30.9.07

La partida

Estoy enfrascado ahora en una lectura fenomenal: la biografía de Rimbaud escrita por Graham Robb y editada por Tusquets hace seis años. Acabo de terminar la primera parte. Es el domingo 24 de septiembre de 1871 y Arthur ha tomado el tren definitivo para París, donde se alojará en casa de Paul Verlaine; aunque aún no se conocen en persona. Verlaine ha recibido algunos poemas suyos y los ha estado dando a conocer en la capital. Los poetas parisinos esperan al joven genio, que lleva en su equipaje "Le Bateau ivre", compuesto para la ocasión. A Rimbaud, por cierto, le queda un mes para cumplir los diecisiete años. El capítulo acaba de este modo memorable (¡tiene empaque el biógrafo!):

Aquella mañana varios poetas de renombre reflexionaban en París sobre un gran tema balzaquiano: el prodigio de mejillas sonrosadas que llega a la maligna metrópolis con sus sonetos, sus ilusiones y unos planes de futuro ridículamente ambiciosos. Pero Arthur Rimbaud de Charleville ya había escrito uno de los últimos capítulos de la historia. El "vidente" estaba haciendo sus sortilegios, y el reducido mundo de la literatura parisina no tardaría en ver cómo sus vanas ilusiones quedaban destruidas de forma definitiva.

27.9.07

John Donne en Brasil

En el disco Cinema transcendental de Caetano Veloso, de 1979, hay una joyita cultureta: unos versos de John Donne traducidos (adaptados más bien) por Augusto de Campos y musicados por Péricles Cavalcanti. No sé si en Inglaterra se ha hecho algo parecido. En Brasil ya vemos que sí: sofisticaciones del extrarradio. La canción se titula "Elegia" y contiene un fragmento de la elegía XIX de John Donne: "To His Mistress Going to Bed". Aquí está entera, en su versión original y en la traducción al portugués de Augusto de Campos. Yo copio y traduzco la letra de la canción, tal como viene en el disco:
Deixa que minha mão errante adentre
Atrás, na frente, em cima, embaixo, entre
Minha América, minha terra à vista
Reino de paz, se um homem só a conquista
Minha mina preciosa, meu império
Feliz de quem penetre o teu mistério
Liberto-me ficando teu escravo
Onde cai minha mão meu selo gravo
Nudez total: todo prazer provém do corpo
(Como a alma sem corpo) sem vestes.
Como encadernação vistosa,
Feita para iletrados, a mulher se enfeita
Mas ela é um livro místico e somente
A alguns a que tal graça se consente
É dado lê-la.
Eu sou um que sabe.


[Deja que mi mano errante se adentre
por detrás, por delante, por encima, por debajo, entre
mi América, mi tierra a la vista
reino de paz, si sólo un hombre la conquista
mi mina preciosa, mi imperio
feliz el que penetre en tu misterio
me libero siendo tu esclavo
donde cae mi mano, mi sello grabo
desnudez total: todo placer proviene del cuerpo
(como alma sin cuerpo) desvestido.
Como encuadernación vistosa,
hecha para iletrados, la mujer se adorna
pero ella es un libro místico y solamente
a algunos a los que tal gracia se consiente
les es dado leerla.
Yo soy de los que saben.]
* * *
(24.9.2009) Me manda Ernesto Hernández-Busto esta traducción de Octavio Paz:
Deja correr mis manos vagabundas
Atrás, arriba, enfrente, abajo y entre,
Mi América encontrada: Terranova,
Reino sólo por mí poblado,
Mi venero precioso, mi dominio.
Goces, descubrimientos,
Mi libertad alcanzo entre tus lazos:
Lo que toco mis manos lo han sellado.
La plena desnudez es goce entero:
Para gozar la gloria las almas desencarnan,
Los cuerpos se desvisten.
Las joyas que te cubren
Son como las pelotas de Atalanta:
Brillan, roban la vista de los tontos.
La mujer es secreta:
Apariencia pintada,
Como libro de estampas para indoctos
Que esconde un texto místico, tan sólo
Revelado a los ojos que traspasan
Adornos y atavíos.
Quiero saber quién eres tú: descúbrete,
Sé natural como en el parto,
Más allá de la pena y la inocencia
Deja caer esa camisa blanca,
Mírame, ven, ¿qué mejor manta
Para tu desnudez, que yo, desnudo?
(20.1.2017) Por Péricles Cavalcanti:

26.9.07

Lenguas muertas

Escribe hoy Arcadi Espada en su columna de El Mundo:
A diferencia de los animalitos, las lenguas se extinguen por un proceso de decisión voluntaria del hablante, muy parecido al que le lleva a abrir la boca para respirar y seguir comiendo. Las lenguas mueren porque los hombres quieren vivir, y vivir mejor (de ahí que ninguna comunidad de hablantes abandone una lengua por otra menos útil), y porque el sentido del habla no está en el fetichismo de la diferencia sino en el favorecimiento de la cooperación.

En efecto: no hay que ponerse tan sentimentales con la muerte de las lenguas. Entre otras cosas, porque la muerte de una lengua nunca implica la mudez del hablante. Recuerdo la irritación que me producía, durante mis estudios de Filología Hispánica, el puntillismo de los ortólogos: esos tipos que vivían de la descomposición del Latín pero que ya no querían que cambiase nada más, para mantener sus puestecitos. De todas formas, siempre me ha impresionado pensar en "el último hablante" de una lengua. Hay uno datado, que descubrí en el Diccionario de términos filológicos de Lázaro Carreter:

Dálmata o Dalmático. Lengua románica que se habló en las costas dálmatas, entre Segna (al sur de Fiume) y Cattaro. Sus dos dialectos principales eran el ragusano, que se extinguió en el siglo XV, y el veglioto, cuyo último hablante, Antonio Udina, murió en 1898.

