonces, no es refugiarse en el regazo del premio por nuestros sacrificios, ni esperar que el futuro traiga la cancelación de toda alienación, sino "permanecer muy consciente de sí y de las cosas", sabiendo que la salvación no está en otro mundo, ni en un mundo mejor, sino en lo que hay.
[...]
Podrá ser muy explicable que, en nuestro tiempo, el pensamiento de Spinoza resulte antipático (e incluso podrían buscarse explicaciones, más o menos psicoanalíticas, para esa complacencia en la antipática dureza), pero, con independencia de que pueda haber aún gentes que aprecien esa lucidez irreductible al halago, no parece correcto tergiversar ese pensamiento para volverlo simpático.

En fin, ya me iré leyendo más cositas (incluidas las obras del propio Spinoza, por supuesto). ¡Esto no ha hecho más que empezar!

16.6.08

Autopsicografía

La escritura lo pone todo en el panel: por eso sabe más que uno. En el escaparate de la página está, literalmente, todo: no ya en las omisiones, siempre significativas (y a veces determinantes), sino en lo que se muestra mismo. Una entrada reciente mía, "El sustrato de la teta", es un ejemplo. Ahí hablé de que fui amamantado hasta los dos o tres años y de las consecuencias psíquicas positivas de ello. Y al final, como desgajado del argumento, mencioné mi incapacidad para la vida práctica. Mi amiga Inés me ha señalado que ambas cosas están relacionadas. Y es cierto. Quizá en lo profundo de mi ser sigo esperando la teta generosa que me sustente, sin yo haber trabajado por ella y sin haber desarrollado las habilidades adecuadas para conseguirla (o para poder vivir, sencillamente, sin esperarla ni tenerla). Por otro lado, ese elemento pragmático que me falta, al que suelo referirme ahora en las conversaciones como "el elemento anglosajón", puede que brote justo en ese mundo en que las madres no consienten tanto a sus hijos... En fin, es un esbozo ensayístico. Yo, por lo pronto, estoy muy contento con haber mamado. ¡Pero tomo nota!

12.6.08

Fórmulas de la longevidad

No sé si es que ahora se habla más de la longevidad, de las fórmulas para alcanzarla, o si yo estoy más pendiente de lo que se dice al respecto; pero el caso es que en este último mes he escuchado varias. La primera me la dijo Calonje: "Comer poco, dormir mucho y pasar frío". Luego leí la de Francisco Ayala (que tiene ya ciento dos años): "Un whisky y dos manzanas antes de acostarse" (hay la variante, más apetecible, de "dos whiskys y una manzana"). Y Arcadi Espada citó el sábado la del científico Reijo Pera: "Dieta, ejercicio y levantarse cada mañana con un propósito". Todas estas fórmulas parecen buenas, aunque da un poco de repelús lo del frío. Jünger, cuando aún no sospechaba que él mismo iba a llegar casi a los ciento tres, refirió en sus diarios de la Segunda Guerra Mundial la que le dijo en Francia un campesino centenario: "Una cagadita cada mañana, un polvete cada semana y una cogorza cada mes". Jünger le hizo el comentario cómplice de que una de esas tres cosas ya no la podría hacer, ¿no? A lo que el campesino respondió: "Ya, pero eso es porque ahora con la guerra no se encuentra aguardiente". Con el tiempo Jünger fue estableciendo su propia fórmula, que consistía, más o menos, en darse un baño de agua fría por la mañana y tomarse una copa de Burdeos por la tarde. Mi amigo Andújar se propuso una vez ser longevo con esa fórmula y lo primero que hizo fue comprarse una botella de Burdeos... que se bebió sin darse ni un solo baño frío. Aun así, le deseo larga vida. Como a mí. Como a todos. (Bueno, casi todos.)

