28.8.07

La bufanda convulsa

Hoy es día para condolerse por Francisco Umbral. Por él mismo, ante todo; y por el umbraliano que fuimos (hasta que dejamos de serlo), después.

El Tiempo ya puede dedicarse limpiamente, sin el contrapoder del autor, su mayor enemigo, a aquilatar su obra. Mucha hojarasca será llevada por el viento. Pero quedarán los libros esenciales. Y quedará su voz, esa música. (Y puede que, también, la memoria de su bufanda.)

Diré cuáles fueron los libros suyos que más gocé (además de los artículos de su Spleen de Madrid en El País, que gocé tantísimo: luego, cuando se pasó a El Mundo, me di cuenta de que parte del gozo estaba en mi amada tipografía): Memorias de un niño de derechas, Las giganteas, A la sombra de las muchachas rojas, Las ninfas, Travesía de Madrid, Los helechos arborescentes, Lorca, poeta maldito y La belleza convulsa.

Con este último título rescató, por cierto, a Breton de su horripilante convulsive. "Convulsiva", decían y siguen diciendo algunos al traducir a Breton; pero no. Umbral, con su oído, supo dar la frase buena: "La belleza moderna será convulsa o no será".