Antonio Udina: todo un personaje para Vila-Matas. Había también un poemita delicioso de José Emilio Pacheco:

Lugones a los ultraístas

Hablo una lengua muerta,
y siento orgullo
de que nadie me entienda.

La mente como un espacio forestal, en que desaparece el lince.

25.9.07

Noel Rosa

Después de Orlando Silva vuelvo, naturalmente, a Noel Rosa, que es una de mis máximas admiraciones. Aparece en varios capítulos de Nada além, con parrafadas geniales. Tenía una inteligencia afilada, que siempre me ha recordado a la de Billy Wilder. He mirado en el YouTube, por si había alguna novedad, y me he llevado una grata sorpresa: dos interpretaciones recientes de "Conversa de botequim" ("Conversación de bar", hecha con la música del habla cotidiana). Una es de Chico Buarque, en la famosa confitería Colombo de Río de Janeiro. Y la otra de Maria Rita, la hija de Elis Regina, a la que yo había escuchado pero no visto actuar: ¡qué guapa y qué chulita!

22.9.07

El cantante de las multitudes

La primera vez que vi el nombre de Orlando Silva fue en Verdade tropical, el libro de Caetano Veloso. Allí supe que fue el primer cantante moderno de Brasil y que João Gilberto lo consideraba "el mayor de todos los tiempos". Ahora me he leído la biografía de Jorge Aguiar: Nada além. A vida de Orlando Silva; lectura que he acompañado con la audición de sus grabaciones de los años treinta, que tenía en un disco de la colección Revivendo, con su aroma a gramófono. El efecto ha sido emocionante. Ya lo hice hace años con la monumental biografía de Noel Rosa, de quien también tengo varios discos de esa colección. Uno lee las circunstancias que rodean una grabación del año 1935, y todas las cosas que le están pasando al personaje en esos momentos, y después pone la canción: de pronto aparece la época en el cuarto, con su trastorno fantasmal, ordenado en música. Son especialmente brillantes los primeros capítulos del libro: aquellos que describen la pobreza y la marginación del mulato de la Zona Norte de Río de Janeiro. Esa pobreza que empapa y que resta ser al que la lleva: una pobreza que ensucia y corroe la intimidad, y que provoca irreversibles daños metafísicos. Hace poco, leyendo A hora da estrela de Clarice Lispector, ya la encontré en su protagonista, la inerme Macabéa, para quien la existencia es "como beberse un café frío". Por cierto, quiso la casualidad que ese mismo día cayese en mis manos la entrevista de Diego Manrique a Manu Chao, ese "amigo de los pobres" que, comparado con Macabéa, y comparado con la comprensión que de Macabéa y de la pobreza tiene Clarice Lispector, me pareció un insufrible pijo. Tomé notas para un artículo que luego dejé pasar. Iba a titularse "Clases privilegiadas" y mi intención era hablar de la pobreza en términos de ser. Cómo todas las prédicas marxistas dejan intacta esa cuestión, y cómo todos los líderes, aunque digan defender al pobre, pertenecen (¡metafísicamente!) a las "clases privilegiadas".

A Orlando Silva le esperaba un destino como el de Macabéa... de no haber llegado a poseer un don: su voz. En la biografía se describe vívidamente su primera prueba en la radio, cómo se interesó por él el compositor Bororó, quien a su vez lo llevó a la máxima estrella de entonces, el cantante Francisco Alves. Éste se quedó fascinado desde el primer momento con Orlando y se encariñó paternalmente con él. Resulta conmovedor el relato de su generosidad, que queda resumido en este párrafo:
Todos los sueños de realización artística de aquel aspirante a cantante habrían sucumbido de no haber sido por la generosidad de aquel hombre. La dedicación desinteresada de Francisco Alves, que se entregó a la formación profesional del joven Orlando Silva, constituye uno de los más hermosos capítulos de la historia de la música popular brasileña.

Generosidad que nunca se volvió mezquina, ni siquiera cuando el discípulo superó en popularidad al maestro. El éxito de Orlando Silva resultó espectacular. Fue el primer cantante brasileño al que aclamaron las masas (y en un grado que no se ha vuelto a repetir), que llenaba los teatros y colapsaba las calles en sus giras, por lo que recibió el apelativo de O Cantor das Multidões. Pero nunca fue feliz: la fama y el dinero no consiguieron repararle el daño anterior. Como escribe Jorge Aguiar: "No logró sobrevivir sin secuelas a la miseria".

Su esplendor vocal duró sólo siete años: de 1935 a 1942 (Orlando Silva había nacido en 1915). Entonces empezó a perder la voz. Siguió grabando discos más o menos decadentes, hasta que murió en 1978. Vuelvo, para terminar, a Caetano Veloso, a lo primero que leí sobre "el cantante de las multitudes":

Fue así como entré en contacto con las grabaciones de Orlando Silva de los años treinta, que habían sido la base de la formación de João Gilberto y constituían su más entusiasta admiración musical. A Bethânia y a mí, desde Salvador, nos gustaba muchísimo el elepé Carinhoso, que Orlando Silva había sacado en los años cincuenta, con grabaciones nuevas de sus antiguos éxitos. Pero apenas conocíamos las famosas grabaciones de la primera época, en comparación con las cuales, para nuestra inicial incredulidad, una unanimidad de opiniones consideraba que no tenía ningún valor el disco que conocíamos. Nunca acepté la desvalorización excesiva del elepé de los años cincuenta, pero realmente fue todo un acontecimiento en mi vida escuchar con atención la celestial suavidad del joven Orlando, su fraseo inventivo y su milagrosa naturalidad musical. La ligazón subterránea con el estilo de João Gilberto se hizo más perceptible.