[Publicado en El Malpensante]

11.6.08

Yo me acosté con la doctora Melfi

Últimamente están saliendo en este blog más tetas que botellines; pero bueno, qué le vamos a hacer (¡tampoco está tan mal!). Éstas son impepinables, porque a nadie le amarga un dulce, ni unas tetazas como las de Lorraine Bracco: ¡una fenomenal sorpresa! Me he encontrado el archivito ahora y, aunque parezca mentira, lo tenía olvidado. Lo cacé cuando vi la última temporada de Los Soprano, aquí en el portátil. Es una secuencia en que la doctora Melfi tiene un sueño erótico, creo que con Tony, y se mira en el espejo mientras se lo folla subida encima. Yo estaba absolutamente prendado de la Melfi antes de saber que era dueña de semejantes melones. Me bastaban sus caritas a bordo del sillón psicoterapéutico. Qué gran actriz Lorraine Bracco: aguanta toda la serie, capítulos y capítulos, en ese puesto tan poco lucido. A mí me pasó una cosa curiosa con ella, o con una que se le parecía. Fue una novia mía de hace unos años. Me gustaba, pero no me volvía loco. La cosa se fue apagando y lo dejamos, aunque seguimos siendo amigos. Entonces vi las primeras temporadas de la serie. Y descubrí cuánto se parecía esa chica a la doctora Melfi. Y la deseé como nunca la había deseado. Pero ya era tarde. Un día se lo dije: "¿Sabes que te pareces a la doctora Melfi?". Ella no estaba de acuerdo. Un rato después, sin embargo, se quedó pensativa. "¿Esa actriz estuvo casada con Edward James Olmos?", me preguntó. "Creo que sí...". Me dijo que unos años antes se encontraba cubriendo el Festival de Cine Iberoamericano de Huelva (ella es periodista) y, en la fiesta de clausura, Edward James Olmos la sacó a bailar. "Eres igual que mi ex mujer", le dijo. Y sí. Era igual. Nos reímos... pero no volví a acostarme con ella.

10.6.08

Spinoza y Jarrett



Ayer me pasé el día leyendo a Spinoza, o sobre Spinoza. Cosas sin profundidad: meras introducciones. Pero el roce de su filosofía, las frases sueltas cazadas por aquí y por allá (desordenada, antigeométricamente) iban dejando una promesa de calma vigorosa: como una luminosidad seca, que merecería la pena esforzarse en alcanzar. Por la noche me puse un disco de Keith Jarrett que compré el mes pasado y que había oído varias veces sin demasiado efecto. Y anoche, de pronto, estalló: como si Spinoza me hubiera estado preparando para él.

9.6.08

Mi editora

Si Bossa Nova, de Ruy Castro, es también mi libro (de ese modo atenuado en que los libros son también de los traductores), la editora de Turner, Pilar Álvarez, es por tanto mi editora. La verdad es que sin ella no hubiera sido posible: gracias a ella lo he traducido, y gracias a ella la edición ha quedado tan bien. Ahí está en la rueda de prensa de la semana pasada en Madrid. Dentro de un mes lo presentaremos en Barcelona (el 9 de julio a las siete de la tarde en Casa Amèrica Catalunya), en un acto que será a la vez una conmemoración del cincuenta aniversario de la bossa nova, con concierto y todo.

4.6.08

El sustrato de la teta

Mi amigo Weil, que desde que nació su hija no cesa de leer libros sobre la crianza, me dijo el otro día que yo, que mamé de la teta de mi madre hasta los dos o tres años, debo de tener un núcleo psíquico a prueba de bombas. Y es verdad. Mi carácter se inclina a veces a la melancolía, pero incluso entonces se mantiene por debajo un suelo de confianza espontánea hacia el ser (el ser del mundo, el ser de los demás). Me gusta la literatura destructiva, de devastación: los aforismos nihilistas de Cioran, las retahílas aniquiladoras de Bernhard, el verso de Cernuda "mejor la destrucción, el fuego". Pero todas esas emulsiones arrasadoras siempre me han producido alegría; y se me ocurre ahora (se me ocurrió el otro día hablando con Weil) que en el fondo me gusta esa retórica porque sé que debajo, cuando haya volado todo, no estará la nada: sino la limpia y pura y resplandeciente teta. (La función de esa literatura sería, en sentido estricto, la de barrer lo que hay encima de la teta, enturbiándola.) 

La verdad es que soy algo así como un antisuicida. Pero no un antisuicida optimista (de esos que, al menor revés, ya están con las pastillas), sino un antisuicida forjado en el pesimismo (como los griegos trágicos de Nietzsche). Soy un auténtico tanque existencial, diseñado para ir campante por la vida... si no fuese porque me adorna también una atroz carencia. Algo que, hoy por hoy, me parece que es lo que más admiro, porque carezco de ello de un modo absoluto, espectacular: la inteligencia práctica.