18.9.07

El callejón sin salida de ser Milikito

Uno a veces, en sus momentos de debilidad, piensa si no hubiera sido mejor ser Milikito y estar, a estas alturas, forrado de millones. Pero si uno fuese Milikito y estuviese forrado de millones, en lo que emplearía urgentemente esos millones sería en dejar de ser Milikito. Milikito, sin embargo, que es Milikito y está forrado de millones, insiste incesantemente en ser Milikito. El motivo tal vez sea que, cuando uno ya es Milikito, no puede dejar de serlo nunca, por más forrado de millones que esté. El ser Milikito, que es lo que te permite forrarte de millones, te impide luego (¡tajantemente!) dejar de ser Milikito. Ser Milikito es, pues, un callejón sin salida, que te forra de millones pero te veda toda posibilidad de dejar de ser Milikito. Llegas al final del callejón sin salida que es ser Milikito, te das la vuelta, y vuelves a encontrarte a Milikito. Milikito es, de hecho, un emparedado entre otros dos Milikitos, permanentemente. Milikito, permanentemente, está forrado no sólo de millones, sino también de Milikitos. Milikito es pues, incesantemente, una multitud de Milikitos. Milikito es un tuttifrutti rebosante de Milikitos (y tal vez por eso uno de sus programas fue Tutti-Frutti, que ahora puede ser contemplado como un autohomenaje avant la lettre a su tuttifruttesca personalidad). La consecuencia de todo esto es que es mucho mejor no estar forrado de millones, si con ello uno se ha evitado estar forrado también de Milikitos.

17.9.07

Cubertería Mariscal

Este ya es el signo de decadencia definitivo de la socialdemocracia: la cubertería que está entregando El País del repelente, por superguay, Javier Mariscal. Cada generación tiene su Walt Disney, y Mariscal ha sido el Walt Disney de la nuestra: aquel que rebajaba el mundo a tontos monigotes, de acuerdo con la moral imperante. La peste del diseño, en España, tiene el nombre de Mariscal. En los primeros momentos nos cayó simpático, cuando salía en La Edad de Oro con Miquel Barceló; pero enseguida se puso a atufarnos con su plasta de Cobi, que hizo bueno a Naranjito.

Miro sus cubiertos y me recorre un sudor frío. ¿Es posible que todos nuestros socialdemócratas vayan a desayunar, almorzar y cenar a partir de ahora con esos patosdonald de acero inoxidable? Sinceramente, ¿cómo se puede desayunar, almorzar y cenar con cuchillos, tenedores y cucharas superguays? Algún día, me lo estoy temiendo, habrá algún asesinato con un cuchillo o un tenedor de Mariscal. Yo, de hecho, me pondría muy nervioso si tuviera los cajones de mi cocina llenos de cuchillos y tenedores de Mariscal. ¿No recuerdan aquellas obsesiones de Lorca en Bodas de sangre sobre la fatalidad de los cuchillos, que llaman a la muerte, etc.? ¡Pues si eso ocurría con los cuchillos de Lorca, imagínense con los de Mariscal! Pero, mientras que la muerte con cuchillo lorquiano era algo trágico, emparentado directamente con Shakespeare, morir con cuchillo de Mariscal sería algo ridículo y rococó! ¡Y con un tenedor de Mariscal no digamos! ¡Y no quiero ni pensar con una cuchara! ¡Ese sí que sería el colmo de la muerte rococó y ridícula: morir acuchillado con una cuchara de Mariscal!

16.9.07

El Petrarca moderno

Aún no he visto En la ciudad de Sylvia, porque no se ha estrenado aquí (el día que alguien venga a pedirme una firma para Málaga 2016, le daré una patada en el culo); pero ya me voy haciendo una idea por los comentarios y los fragmentos del YouTube. Anoche leí la crítica de Jordi Costa, que, como siempre, dice cosas estimulantes. Destaco estas referencias:
A este crítico la propuesta de Guerín le recordó [...] a la relectura de los espacios de De entre los muertos (1958), de Hitchcock -un San Francisco elegíaco y puramente subjetivo- que emprendía Chris Marker en su reveladora película-ensayo Sans soleil (1983). Para Marker, De entre los muertos es "la única película capaz de retratar la memoria imposible": el protagonista de En la ciudad de Sylvia, como el James Stewart del clásico hitchcockiano, persigue una quimera, una fantasmagoría, el recuerdo de una mujer que, hace cuatro años, pudo significar algo.

No conozco Sans soleil, pero me ha gustado esa evocación del seguimiento que Stewart hace de Kim Novak en la película de Hitchcock; y está también el largo y emocionante homenaje a ese seguimiento en Doble cuerpo (1984) de Brian de Palma; o el que hay en La mujer del aviador (1980) de Eric Rohmer. Todos esos seguimientos filmados de mujer me encantan, así que supongo que me encantará el seguimiento de Pilar López de Ayala por las calles de Estrasburgo. Pero Costa termina su crítica con un comentario malicioso, que no deja de ser acertado:

En la ciudad de Sylvia es, en definitiva, la obra de un poeta sin imposturas, con un control absoluto -y ajeno a intoxicaciones coyunturales- del lenguaje cinematográfico. Supongo, no obstante, que es legítimo no compartir su visión adolescente de la vida, apoyada en alguna que otra monserga: para José Luis Guerín, detrás de cada mujer se esconde un misterio. / No estaría de más que alguien le contara que, en ocasiones, más que un misterio lo que se esconde es una neurótica, una pesada o una víbora.

Así es. Guerín ha dicho en las entrevistas que pretendía rescatar el mito de la mujer renacentista (sería mejor decir pre-renacentista) de Dante y de Petrarca. Pero ese rescate no puede venir de una visión idealizada de la mujer. Ha de ser una mujer real. El Petrarca moderno tiene que tener algo de Humbert Humbert y debe saberse La evolución del deseo de David M. Buss y Sexual Personae de Camille Paglia. (Y después, sólo después, que ame todo lo que quiera: que se puede.)

15.9.07

Propina de verano

La lluvia de anteayer (cayó un tormentazo aquí, con truenos, de madrugada, y luego estuvo todo el día gris, lloviendo a ratos) me dejó un anhelo de playa, un deseo de darme un último bañito antes de que llegue definitivamente el otoño. Por eso ayer, en que volvió a salir el sol, me di una propina de verano. El mar estaba tranquilo: verdusco cerca de la orilla y azulándose hacia el horizonte. Soplaba una brisa recia pero agradable. Las hojas del periódico revoloteaban un poco, pero se podía leer. Había más bañistas que la semana pasada, aunque lo suficientemente esparcidos, y con ese sosiego propio de septiembre, en que hasta los gritos y los chapuzones suenan como amortiguados. El agua no estaba fría. Al salir, me fijé en los reflejos del sol en las olas que se retiraban de la orilla. Estuve un rato tumbado en la toalla, bocarriba, y luego me di la vuelta para leer. Me quedaba el último capítulo de una novelita de Georges Simenon que tengo en portugués, Maigret diverte-se (en francés: Maigret s'amuse), de una vieja colección editada por la Livraria Bertrand. Ha estado bien leerla en ese idioma: Maigret ha tenido así un toque pessoano, y sus deambulaciones por París tenían también algo de lisboetas. Deambulaciones que en esta novela son las de un ocioso: Maigret está de vacaciones y decide quedarse con su esposa en París, sin decírselo a nadie; entre sus paseos y sus indolencias de agosto, va siguiendo las noticias sobre un crimen que aparecen en la prensa, como un lector más. Se impacienta a veces, por no poder investigar (trata de imaginarse cómo lo estará haciendo su susustituto, al que se ha prometido no telefonear para pedirle datos); pero va acomodándose en su actitud de mero espectador, que Simenon equipara finamente con la del lector de historias criminales, hasta que termina descubriendo al asesino. Hay muchas observaciones memorables, pero ya que somos intelectualetas, rescatemos ésta, que sirve tanto para el asesinato como para la literatura (la dejo en portugués, que se entiende):
Alguns crimes crapulosos cometidos por um tarado qualquer ou por um desequilibrado ficam por descobrir. O crime de um intelectual descobre-se sempre. Querem tudo prever, não querem deixar nada à sorte. Querem ser mais espertos que toda a gente. E é então que qualquer detalhe a mais os deita a perder.
Después leí el capítulo de Bruno Ayllón de la obra colectiva Brasil-España: diálogos culturales, sobre las relaciones culturales entre los dos países de 1822 a 1922. Hay elementos interesantes, que yo no sospechaba, como que Juan Valera fue el primer brasileñista español (vivió en Río de Janeiro entre 1851 y 1853, y tiene escritos sobre Brasil). O que, en el primer tercio del siglo XX, también viajó por allí Villaespesa (que ya ha quedado, más que como poeta, como personaje de Cansinos-Assens: he querido imaginármelo de esa guisa en la Lapa o en el Mangue de Río de Janeiro, emborrachándose con Noel Rosa, o quizá tropezando pero sin hablarse). O que un pintor español, Modesto Brocos, fue premiado por su cuadro "A redenção de Cam". O que se representaron zarzuelas en Río a mediados del XIX. O que hubo una conspiración de liberales españoles para que Don Pedro I de Brasil fuese rey de España. O que en los salones del Madrid de 1839 irrumpió una brasileña, Maria da Gloria Büschenthal, cuya belleza inspiró versos...

Una nube tapó el sol. Miré a mi alrededor y ya apenas quedaban bañistas. La playa estaba en sombra, pero al final de la bahía, hacia levante, la ciudad seguía iluminada, con los perfiles borrosos por la neblina. Me quedé un rato más, sintiendo la brisa y contemplando. Hasta que hizo de verdad frío. Pensé que así comienza el otoño: cuando el calor deja de sostenerse por sí solo, sin el sol. Me vestí, pero antes de irme compré en un kiosko el último cornetto de vainilla. Me lo tomé mirando, desde el paseo marítimo, las hamacas de la playa, en formación: más hermosas que nunca, porque estaban vacías.

14.9.07

Sol de anunciación

Al principio pensé ilustrar mi entrada de ayer con "La Anunciación" de Fra Angelico, ya que la gestante de En el nombre de la madre es la Virgen María. Pero luego encontré la insuperable foto de Donna Ferrato. El vistazo a "La Anunciación", sin embargo, me hizo reparar en el sol de rayo diagonal que toca a María: aprendiza al sol aquí, al sol que baja (en cuesta de luz).

En otro de los pasajes de Post Mortem, escribe Caraco:
La menstruación, el embarazo y el parto, y la lactancia, no podemos glorificar semejantes servidumbres, son desagradables y muchos hombres tiemblan ante ellas, aunque no demuestran el horror que sienten por miedo a pasar por monstruos. Los hombres enamorados fingen olvido, los otros guardan silencio, es un asunto que se evita y que a todos nos resulta penoso.

A mí no. Yo estoy enamorado de toda esa materialidad cruda y salvaje de la mujer: de ese barro con el que se fabrica la vida.

13.9.07

El día de la madre

Michelle and Michael - Mama Love (Donna Ferrato)

El domingo fue para mí, sin proponérmelo, el día de la madre. Me desperté recordando que hacía cinco años, por esas fechas, leí El libro de mi madre de Albert Cohen. En la siesta hojeé el Babelia del sábado, y la columna de Calvo Serraller (que es el lugar donde suele refugiarse la literatura en el suplemento) trataba de la última novela de Erri de Luca, En el nombre de la madre. Por la tarde empecé Post Mortem de Albert Caraco, que me había dejado Curro en julio. Me encontré con que también iba sobre la madre, y en unos términos muy parecidos los de Cohen. Pensé ponerme el vídeo de La mamá y la puta por la noche, para completar; pero me conformé con releer a Chamfort:
Las mujeres sostienen una guerra con los hombres, en la que éstos cuentan con una gran ventaja, ya que tienen a las putas de su lado.
En realidad, tienen también a las madres. A veces he pensado si no serán verdad todas las barbaridades que cuentan las madres acerca de las mujeres. Las mujeres, siempre tan herméticas en lo que a la revelación de su intimidad, de sus propósitos y de sus estrategias se refiere, quizá tengan ese momento de autoconciencia y autoexpresión (¡autorrevelación!): cuando les cuentan a sus hijos el terrible secreto, el de "lo malas" que son las mujeres. Así se dice claramente en Post Mortem:
La Señora Madre me hablaba muy mal de las mujeres, las mujeres —de creerla— eran monstruos, sólo pensaban en sus intereses, cazaban al hombre con el único deseo de vivir de él y jamás lo querían tanto como pretendían, y así seguían siendo hasta la muerte unas extrañas. Ella misma, cuando tenía mala cara, me enseñaba su rostro y me hacía notar los defectos, luego se maquillaba con sabiduría y me exhortaba a reflexionar sobre la metaformosis, este desengaño me volvió frío en lo que respecta a su sexo, y así consiguió lo que se había propuesto.
Tanto en el libro de Cohen como en el de Caraco, el edipazo es manifiesto. El de Cohen es un libro de amor, hermosísimo: el libro de la nostalgia, la desolación y la rabia por la muerte de la amada, como Una pena en observación de C. S. Lewis. El de Caraco es algo más frío y filosófico: el autor aprovecha la muerte de su madre para lanzar andanadas cioranescas contra el mundo (como ejemplificando lo que se dice en la canción "Outra vez" de Jobim: vou falar mal do mundo / até você voltar). Ambos son judíos, Cohen de Corfú, Caraco de Constantinopla, e hijos únicos de familias acomodadas, errantes. No sé cómo seguir (tampoco tengo tiempo). Corto con un pasaje de De Luca que cita Serraller; es del monólogo de la madre durante la gestación:
Conoce mis pensamientos. Es un varón y me hace reproches. Ocupa todo mi espacio, no sólo el del regazo. Está en mis pensamientos, en mi respiración, huele el mundo a través de mi nariz. Está en todas las fibras de mi cuerpo. Cuando salga me vaciará, me dejará vacía como la cáscara de una nuez.

11.9.07

Llaves y montañas

Un lector me da por mail el nombre del fotógrafo de ayer: Joan Fontcuberta. Por el Google he encontrado el título de aquella exposición: Securitas. En mi memoria había también fotos de montañas como llaves, pero al parecer había sólo fotos de llaves como montañas. Curiosamente, el título y el concepto de la exposición pone el acento en la llave que cierra... cuando el estímulo que a mí me producía la metáfora era el contrario: el de la llave que abre.

10.9.07

Etapa reina

Etapa reina de la Vuelta (aunque este año el rey es el aburrimiento). Estos perfiles me recuerdan siempre el reportaje de un fotógrafo, cuyo nombre he olvidado (quisiera recordarlo: pongo el aviso), que fotografió crestas de montañas al contraluz, a lo lejos, y también al contraluz, desde muy cerca, crestas de llaves: puestas unas fotos al lado de las otras, había que fijarse mucho para distinguir cuáles eran las llaves y cuáles las montañas. Me pareció una asociación brillantísima: las llaves como montañas; y, sobre todo, las montañas como llaves.

8.9.07

La actualidad como relato

Voy a ensayar yo también (a lo teatral, y a lo Montaigne) esta fórmula que se está imponiendo en el Nickjournal de ofrecer pildoritas más o menos engarzadas.

La rabiosa actualidad.— La actualidad como ente. Es un auténtico bicho. Rabioso: lo de "la rabiosa actualidad" es una acuñación exacta. Pero la actualidad es uno de esos fantasmas (perfectamente berkeleyanos) que desaparecen en cuanto uno deja de mirarlos. Eso ocurre en los días de apagón informativo. Uno pretende liberarse, ante todo, de una ansiedad. Justo esta que señala Jünger en La emboscadura: "La simple necesidad que la gente siente de absorber varias veces al día noticias es ya un signo de angustia; la imaginación gira y gira y de esa manera va creciendo y paralizándose. A lo que se asemejan todas esas antenas que hay en las ciudades gigantescas es al cabello erizado." Borges, otro intempestivo, decía que "el periodismo se basa en la falsa creencia de que todos los días sucede algo nuevo". En realidad, siempre sucede lo de siempre. El énfasis en la novedad (en la noticia) es un rasgo plebeyo. Siempre me hizo gracia aquella epiquilla a lo Lou Grant por dar la primicia; todas aquellas puñaladas y correteos del "periodista de raza". Como el bueno de Alejo García, llegando desfondado al micrófono para dar la noticia de que había sido legalizado el PCE. Lo de Alejo, ahora que lo pienso, es una buena metáfora: llegar al micrófono sin voz, por las prisas. La actualidad completamente esfumada en la precipitación.

El relato de la jornada.— Desde que el periodismo se convirtió en carrera universitaria no puede decirse que haya mejorado su calidad; pero sí que los periodistas tienen ya también su jerga académica. Todas aquellas monsergas sobre "el relato informativo" que nos daban en la Facultad de Ciencias de la Información. Se ha llegado a extremos grotescos, como el de ese presentador de telediario que al despedir suelta el latiguillo de "este ha sido el relato de la jornada". Podría pensarse que ese desvelamiento de la actualidad como relato tuvo un origen ilustrado, algo así como un paso más en el desenmascaramiento de las "astucias de la imaginación" para dar gato por liebre. Lo coherente hubiera sido, entonces, esmerar la higiene y los cuidados; estar más atentos ante las falsedades que se colaban, justamente para que se dejasen de colar. Pero ha ocurrido justo lo contrario: lo del "relato de la actualidad" se ha tomado como coartada para que cada uno arme, en efecto, el relato que más le interesa. Tiene cierta equivalencia con el dostoyevskiano "si Dios no existe, todo está permitido". La reacción antirrelatística de los nuevos defensores de la objetividad, como Arcadi Espada, parece a veces nostálgica de los tiempos en que Dios (sive La Verdad) existía. Pero es más sofisticada: la melancolía por las debilidades de la razón y los agujereamientos de la verdad no debería servir para lanzarse desbocadamente por los paraísos de la ficción; sino, más modestamente, para cortarse un poco. Para caminar con las precauciones del que sabe que va por terreno movedizo.

Faltan elementos narrativos.— En cualquier caso, puestos a aceptar la actualidad como relato, se pediría al menos cierta coherencia narrativa; cierto equilibrio a la hora de presentar los hechos y los personajes. Pero no. Abundan el escamoteo y la elipsis, vacíos que intentan ser cubiertos con brochazos propagandísticos. El "relato de la actualidad" es, en efecto, el "relato de la jornada": la flor de un solo día. Una planta flotante, a modo de nenúfar, cuando el pasado desmiente el interés actual del medio en cuestión; o una planta bien arraigada cuando el pasado le conviene. En la Cope y en la Ser se aprecia con frecuencia. Ante una afirmación de ZP, por ejemplo, que esté en contradicción con otra suya anterior, nos encontraremos en la Ser con un abrumador silencio con respecto al pasado; mientras en la Cope echarán mano exhaustivamente de hemerotecas y archivos sonoros. Actitud que se invierte cuando es una declaración de Rajoy o de Aznar la contradictoria: silencio abrumador en la Cope y hemerotecas y archivos sonoros a punta pala en la Ser. Los documentalistas de una y otra emisora son galeotes que han demostrado que saben remar... pero sólo lo hacen cuando el patrón les azuza. Este uso a conveniencia del pasado (de todo el material narrativo que constituye el pasado) resulta más descarado cuando se trata del pasado recentísimo: apenas el del día anterior. Recuerdo, por ejemplo, cuando la Comisión del 11-M. Aznar había estado un montón de horas declarando y los tertulianos de la Cope se felicitaban de su fortaleza y añadían: "A ver mañana lo que aguanta ZP. Ese a la media hora ya está fundido". Pues bien: al día siguiente ZP estuvo declarando más tiempo aún que Aznar... y aquellos mismos tertulianos ya no dijeron ni mú al respecto. Faltan continuamente, en uno y otro bando, elementos narrativos. Apenas se oyen frases como "a pesar de que ayer dijimos esto, hoy ha ocurrido esto otro". No hay elementos de enlace, ni confesión de fallas, ni titubeos. Todo es una insistente, incesante adición.

Indicios audiovisuales.— El espectador de la actualidad no percibe realmente la actualidad, sino lo que los medios le muestran de ella. El espectador no tiene acceso a las fuentes y puede que tampoco sea muy ducho a la hora de aclararse con el aluvión de datos que le caen encima. Pero cuenta con un elemento secundario que puede permitirle sacar ciertas conclusiones: el de los "indicios audiovisuales". Éstos son aquellos elementos de la realidad que se cuelan en bruto en los medios, sin elaboración. Mejor dicho: aquellos elementos que, siendo audiovisuales, nos permiten hacernos una idea de lo que se está cociendo en la trastienda. La ventaja de los indicios audiovisuales es que, a diferencia del acontecimiento en cuestión, a ellos sí los conocemos de primera mano. Son esquirlas audiovisuales de la realidad, por decirlo así: esquirlas que alcanzan directamente al espectador. Pondré dos ejemplos. Yo no si Felipe González organizó los Gal o estuvo al tanto de los mismos. No he tenido acceso a las fuentes y, ciertamente, soy incapaz de manejar los datos que se ofrecieron al respecto. Pero, como espectador audiovisual, sí vi a Felipe González defendiendo con argumentos dudosos, y excusando, a los implicados en los Gal: lo que me pareció de una gravedad suficiente. Tampoco si el Gobierno de Aznar mintió durante el 11-M. Pero, como espectador audiovisual, vi a Acebes cerúleo y sudoroso en las ruedas de prensa de aquel día: con un nerviosismo que no parecía sólo el del que está "abatido por la catástrofe" o "superado por los acontecimientos".

El relato como actualidad.— Hay otra forma de contemplar el relato de la actualidad. Y es la de contemplar el relato en tanto actualidad: contemplar el relato en tanto trozo de realidad que se nos ofrece. El espectador no se encuentra primeramente ante la realidad de la actualidad, sino ante la realidad del telediario. Ante la noticia de un terremoto, ¿cuál es la realidad principal a la que estamos asistiendo? No al terremoto en sí, que nos llega como relato y no como realidad. Sino más bien a la realidad de la presentadora maquillada que nos lo cuenta, que normalmente sonríe a pesar de la catástrofe. Y sonríe (su sonrisa es más real en ese momento que las ciudades desmoronadas) por dos razones: porque el terremoto, al fin y al cabo, le ha animado el telediario, en especial si es verano o finde; y, sobre todo, porque la presentadora en cuestión está trabajando, porque acabó Periodismo y logró abrirse paso en la jungla y ahora está con curro y colocada en la tele, cosa que le produce una explicable satisfacción. Puede apreciarse que cuanto más crudo se pone el mercado laboral para el licenciado en Ciencias de la Información, más sonríen los presentadores de telediario, por bestial que sea la catástrofe. De unos años a esta parte, prácticamente lo cuentan todo a carcajadas.

[Publicado en Nickjournal]

7.9.07

Tres días de playa

Este año sólo he ido tres veces a la playa: una en julio con Sonia, una en agosto con Losada y una en septiembre yo solo. Andar por el paseo marítimo lo he hecho mucho, como hago siempre tanto en verano como en invierno; pero tumbarme en la arena y bañarme, sólo esas tres. Ha quedado bien así: cada mes aislado en una sola tarde. La de ayer con la playa casi vacía, porque estaba nublado y había temporal. Me metí en el agua un rato, para que me duchasen las olas. Luego me tumbé a leer El Mundo. Venía una entrevista con Fernando Savater, muy saludable:
Nuestros votantes vendrán de aquellos que están hartos del nacionalismo del PSOE y del clericalismo del PP. Los que no quieren que unos se apoyen en los nacionalistas y los otros en los obispos.

El estomagante Gutiérrez dedicaba su cagarruta diaria a meterse con el nuevo partido, sin inteligencia, sin talento y sin estilo: desde luego que consigue darle densidad a sus cuatro líneas. En la crónica del Festival de Venecia, Carlos Boyero le daba un palo a José Luis Guerín. Pero la descripción, a la contra, que hace de En la ciudad de Sylvia me hace pensar que es la película perfecta:

Su cámara va siguiendo permanentemente a un chaval que pasa un tiempo en la muy bonita Estrasburgo. ¿Y qué hace? Pues pasea, se sienta en las terrazas de los bares, mira infatigablemente el comportamiento de sus vecinos y escucha sus conversaciones, dibuja rostros de mujeres en una libreta y se obsesiona instantáneamente con una de ellas, alguien que le evoca o confunde con otra u otras con las que se supone que le ha ocurrido algo perdurablemente romántico y carnal en algún momento de su vida. A partir de ahí se dedica a seguir clandestinamente los pasos de esa mujer guapa, con estilo, misteriosa.

Esa mujer, encima, es Pilar López de Ayala: estoy deseando verla. En El Cultural, junto con más Guerín ("He querido recuperar el mito de la mujer renacentista de Petrarca y Dante"), anunciaban una nueva película de Eric Rohmer: El romance de Astrea y Celadón. Esto escribe Carlos F. Heredero:

Emerge así una obra de imposible parentesco. Un filme tocado por la gracia y la sabiduría, habitado por insólitos debates sobre el amor y la fidelidad, pero también refrescado por una sensualidad carnal.

Al comienzo del suplemento había un listado de cien adjetivos aplicados a Umbral por cien escritores (o similares). Me di cuenta de que no me interesaban los adjetivos, sino quién decía cada uno, saltándome a muchos que me la sudaban. Pero caí por error en el de Eslava Galán: "Fallido". ¡"Fallido" decía ese charcutero de renglones! Luego me di un paseo por la orilla fumándome un purito, con el estruendo de las olas grandes. El sol se marcó a las siete y media tras el velo nuboso: uno de esos soles atenuados que parecen lunas. Me senté por último a leer Una pistola en venta de Graham Greene (anteanoche acabé El temblor de la falsificación de Patricia Highsmith: buenísima, y con ese título estupendo). Así empieza la de Graham Greene:

El asesinato no preocupaba gran cosa a Raven. Tan sólo era una nueva ocupación en la que había de tener cuidado y usar el cerebro. No era una cuestión de odio.

El mar empezó a oscurecerse, pero esta vez no quise quedarme hasta el final. Cogí el coche y volví, con ese relajamiento del ánimo que sólo saben dar los días grises de playa.

6.9.07

La retórica de un empresario

Fue curioso que, cuando murió Jesús de Polanco, dos escritores, José Saramago y Tomás Eloy Martínez, contasen las misma anécdota. No que repitiesen ambos la misma, sino que a los dos les había pasado lo mismo, con Polanco. Esto fue lo que escribió Saramago:
Estábamos él, Pilar y yo, en el Palacio Real, en la antesala de los saludos oficiales, y, supongo que para entretener la espera, Jesús de Polanco dijo algunas palabras elogiosas sobre un libro mío que acababa de aparecer publicado. Puse la expresión de modestia adecuada que requieren tales situaciones, pero sus palabras siguientes me desconcertaron: "Tu libro es bueno, tú te llevas la gloria, pero yo me quedo con la plusvalía". Hablaba con una sonrisa, la más divertida que se podría esperar de semejante conversación, pero con sus ojos parecía pedir cierta disculpa: "El mundo es así, no he sido yo el inventor del capitalismo", decía.

Y esto Tomás Eloy Martínez:

Cuando en 2002 me sorprendió con una llamada telefónica en la que me anunciaba el premio de novela de Alfaguara, la emoción y la sorpresa me indujeron a responderle con un chiste fuera de lugar: "Es un premio muy bueno -le dije-. Pero el que más va a ganar con él eres tú, como todos los editores". Rápido para las réplicas, me respondió con un chiste mejor: "Claro que sí. La plusvalía es siempre mía".

Se puede apreciar aquí la tensión esencial del empresario llamado progresista: un empresario que no deja de ganar empresarialmente dinero, pero que conoce y usa la retórica de izquierdas. Y la conoce y la usa, fundamentalmente, en favor de sus propósitos empresariales. Esto pudo apreciarse aún mejor cuando, unos meses antes de su fallecimiento, anunció en una Junta de Accionistas el despido del periodista Hermann Tertsch en estos términos: "Esa contradicción ha sido superada".

5.9.07

La novela de Brian

En la cadena de Milikito ponen ahora la serie más antimilikitesca de la historia de la televisión: Padre de familia, que es exactamente lo opuesto a Médico de familia. Va antes de los informativos del mediodía, probablemente los que manipulan con más descaro y sin cortarse un pelo en el acento propagandístico. La Sexta, por cierto, comenzó con todo un plantel de bellezones (Mamen Mendizábal, Cristina Villanueva, Cristina Saavedra) que se han ido mustiando conforme pasaban los meses, como si la mala conciencia por estar haciendo algo que no tiene nada que ver con el periodismo las afeara. Mucha más realidad hay, desde luego, en Padre de familia. Cruda y salvaje realidad, como en estas dos chanzas de Stewie sobre la presunta novela que está escribiendo Brian: la primera, y la segunda. Me partí de risa al ver cómo lo clavan los cabrones. Y también con este pasaje en que vemos la reacción de Stewie ante un chiste de Will Ferrell en Embrujada
http://es.youtube.com/watch?v=CIJ3EUugFxw

4.9.07

A prueba de muerte

Ayer tarde fui a ver Death Proof, la nueva película de Tarantino. ¡Qué gozada! Hacía tiempo que no me divertía tanto en el cine: creo que exactamente desde Kill Bill. Aquellos días de Kill Bill, por cierto, fueron fantásticos. Era en junio de 2004 y yo acababa de regresar de Ibiza, donde pasé varios meses no de hippy, sino trabajando (aunque algo hippiescamente). Allí no habían estrenado las suculentas novedades de la temporada, que me esperaban en Madrid y que me zampé en tres tardes consecutivas: la mencionada Kill Bill, Zatoichi y Lost in Translation (el eje de las tres, curiosamente, era Japón). Quedé convencido de las ventajas del aplazamiento del placer... si luego uno se pone al día de golpe. Placer, gozada: tales son las palabras que vienen como potrillos. El gran Jordi Costa, en su crítica de El País, ha dado en el clavo al poner el acento en el carácter sexual y orgásmico de la película. En efecto, yo ayer, en la sala casi vacía, me terminé tronchando en las secuencias finales... en una pura eyaculación de carcajadas.

Este homenaje al cine de serie B demuestra que el único cine que merece ser llamado de serie A es aquel que hace que te lo pases pipa. Como Death Proof: una peli a prueba de muerte.

3.9.07

La amenaza de las cinco



Este es un poema visual que compuse hace años. La amenaza de las cinco era el mote que le habían puesto a André Gide en Túnez, ya que al parecer a esa hora solía salir a buscar muchachitos.

2.9.07

La urbanización del regazo

João Cabral de Melo Neto era un enamorado de Sevilla, donde vivió como diplomático algunos años, en los cincuenta y en los sesenta. Le dedicó muchos poemas a la ciudad, e incluso un libro entero: Sevilha andando (1990). Pero en La educación por la piedra está el que tiene el título más hermoso: "A urbanização do regaço". Mi traducción:


Los barrios más antiguos de Sevilla
crearon una urbanización del regazo
para quien, en mitad de cualquier plaza,
siente el ojo de alguien espiándolo,
para quien se siente desnudo en medio de la sala
y se viste con los rincones retirados.
Con calles hechas con pedazos de calle,
agregándose mal, por estar mal pegados,
con calles hechas sólo con esquinas
y por donde el caminar se enhebra cuadrado,
tienen cobijos e intimidades de cuerpo
en sus escondrijos de desván y esquinados.

*

Con calles que se ajustan al pasillo de casa,
donde un balcón toca al del otro lado,
con calles callejeándose más, en callejones sin salida,
o ensanchándose en plazas, pero de poco ancho,
los barrios más antiguos de Sevilla
crean el gusto por el regazo urbanizado.
Procuran la protección que a un cuerpo
le da estar en otro, metido en él o anidado,
para quien tuerce por la avenida ya empezada
y enfila, enfundándose, un atajo,
para quien quiere, estando fuera de casa,
los adentros y resguardos de su cuarto.

1.9.07

Vuelve la Vuelta

Vuelve la Vuelta Ciclista a España, que antes era una cosa primaveral, luego la pasaron a septiembre y se convirtió en otoñal... y ahora con el cambio climático no se sabe muy bien lo que es (posiblemente algo veraniego; aunque la palabra septiembre mantiene su fuerza y tiñe de otoño por más que luzca el sol). El caso es que mi propósito de apagón informativo no se extiende a la Vuelta, naturalmente. Por eso se dará el efecto curioso de que toda la actualidad restante haya desaparecido (o vaya a desaparecer) entre los radios de las ruedas. La actualidad triturada y anulada (¡aniquilada!) en las ruedas, a modo de apocalipsis confortable, como el de la rueda de bicicleta sobre taburete de Duchamp, de la que éste decía (como cuenta Juan Antonio Ramírez en su Duchamp. El amor y la muerte, incluso):
Ver esa rueda girar era muy relajante, muy confortante, una especie de apertura de avenidas hacia otras cosas alejadas de la vida material de cada día. Me gustaba la idea de tener una rueda de bicicleta en mi estudio. Disfrutaba de ello del mismo modo que disfruto contemplando las llamas en una chimenea.

Eso es: un apocalipsis de chimenea.